Todas las habitaciones

Todas las habitaciones que has ocupado, tan diversas pero la misma. Diferentes tamaños y configuraciones. Muebles decrépitos o relucientes. Bombillas desnudas, luces tenues o lámpara vulgar. Los colores en las paredes chillones o desvaídos. Las camas firmes o chirriantes. Dormitorio frío o estancia caldeada. Todo muro o caja de cristal.

Todas las habitaciones que has ocupado, tan diversas pero la misma… porque la habitas tú.

Curvas pronunciadas, labios suaves, piel sedosa y firme. Aliento, suspiro, gemido y beso. La caricia de tu lengua. Piel vibrante, suavidad y dureza, cálida humedad, desbocado palpitar, olor a sexo, susurros, ese fuego que te envuelve, dulce crepitar, rítmico vaivén, tu silueta contoneándose.

Así, todas las habitaciones que has ocupado se difuminan con tu existencia, único punto real cuando tu presencia despierta el deseo animal. Ese incendio en mi carne. El enorme anhelo, la terrible necesidad de acariciarte, recorrerte, saborearte, sentirte, olerte y penetrarte suavemente, firmemente, ondulando y sinuoso hasta el estallido de sensaciones, erupción de delirio, infinito limbo de placer en segundos, precipitarse en el abismo que te invade y te abraza íntimo y acogedor.

Todas las habitaciones que has ocupado, tan diversas pero la misma, porque la habitas tú, en ese instante, única.