Baronet (antes Angel's Girls)
Este club ahora se denomina Baronet, y la dirección exacta es Caños de Peral, 1, aunque mire a la plaza de la Opera, en Madrid. Sus instalaciones no están mal. Se desciende por una escalera a un interior dividido por dos barras americanas, y enfrente hay asientos y mesas para clientes y chicas. Los colores que predominan son marrones y ocres; las paredes están forradas con telas de arena oscuro, y las butacas tapizadas en crema. Poca luz, mucha música, demasiado alta, y pantallas de plasma con videos de mujeres en pelota.
Tiene dos reservados que son en realidad habitaciones, con una cama en cada uno para feliz solaz de las parejas. Están limpios y bien dispuestos, aunque carecen de bidet y lavabo.
El precio de la copa es de 8 euros, 7 la cerveza. Invitar a la chica cuesta 30 euros, y si quieres una felación en el reservado, 50. Follar, algo caro: 80 euros la media hora. Aunque, como me dijo una de las lumis con las que estuve hablando, “dentro sólo tú y yo sabemos lo que hacemos”, por lo que se puede negociar.
Son aproximadamente unas diez chicas, la mayor parte de ellas atractivas, aunque nada espectaculares. Hay, como todos los sitios, alguna feíta.
Yo tuve la mala fortuna, no de bailar con la más fea, pero sí con la más pesada. Su nombre era Patricia, paraguaya, muy espigada, de mentón algo acusado, nariz chata y planita. Alrededor de 26 años.Charlatana por los cuatro costados. Apenas me dejó en paz durante todo el tiempo que estuve allí, y si bien es cierto que se me acercaron otras chicas, terminaba la cargante por alejarlas, con tal de darme la brasa.
Muy fabuladora, eso sí, y bastante borracha. Terminé acostumbrándome a su charla sin cuento y fantasía infantil; incluso bromeamos con sus locas ocurrencias.
Allí las chicas te meten mano enseguida, para que las invites a una copa. Hay como cierta desesperación por hacer caja, pues parece que la cosa anda bastante mal.
También charlé con otra chica, una ecuatoriana de nombre Jessy (creo recordar), muy guapa aunque sin apenas pecho. Eso sí, tenía unos labios sabrosos y turgentes a los que robé algunos besos.
Alguna más se me acercó, todas preocupadas por el estado de mi polla. Destacó una rumana, algo resabiada, morena, con buen tipo, pero con pocas ganas de hablar (apenas conocía el castellano), y más de follar en el reservado.
A las 3 y media de la mañana comenzaron a encender todas las luces, y despejar clientes. Era ya hora de cierre.
El local abre a las cuatro de la tarde.
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