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Paola, boliviana 633245685

Aquí tenéis una novedad para el foro. La chica no es nueva en esto, pero no había información.

Nombre de guerra: Paola
Edad: 23-24 años.
Nacionalidad: boliviana.
Teléfono: 633245685
Tarifa y duración: 100 euros una hora sin mirar el reloj.
Dirección: Calle de Fernán González (Madrid, zona plaza de Felipe II)

Profesional: Sí. Ha estado en varias plazas. Prefiere Madrid. Se dedica plenamente a este mundillo, incluso se va a atrever con películas amateur. Tiene un oferta.
Instalaciones: Piso semisótano de decoración sencilla y agradable. Higiene correcta. Habitación pequeña, pero con amplitud suficiente. Baño en la puerta contigua y alejado de miradas indiscretas. Excelente grifería en la ducha (lo menciono porque sé el alivio que es encontrar material sanitario que no se pelee con uno). Toalla del Rey León o algo así. No puso sábanas nuevas ni quitó la colcha. Atiende con una amiga.

Aspecto físico: Debe ser lo más parecido al tipo de mujeres que encontró Cristóbal Colón cuando llegó a América: un preciosa indiecita. Melena negra, 1,55 metros de estatura, piel tostada y suavísima, ojos oscuros rasgados y profundos, pómulos levemente marcados y una sonrisa blanca y recta que encandila. Muy poco pecho. Delgada y con un atractivo inusual. Repito, inusual. Muy guapa.
Besos: Sí. Abundantes; algunos con lengua.
Trato: Caricias, mucha picardía y dulzura. Educada y tranquila. Muy agradable, sin malos rollos ni desvaríos.
Francés natural: Sí. Con deleite, húmedo, lengua juguetona. Aunque no lo hace profundo y ni siquiera medio profundo, es capaz de dar mucho placer. Puede ser hasta el final, según vea como está la salud.
Griego: Sí. 30 euros adicionales.
Higiene personal: Perfecta. Depilada por completo.
Puntuación de la chica: 8/10

Fotos reales:
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Foto falsas (aunque se le parecen):
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La experiencia: Llego a la puerta entre los crujidos de la escalera de madera, llamo y abre una chica menuda y muy atractiva vestida con minifalda de cuadros y un top rojo que luce pero no enseña. Me recibe con palabras amorosas y notablemente excitada. Dice que acaba de llegar de juerga y con ganas de marcha. Paso a la habitación y, de pie, nos tanteamos con unos besos y caricias. Sabrosos. Como yo también vengo de jarana y huelo a humo, le digo de pasar a la ducha. Salgo en menos que canta un gallo. Me pide que la abone, sale a guardar el dinero y vuelve al momento.

Seguimos besándonos y acariciándonos. Me besa y chupa los pezones. La toalla que llevo puesta comienza a levantarse. La tumbo en la cama. Yo sobre ella, nos rozamos, buscamos nuestros secretos, la desvisto poco a poco y disfruto de su bello cuerpo juvenil. Tiene ganas de lamer el palo, se aproxima con delicadeza y comienza a jugar con él. Lo hace muy bien. Sus manos se deslizan al ritmo de su lengua. De vez en cuando intenta meterla un poco más en su boca, pero no lo logra demasiado. No importa, sabe cómo complementar con los labios y los dedos. Después de un rato largo, pido mi turno. Tiene un coñito depilado, moreno, apretado y delicioso. Huele a campo fresco. Su cadera se contonea como el trigal con el viento. El paisaje es inolvidable. Pasamos a un 69.

Lamidas mutuas a placer, empujones de mi boca agarrado a su cintura, con una vista privilegiada de su sexo hinchado y su agujero prohibido, oscuro y cerrado. Más tarde, me pongo el preservativo y pasamos a misionero.

Entrar en ella es como un baile de roces profundos del que disfrutamos mutuamente. Nos deslizamos empapados en fluidos, ora suave, ora fuerte. Quiero sentir cómo se mueve. Sin sacarla, la arrastro conmigo mientras me tumbo boca arriba en la cama. Ella lleva el ritmo ahora. Le beso el pecho, aprieto sus caderas, me aferro a sus nalgas. Llega al orgasmo discreta y acalorada. Nos tomamos un descanso mínimo. Me dice que es la hora y que debo ir pensando en llegar.

La coloco en cuatro y me sitúo detrás. Le pido que pegue sus hombros a la cama para que el roce sea mayor. Si la vista era hermosa, ahora, con todo su sexo abierto, lo es mucho más. Me pongo al borde del clímax con empellones a discrección. Intento que no sean muy profundos para no hacerla ese daño que no gusta. Llegado ese momento, salgo, me quito el preservativo y acerco mi falo hirviente a su boca. Pega sus labios cerrados al glande, pone una mano debajo en forma de cuenco mientras me masturba con destreza con la otra. Casi al instante, recibe mi elixir en la palma y algunas gotas en su rostro. Sin rechazo ni mojigaterías, nos deleitamos con el momento.

Después de limpiarse, tenemos un rato de conversación agradable. Nos contamos por encima nuestra afición por el sexo. Ella me habla algo de su vida privada y yo le cuento sobre este foro y le pido permiso para publicar este comentario.

Valoración del polvo: 8/10

¿Para repetir?: Sí.