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Kiko no tenía un buen día, se lo noté en la voz cuando quedamos en vernos esa misma tarde a la salida del trabajo. Siempre había sido una persona de las que callan sus problemas, de las que no suelen quejarse, por eso me sorprendió que pusiera tanto interés en vernos para contarme algo que le había sucedido.

- "No sé cómo empezar, Greg, pero nunca me he encontrado así de mal", dijo con voz un tanto angustiada.

- "Pues empieza por el principio y todo será más sencillo", le dije, intentando que se arrancase, pues me tenía cada vez más intrigado.

Y se arrancó, con los ojos brillosos por momentos fue desgranando todo lo que le había pasado en el último mes y medio. Me quedé de piedra. Nunca me pude imaginar que mi amigo, que conocía desde los 6 años y que aparentemente tenía todo por lo que había luchado en la vida (pareja perfecta, buen trabajo, hipoteca de coña, negocio propio que le iba cada vez mejor,...), se encontraba a punto de tirarlo todo por la borda por una persona casi desconocida.

Todo comenzó un día cualquiera cuando contactó por primera vez con dos pseudo-lumis (al parecer, chicas normales que compaginan estudios o trabajo con el oficio de lumi), pues había descubierto un foro en internet y quería tener una experiencia nueva en su vida. Aprovechando el escaso tiempo libre que le dejaba su viaje por trabajo a la capital, estuvo con una el primer día y todo transcurrió según lo pactado, es decir, un poco de conversación animada y unas horas de sexo para recordar.

El segundo día, a primera hora de la noche en la calle Arenal, esperaba la llegada de la segunda pseudo-lumi, Virginia43. Su nombre ficticio era lo único que conocía de esta chica y la única preocupación que tenía era la de poder dar la talla después de la paliza sufrida la noche anterior. Ya notó algo extraño cuando se acercó a ella para saludarla con un par de besos, pero aún no podía imaginar lo que cambiaría su vida desde ese instante.

Virginia43 era muy joven, de esas personas que siempre aparentarán menos edad, con unos ojos preciosos, un poco achinados, misteriosos, y una sonrisa que iluminaba su cara constantemente. Para él era preciosa y desde el primer momento se sintió atraido por ella y se olvidó de que aquello no era más que una transacción comercial un tanto singular.

Ella lo llevó a una cervecería con música en directo, un ambiente ideal para romper el hielo que existe entre dos personas que se ven por primera vez y que sólo han hablado unos minutos por teléfono días atrás. Y allí estuvieron más de una hora tomando cervezas y picando alguna que otra tapa a modo de cena ligera. De ahí al hotel, a terminar lo acordado, aunque él no estaba del todo a gusto con la situación, pues le hubiese apetecido conocer a esta chica de otra manera, es decir, sin dinero y horario por medio.

Cuando ella se marchó, mi amigo pensaba que todo terminaría ahí, que una vez cogido el sueño, se olvidaría de Virginia43, pero era un iluso, un tontísimo inocente treintañero, pues transcurridos más de dos meses desde aquella noche, todavía la tiene presente en sus sueños.

Al día siguiente, de regreso a su tierra, ya envió su primer mensaje y recibió uno de Virginia43 que dejaba constancia de que lo ocurrido la noche anterior había estado bien, aunque lo que para ella estuvo bien, para él fue muy especial.

A partir de entonces se encadenaron una serie de mensajes, cartas manuscritas, conversaciones por teléfono y el conocido messenger fue de nuevo instalado en el pc, pese a no traerle buenos recuerdos desde que varios años atrás, de un día para otro, desapareció de su vida una buena amiga letona, Vita Levke, con la que mantuvo conversaciones en inglés durante casi un año y de la que nunca más volvió a saber nada.

Continuará