Foro Spalumi de información y opiniones sobre acompañantes

Esta vez sí es lo que parece.

No sé qué me pasa. No me puedo quitar de la cabeza este encuentro; bueno, no me lo quiero quitar. Me ha sorprendido y hace mucho tiempo que no me pasaba.

De inicio, su aspecto: tan bien cuidado, tan elegante. Se ve que tiene clase y no sólo por el traje de chaqueta y los zapatos de marca: seguro que se ha escapado del trabajo para venir. Su aroma: olía a limpio y ese toque de perfume con tonos a madera y lavanda que sólo nota cuando reposas la cabeza en su hombro. Su pelo rubio todavía olía a champú y ha debido ducharse temprano. Su piel, suave y tersa: se la cuida, seguro, y pagando.

Tiene que tener un puesto ejecutivo en una empresa importante. Ya lo he notado por el teléfono; qué seguridad. Las preguntas justas y para contestar un sí o un no. Y ese tono de voz, tranquilo y sosegado; las frases sencillas y directas. Se le entienden claramente hasta las comas. Pero todo con un respeto inusual. Vamos, de esas personas que te están pidiendo que hagas algo, lo haces, y encima piensas que te han hecho un favor.

Sí, tiene clase y algo más, me ha encantado eso que me ha contado de ese dios griego "Dionisio". Un tío de lo más interesante: un "pasao" muy enrollado. Y cómo lo cuenta, parece que le hubiera conocido y que le hubiera acompañado en una de esas fiestas "bacanales"...

¡Vaya! El teléfono. Ya era hora... ¡Qué vaya tarde más tranquilita!

***

- ¿Sí?
- Hola, soy yo preciosa.
- Sí, son reales.
- Claro, preciosa. Eso quiero decir, que soy yo.
- Y cómo quieres que te lo demuestre, preciosa... si no soy yo, te pago yo a ti. Además, para comprobarlo me que tienes que ver desnudo, ya sabes que no se me ve la cara, y si me ves desnudo no te van a importar las fotos... Te lo aseguro.
- 1,84.
- Verdes.
- lo suficientemente grande para que disfrutes como nunca, preciosa.
- No, no tanto.
- Sí, a las ocho tengo un hueco.
- Camarena, 43. Cuando llegues me lla...
- Sí, tengo unas esposas chulísimas par...
- No, eso no.
- No, eso tampoco.
- Pues adiós.

***

¡Jodida gilipollas! Empieza por ahí y no me tengo que enrollar. ¡Joder! Y eso que el anuncio es bien claro... Bueno a lo mejor tengo que levantar la mano... Pero no, no me gusta que me peguen ni en broma, ¡coño!

La de la próxima llamada cae, seguro.

Esto no siempre es agradable, cuando empecé me mentalicé. Yo no soy ninguno de esos ingenuos que piensan que follar siempre está bien y que tiene que ser la hostia ganar dinero por hacer eso por lo que otros pagan. Pero no, no siempre está bien y, aunque contaba con ello, a veces se hace duro. Bueno, chaval, es lo que hay.

Con ella no ha sido así. Sabe lo que quiere y quiere algo más. Se lo he notado en la puerta: Cómo se ha encendido al verme; esa mirada y ese gesto, ladeando la cabeza, me han dicho "sí, eres el que busco". Y luego se ha dejado hacer, bajando los brazos y el rostro, me ha enseñado su cuello; su blusa blanca abierta hasta el escote. Quería que la besara como lo he hecho: primero el cuello y luego en los labios, suave, pero largo y cálido. Y entonces, por primera vez, he respirado ese perfume tan delicado. Me ha puesto a cien.

¿Qué edad tendrá? Creo que más de lo que aparenta. Cuarenta, quizá. No lo sé, hay muchas de treinta que parecen mayores que ella. Cuando ha entrado parecía más alta, con esos tacones he podido confundirme. Pero no, luego he visto que no eran demasiado altos. Es su pose natural, estilizada; orgullosa de cómo es. Creo que medirá 1,65 o así: en la ducha, junto a mí, ya no podía haber dudas.

Está estupenda y lo sabe. Esas tetas de 90 turgentes y redondas. Esos pequeños pezones del mismo tono rosado que sus labios, y tan excitables. Su cintura, delgadita y un culo redondo y duro. Pero sobre todo las piernas, delgadas, pero fuertes, y muy sensibles. Le ha encantado cuando se las he besado despacio empezando por los dedos de los pies, los tobillos, las rodillas. El contacto de mis labios, de mi nariz, de mi lengua la hacía estremecer. Su coñito estaba delicioso, empapado; se ha derretido en mi boca despacio, saboreándolo, haciéndolo largo.

Se ha dejado hacer, pero mandando: sus palabras me guiaban como caricias. Le gusta tierno pero intenso: sin prisas y sin pausas. Una hora y media y, salvo mis diez minutos de recarga, sin parar. Ha estado genial.

Y luego la despedida, con la misma clase... me pide que le abroche el sujetador y me vuelve a ofrecer su cuello y su perfume renovado; me deja el dinero en la cómoda y me dice que lo cuente; ha sido un acierto no hacerlo: he visto su gesto de aprobación.

A lo mejor escribe la "expe" en el foro. ¿Me pondrá bien?

Volverá a llamarme, seguro: Esta vez sí es lo que parece.

Con humildad, para Blondie por meter esta idea en mi cabeza y para Gala porque, en cierta forma, le prometí que escribiría un relato.