Venganza Sobre Mi Propio Destino
Cuando nos conocimos, atravesaba el peor momento de mi vida. Acababa de separarme de mi esposa. Ella y yo habíamos vivido muchas cosas juntos a lo largo de cinco largos años, pero lo más importante era que aún la amaba.Eso sí,no sabia muy bien por qué.
A pesar de todo, siempre fui auténtico contigo, jamás te oculté verdad ni te dije mentiras. Sabías que aún la amaba, aunque todo había terminado entre nosotros. Muchas veces me escuchaste pacientemente y permaneciste a mi lado mientras yo rumiaba una y otra vez mis penas.
Eso nunca fue impedimento para que pudiéramos vivir nuestra pasión, aunque amaba a otra mujer, pero tú eres la mujer mas deliciosa, sexy, bella, sensual, sexual, creativa y loca que he conocido. Todo en una sola persona. Eso hizo que el sexo entre nosotros siempre fuera algo increíblemente bueno. Digo sexo porque eso era lo que hacíamos en aquel entonces. Sin proponértelo, hiciste que me olvidara de aquella mujer que había destruido mi vida. Siempre estuviste ahí para mí, aunque yo pasara días divagando entre mis propias dudas. Eso nos hizo mejores amigo-amantes o amante-amigos. Sí,eso que ahora está de moda y que algunos lo denominan “follamigos”.Creíamos ser amigos hasta que se convirtió en otra cosa para los dos a la vez, sin saber cómo, pero sucedió. Poco a poco te fuiste convirtiendo en la persona que amo, tuvimos buenos y malos momentos pero en la cama logramos tal compenetración y tal confianza, que los dos pudimos ser quienes queríamos ser, sin miedo a ser juzgado o mal interpretado el uno por el otro. Pudimos realizarnos completamente, por primera vez, ambos en nuestra vida sexual.
Habíamos cumplido algunas de nuestras fantasías, todo era perfecto. Teníamos la confianza para contarnos todo, al menos eso creía yo, hasta que te descubrí hablando con otra persona escondida en el baño. Ese mismo día terminé contigo y durante más de tres meses me has rogado y suplicado que te perdone, que te de otra oportunidad,que fue un error,que no ers lo que parece. Jamás volvería contigo y lo sabes. Hoy, después de todo, me mantengo en mis trece. Pasó el tiempo y te cansaste de esperar; de pedirme lo mismo día tras día. Bien por ti, que al fin lo entiendes. Comenzaste a salir con alguien y recordaste aquellos tiempos en que éramos amigos y nos contábamos todo. Recuperamos el contacto frecuente.Me hablaste ilusionada sobre tu nuevo romance y querías que te aconsejara, que te contara lo que yo había sentido cuando estábamos juntos y amaba a otra mujer.
Me dices que en ocasiones te siente bien con esa persona, pero sólo cuando cenas o de algún modo te diviertes, pero cuando él quiere besarte o darte alguna caricia te sientes diferente y como atrapada y quisieras salir corriendo. Te sugerí que de un modo muy sutil le dijeras a esa persona que necesitabas tiempo, que aprendiera a esperar o hacer que tú necesites esas caricias que él quiere darte. Es normal que esas cosas pasen, pero poco a poco te irás olvidado y adaptando a esa otra persona. Es un proceso largo y en ocasiones doloroso. Ese fue mi consejo para ti.Si, es posible que fuera un consejo capcioso,y no del todo sincero,pero qué iba a decirte,no iba a animarte a ser feliz,me hiciste demasiado daño.
Así recuperamos esa amistad tan pasional,en la que la piel y el sudor decian la primera palabra,y las conversaciones se coenvertían en chismes de alcoba.
Tu y yo hacíamos el amor casi a diario, siempre nos estábamos buscando sexualmente, estábamos hecho el uno para el otro. Quizás esa la verdadera razón por la que no te perdono, porque nunca pasaste hambre alguna, sexualmente hablando, y la dieta era variada para no caer en la rutina; pero La Gula, Amor mío, es un Pecado Capital.
Ayer, después de llevarte las últimas cosas que te quedaban en mi casa,me llamaste para contarme como te había ido en la playa con tu nueva pareja. No tienes idea lo difícil que es a veces ser un buen amigo, tener que olvidarme de mi mismo para poderte dar un buen consejo. Dejar mis sentimientos, celos, reproches y todo lo demás a un lado. Si, he sentido celos hasta de una flor marchita encima de tu mesa; o de un cigarrillo olvidado al borde de un cenicero. Anoche fui un chico malo, debí haberme cansado de ser siempre el buen samaritano, el buen amigo, el bueno. Ya no quiero mas recibir el beso de Judas. Al fin y al cabo, los chicos buenos nunca se quedan con la chica.
Me contabas que mentalmente te sentías muy bien, pero que tu cuerpo me reclamaba a gritos. Comenzaste a cachondearme por el teléfono, a recordarme aquel en que no nos importó que tu mejor amiga nos estuviera espiando mientras hacíamos el amor. Cuando aprovechaste la oportunidad de mostrarle, de responderle a tu amiga la pregunta que te había hecho sobre si eras feliz conmigo. Aquella desenfrenada carrera entre gritos y gemidos por alcanzar tu orgasmo mientras me cabalgabas y veías los ojos de tu amiga mirándonos a través de la puerta entreabierta de nuestra habitación. Tu respiración aumentaba y yo te pedía que pararas con eso. Comenzaste a masturbarte y me contabas con lujos de detalles, cómo te ibas humedeciendo, cómo te frotabas tu sexo, cuántos y cuáles dedos usabas para penetrarte. Gemías, gritabas como loca por tu calentura. Calentura que me encendió a mí también y mi miembro tomó el control. Me sorprendió la habilidad de ese pedazo de carne endurecido por el flujo de mi propia sangre para conducir mi coche; hizo que llegara hasta su apartamento en muy pocos minutos.
Durante todo el camino escuchaba tu respiración entrecortada, tus gemidos y tus gritos al masturbarte y te prohibí que tuvieras un orgasmo, quería encontrarte así, desquiciada de deseo. Tengo llaves aún de tu apartamento, entré y te encontré desnuda en tu cama, con las peirnas bien abiertos queriéndote atravesar con un consolador que yo te había regalado y en un pleno grito. Me deshice de mi ropa en tan solo un instante, retire la mano con la que te frotabas el clítoris y puse mi boca en él sin ningún preámbulo, En realidad no hacia falta y tus gritos aumentaron. Tomé el control de la situación, de todos modos yo lo deseaba también, tanto o más que tu. Succioné tu sexo con furia, liberando la rabia contenida por mis celos, me pediste que te penetrara, que no podías esperar mas, me necesitabas dentro de ti. Eso también lo hice como si fuese la última vez, como si tuviese miedo que te escaparas y terminara para siempre.
Te conozco muy bien, quizás mejor de lo que tú misma te conoces, perdiste el control de ti misma y una idea perversa, mal sana, me dominó. Cogí tu móvil que parpadeaba en la mesita de noche en la penumbra de tu cuarto. Te lo alcancé y te pedí con tono autoritario que le marcaras a tu novio. Lo hiciste. Te dia la vuelta hacia tu lado izquierdo, dejando tu pierna extendida y flexionándote la derecha, me arrodillé haciendo pasar tu pierna izquierda por entre las mías y te penetré en esa posición que tanto te enloquece, donde cada una de mis embestidas amenazaba con perforarte tu canal vaginal en lo más profundo. Te seguí penetrando mientras tratabas de mantener tu tono de voz natural para hablar con él, lo hice con más furia, más fuerte, más perverso, diabólico podría decirse, con el perdón de Dios, no pudiste contenerte y explotaste en un orgasmo fabuloso, un orgasmo destructivo, y tus gritos y gemidos que se habían amontonado en tu garganta, salieron sin orden por tu boca mientras tus fluidos corrían por tu muslo hacia abajo. Fuimos tres los que vivimos ese momento. Más bien tú lo viviste, yo lo provoqué, y quien estaba del otro extremo de la línea, lo sufrió.
No me siento ni mal ni bien por ello, solo quise hacerlo y lo hice. Siento pena por él que quizás no merecía algo así, pero no fui yo quien lo situó con la persona y en el momento equivocado. En la vida siempre terminamos perdiendo todo lo que hemos ganado en ella; y con la muerte terminamos perdiendo hasta la propia vida.
Hoy me llamas y me dices que habíamos hecho el amor de un modo increíble, que no pensaste poder vivir algo tan excitante como esas horas de anoche. Realmente, amor mío y mujer de otro, no hicimos el amor, quizás tú sí y en realidad yo me vengaba, no de ti, ni de él, sino de mi propio destino.
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