La ruta de la seda
LA RUTA DE LA SEDA
Sí, son “ellas”. En estos días están más atareadas. Lógico por la estación del año en la que estamos. Simulando hablar por el móvil y andando muy despacio a un lado y a otro, me adentro por la ruta de la seda, sin perder detalle…
Sí, son “ellas”. Normalmente son tres; o en ocasiones cuatro, según el volumen de trabajo. Moviéndose de una clienta a otra y de un mueble expositor a otro; repletos sus estantes de las delicadas prendas alojadas en (según las marcas y modelos): estrechas y cuadradas cajas unas; o en simples fundas plásticas transparentes con un cartón plegado en su interior (generalmente rectangular) otras. Muestran las fotografías de sus coloridas cubiertas una profusa variedad de preciosas extremidades inferiores femeninas; además de otras indicaciones plenas de detalles acerca de la composición, características y talla de la prenda.
Sí, son “ellas”. Siempre displicentes. Como ahora una de “ellas”: Morena, guapa, joven. Ataviada con un elegante traje chaqueta azul oscuro, que a petición de una clienta, se dirige con solícita elegancia hacia donde se encuentra ésta para atenderla. Ondeando en su nuca una hermosa cola de caballo, desplegando a su grácil paso por delante de mí (que móvil en ristre y añadiendo: “ajá. Ya, ya…” asiento disimulando a mi inexistente interlocutor), una estela de dulce y fresco perfume. Haciendo a continuación, tras indagar en sus requerimientos con suma gentileza, que la acompañe allá donde se encuentra la marca deseada.
Una vez alcanzado el expositor, busca el modelo preciso en un estante concreto (allá donde se encuentran dispuestas las cajas de cartón como las de los cedés en las tiendas de discos, es decir, con la portada al frente). Sus preciosas manos de sublime manicura, de delgados y largos dedos, “clavan” ligeramente sus cuidadas uñas de color rojo sangre en el estrecho lomo superior de las cajas a medida que, con un correteo tan delicioso como vertiginoso de los dedos por la fila de estuches, avanzan sobre ésta con seguridad, hasta dar con aquella que contiene el color y talla precisos solicitados por la clienta. Extrae el paquete y se lo enseña a ésta, que permanece a su lado.
-¿Me los podría mostrar, señorita? Creo que son estos los que me dijo mi amiga, pero me gustaría…–pide la clienta, madura aunque todavía de buen ver.
-Cómo no. Sin problema –contesta la dependienta de generosa y preciosa sonrisa. Y abriendo, con delicadeza suma la solapita superior de la caja, saca de su interior la prenda alojada en su bolsa plástica y retirando el celo de ésta, extrae con más cuidado aún la prenda. Deja la caja con el plástico encima de un estante y despliega ante la clienta la prenda en toda su extensión. Y llevando a continuación un puño (para no dañar la delicadeza de la prenda con las uñas) hacia el interior de una de las estrechas extremidades de ésta; avanza hasta casi el fondo de la misma, recogiendo con la otra mano sobre el antebrazo el fino y etéreo tejido, pliega a continuación la muñeca, y mostrando tensa sobre el dorso de la mano la textura de la prenda, invita a la clienta a pasar su mano sobre ella.
-¿Ve qué sedosa es? –Palpa la clienta asintiendo - Y de un precioso tono beige ligeramente dorado, único en este modelo. Su amiga la aconsejó bien.
-Y observe su brillo sutil. -Mueve ahora la dependienta el puño a un lado y a otro para mostrar los destellos de la prenda, gracias a la luz que recibe la misma, de los pequeños focos alojados en la parte superior del expositor.
-Por último, como quería… –y deshaciendo el puño despliega los dedos tensando el interior de la prenda en su borde más extremo. -…Sin puntera. Totalmente transparentes.
-Sí, me los llevo, señorita. Muy amable.
-Muy bien. –los guarda nuevamente con maniobras certeras y rápidas, mil veces repetidas; dejando la prenda perfectamente plegada y recogida otra vez en su bolsa y en su caja, como recién salida de fábrica. –Acompáñeme a la caja, por favor...Se lleva unos preciosos pantys.
Sí, son “ellas”. Esos seres míticos: Las vendedoras de medias y pantys. Las que pasan el día entre sedosas texturas. Convirtiéndose en expertas en el concreto arte de la seducción de las piernas (y de los pies). Las que proporcionan las divinas envolturas que embellecen las gloriosas extremidades inferiores femeninas, convirtiéndonos a ciertos hombres en finas antenas captadoras y atesoradoras de imágenes, ademanes y comentarios; que nos excitan sobremanera porque alimentan nuestro imaginario fetichista como sólo “uno de los nuestros” puede comprender.
CONTINUARÁ...
Última edición por VERDI; 24-11-2010 a las 21:13
Razón: Cambiar "FIN" por "CONTINUARÁ" (he escrito una continuación)
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