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MI MUSA MUSICAL

Ella es una de las musas de mis masturbaciones. Cuando cerrando los ojos evoco su imagen, el miembro adquiere, apenas meneado, y de forma semi-automática, una morbosa turgencia.

Hace bastante tiempo que la conozco, y con toda seguridad ella a mí. Por mucho que en su trabajo vea día a día un montón de físicos diferentes, no puede serle desconocido ese merodeador que, aproximadamente de tres a cuatro veces al mes, y desde hace ya unos años, recorre el departamento de discos de, no diré qué género musical ni de qué Corte Inglés, donde ella desempeña día a día su labor vendedora.

Sí, se trata de una dependienta de los famosos grandes almacenes, una de tantas de esas vendedoras que ya han sido protagonistas (ficticias o no) de alguno de mis relatos. Como contaba en uno de ellos (“La maldición”), hace varios años que la dirección de los mismos decidió, en pro de la comodidad de sus empleadas, y en respuesta al parecer, a la continua reivindicación de éstas del uso de pantalones (hasta entonces estaban obligadas a realizar su trabajo vistiendo falda), concederles esa gracia liberándolas de ese “yugo”.

Pero esa liberación para ellas, supuso la condena para todos aquellos que, como yo, adoramos las piernas y los pies femeninos (a menudo muchas solían calzar sandalias en lugar de zapatos cerrados), y no digamos cuando la envoltura de unas medias o pantis embellecían aún más esas divinas extremidades inferiores (prendas que enloquecen a fetichistas como yo).

Pues bien, una de las cosas que me encantan de esta dependienta (aparte de su físico que luego describiré) es que, aun cuando como sus compañeras adoptó también el uso de pantalones, no lo hizo a diario. Pertenece a esa minoría actual de vendedoras que a menudo viste falda en alternancia con aquellos (un rasgo femenino que me encanta). En cuanto a sus pies, a veces cabalgan zapatos de tacón cerrados, otras de los llamados “peep-toe” que dejan ver un par o tres de deliciosos deditos, o en otras más afortunadas para mí, sandalias abiertamente exhibicionistas. Por lo que respecta a la envoltura de éstos suele llevar medias color carne o crema, más raramente negras (incluso en verano a veces). A través del fino velo observo que en ocasiones sus uñas lucen un morboso lacado negro brillante (en lugar del claro transparente habitual) que hacen aún más apetecibles sus exquisitos deditos.

Su nombre, que tampoco revelaré, es corto y empieza por “M” (tras tanto tiempo “tras sus pasos” en más de una ocasión he oído a sus compañeros/as referirse a ella con él. Amén de que a veces llevan una chapita identificativa en la blusa donde figura éste junto al apellido).

Sueño con comerte tu delicioso chochito, con masturbarme con tus hermosos pies enfundados de seda, con sumergir mis hambrientas manos de fetichista bajo la sombra de tu falda azul oscuro, y deslizar las ardientes yemas de los dedos a lo largo de tus pantorrillas y muslos igualmente engalanados de la fina materia de tus pantis, hasta alcanzar tu glorioso culo. De vuelta a los pies, embriagarme con la esencia de tus plantas recorriendo mi boca y fosas nasales.

Te amo M… Eres mi amor platónico. Me encanta tu tipito delgado pero torneado, con la precisa, y preciosa, carne allá donde debe estar. Tu linda carita enmarcada por esa media melena de color negro. Tus ojos picarones, que a veces miran a través de unas gafas de fina pasta que te dan un morboso aire de profe severa. Me encanta tu nariz, mínimamente aguileña, lo suficiente para dar firmeza y personalidad a tu rostro, sin afearlo en lo más mínimo. Y esa boquita jugosa…que follaría con mi polla hirviente, loca de deseo. Allá donde me derramaría por entero. Allá donde mi leche rebosaría cálida de tus graciosas comisuras. O bien brotando en una salvaje corrida tras una enloquecida masturbación de tus apetitosos pies, empapando éstos, a través de tus finas y delicadas medias.

Esta eyaculación que tu recuerdo ha provocado (una vez más) es para ti, cielo. Mi inalcanzable, pero a menudo presente en mis pensamientos, M…

FIN