Hubo un anuncio, del famoso refresco. Donde un niño, con traje y engominado sentado en un sillón, decía: “Navidad, época del año: en la que la gente está dispuesta a perdonarlo todo.”

En el último servicio que contraté. Una chica, con esas buenas palabras de estos días, me dijo: “este año, no hagas lo que hiciste el pasado”. Por los detalles, en algún frio calentón, de esos que me dan cuando estoy desnudo ante una mujer, la he tenido que contar lo del pasado año.

Como siempre, las profesionales del sexo mercenario me han dado buenos consejos. Y la hice caso.

Que amargo está esté jodido té, como quema la garganta a estas horas de la madrugada.

La cena de ayer, lo normal para pasar el trámite. El madrugón de esta mañana para colocar los regalos bajo un árbol sintético, con luz artificial y muchas sombras reales. El, no tiene culpa de mis problemas y le ha gustado romper esos papeles de colores que envolvían todo lo que había pedido. Que bien sentir la inocencia de los pocos años.

Haciendo, de tripas corazón y caso a esta chica. He ido a esa comida. De negro riguroso. Arreglado pero sin corbata, esa queda para el disfraz laboral.

Era, “la hora de la verdad”. Al llegar, una mesa redonda. ¡La jodimos!, no hay lugar para que se esconda el refugiado. En una mesa cuadrada, si eliges bien puedes evitar más de un cara a cara constante. ¡Adelante! un paso más. Todo iba medio normal. En la cuarta gamba. Ha venido el espíritu de la oscura Navidad y con voz inquisidora. Ha dicho: “Crees que se puede estar en una comida sin hablar”. Con pulcritud y vergüenza torera. He terminado esa gamba para no volver a tocar ninguna más. Mientras todos me miraban. Supongo, cuando me ha bajado el rojo tomate de la cara he terminado, como he podido. Después de recibir ese escarnio público y con la única defensa de esperar el segundo plato y el postre para huir como he podido.

Después, lo normal, ha habido quien me ha evitado el brindis, pero no estamos en la antigua Roma, así que; vamos a continuar ¡esto es lo que hay! Cuando estorbas, como sabes, molestas, como molestas, estas donde estorbas.

Una vez repartidos los viajeros. A ninguno les gusta coger hoy el coche y renunciar a ese último chupito, como he tenido que hacer yo. Los he ido distribuyendo como tocaba. Al fin y al cabo, viene un crio pequeño y hay que cuidarse. No tiene culpa de nada. Y por lo menos, que no diga que su padre no estuvo con Él, un día de Navidad.

Triste y solitario, surcando las calles. Me ha costado encontrar una cafetería abierta, para tomar un café que debía ser todo torrefacto por lo duro y amargo que estaba.

El mejor horizonte; escoger compañía. Acordar el servicio, pagar lo concretado y aunque sea por dinero me soporten como soy. El único acompañamiento del que soy digno merecedor, es aquel que me puedo permitir económicamente.

Que no se diga, yo lo he intentado, pero; así es: “La alegre Navidad”. como me cuesta convivir donde no me dejan sobrevivir.

Ya lo tengo más claro:
¿Qué tal mi Navidad?
Bien, “una menos”.

Que en la próxima llegue a ser mucha mejor.

Gracias por que me haces ver que no estamos solos aunque así parezca, con lo cual a por el verano.

Buen camino gran guerrero.