No hay vuelta atrás.
No hay vuelta atrás, ha llegado el momento.
El aire en contacto con la piel, las rodillas clavadas en el suelo soportando el peso del cuerpo y mi corazón más acelerado de lo habitual me dicen que esto no es lo de siempre. Esta vez no se trata de una fantasía delante del ordenador. Es diferente, esto es real.
Me encuentro en el centro de una habitación con la puerta cerrada a mi espalda y muy poca luz. Estoy solo, desnudo, arrodillado y mirando al suelo. Me siento desprotegido, expectante y temeroso.
Oigo pasos, unos tacones se acercan a la puerta. Se detienen.
Ha llegado el momento.
La puerta se abre, ella entra y cierra con llave. Estamos solos. Ella y yo, nadie más. Esos tacones se acercan, siento su presencia. Me siento observado, me mira en silencio. ¿Qué pensará?, ¿qué querrá?..., no lo sé.
Escucho su voz.
- Por fin juntos.
Con un pañuelo venda mis ojos y con unas esposas ata mis muñecas a la espalda. Es definitivo, estoy en sus manos.
Pasea alrededor, escucho sus tacones caminar junto a mí. Cada paso que ella da…, cada tacón golpeando el suelo…, acrecienta mi inquietud. Ordena que me levante. Unas manos acarician mi espalda, mis hombros, mi cara. Sigue paseando. Sólo los tacones rompen el silencio. Las yemas de sus dedos tocan mi piel y cada vez estoy más nervioso.
De pronto, sus dedos pellizcan mis pezones suavemente hasta que esa delicadeza desaparece y se transforma en dureza. Los suelta y una voz me susurra al oído…
-Entre estas paredes, aquí, hoy, y ahora…, eres mío. ¿Lo has entendido?
Es una voz suave, sensual, que vocaliza con una perfecta dicción cada una de las palabras que sin duda me marcarán en adelante.
Tímidamente respondo que sí, ni siquiera sé cómo quiere que me dirija a ella. Siento que se aleja y cuando regresa me coloca un collar en el cuello con una correa. Tras colocarlo, tira de él y la misma voz sensual y susurrante de hace unos instantes se convierte en altiva, autoritaria y amenazante.
-Ya me encargaré yo de que no olvides quién es tu Dueña.
Es increíble. Tan solo me ha dedicado dos frases y he pasado en segundos de disfrutar de la sensualidad y seducción de una voz susurrante a ser intimidado por la severidad y dominación de una mujer.
Súbitamente, tira de la correa y ordena que me ponga en el suelo a cuatro patas.
Al instante una fusta sacude mis nalgas con fuerza. Mi tensión y excitación aumentan por momentos. No creo que haya cometido ningún error, interpreto que son una señal para que recuerde qué soy su objeto y ella mi propietaria.
Utilizando la correa me guía por la habitación, me desplazo gateando y se detiene al de unos pasos.
-¿Te gustaría conocerme?
Me retira el pañuelo de los ojos. Ordena que mire al suelo y camina hasta ponerse delante de mí.
-ya sabes lo que tienes que hacer.
Me agacho y comienzo a besar sus pies enfundados en unos zapatos con un tacón alto y muy fino.
Me muero por levantar la mirada y poder ver a mi Dueña, ella lo intuye y anticipándose
a mis pensamientos me responde con voz amenazante…
-Ni se te ocurra levantar la cabeza.
Tras besar sus pies, tirando de la correa obliga, por fin, a que levante mi mirada. Es ella, ahí está. Sentada al borde de la cama con las piernas cruzadas y mirada dominante. Mi Dueña y yo su objeto.
-Bienvenido perrito. Espero que te portes bien.
Me dice con una sonrisa.
Su presencia transmite sensualidad y autoridad. Provoca excitación e inquietud. Inquietud por saber qué deseará. Por saber cuál será su capricho y si estaré a la altura.
Continúo besando sus pies, sus tobillos y muy despacio me atrevo a subir hasta sus muslos. De pronto, tira de la correa, la miro y me da una bofetada en la cara.
-¿no sabes hacerlo mejor?
Nervioso continúo besándola pero con mucha más excitación y entusiasmo que antes. Su mano acaricia mi cabeza como una dueña acaricia a su perro cuando le premia. No dejo de besarla cuando inesperadamente su mano baja por su escote. Sabe que lo deseo pero con una sonrisa me mira mientras niega mi anhelo con un ligero movimiento de cabeza.
Se levanta y me quita las esposas.
Me manda tumbarme en el suelo mirando hacia arriba y acercando sus zapatos a mi cuerpo hunde sus tacones en mi piel. Es un placer poder observar a una mujer tan hermosa. Ella disfruta y yo me siento orgulloso de poder ser útil.
-levántate sumiso, me apetece pasear a mi juguete.
Sujeta la correa y caminando por delante me pasea por la habitación como quien lo hace con su perro. Me siento suyo, no hay duda. Mientras me pasea se detiene inesperadamente, algo ocurre. Me mira y sonríe. Se aleja y cuando vuelve trae un cordón. Se acerca, se agacha y lo ata con delicadeza en mi sexo apretando lo suficiente como para no hacer daño pero que tampoco se suelte.
Una vez atado continúa paseándome pero esta vez no tirando de la correa sino del cordón.
Cuando ha disfrutado lo suficiente me coloca al borde de la cama y ordena que me arrodille, ella clava su tacón en mi espalda y me presiona para que eche mi cuerpo contra el colchón.
Noto como sus manos acarician suavemente mi espalda desde la nuca hasta mis nalgas terminando en unos azotes. Unos azotes pausados, espaciados pero cada vez más intensos. Cuando creo que ha terminado, algo toca mi nuca y recorre de nuevo mi cuerpo. Se trata del mismo camino que hace unos segundos habían trazado sus dedos, sin embargo, una fusta es ahora quien tiene el turno.
-Pórtate bien perrito.
Mi Dueña azota mis nalgas con intensidad hasta conseguir enrojecerlas. Se detiene brevemente pasando su mano por ellas para calmar mi piel pero apenas lo hace y de nuevo vuelve a azotarme con energía.
Tras un rato mi cuerpo se mueve, parece que mis nalgas empiezan a sentir el picor de los azotes. Ella se detiene y calma el dolor pasando sus manos por mis nalgas con mucha delicadeza. Se acerca y me susurra...
-¿Aguantarías diez más por mi?
Y respondo,
-Por supuesto.
-No te arrepentirás. Cuéntalos y no pierdas la cuenta.
En ese momento vuelve a castigarme pero soy consciente de que cada azote será recompensado. Cuando termina me dice,
-Muy bien sumiso. Levántate.
Estoy de pie dolorido y muy excitado. Se acerca y me observa. Se acerca cada vez más. Puedo oler su cabello y sentir su respiración en mi rostro. Me mira a los ojos. Me atrevo a besar su cuello y ella besa el mío.
Comienza a desnudarse y cuando termina, me mira y tomando mi sexo con su mano me lleva a la cama y me tumba en ella. Se sienta encima mío y ordena que no me toque aún. Acerca sus pechos a mi boca y los beso con pasión mientras sus manos aprisionan mi nuca contra ella.
De pronto escucho su voz
-Tienes diez segundos para masturbarte y terminar. Si no lo consigues no dejaré que lo hagas más tarde.
No me queda otra. Tumbado en la cama, dominado, cumplo sus deseos.
-Buen chico
Me dice mirándome a los ojos dibujando una sonrisa pícara en sus labios
-No ha estado mal. Espero usarte más veces, soy muy caprichosa y esto sólo ha sido un aperitivo. No me decepciones.
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