Una Sirena y un Triton
Una tarde, en el momento mágico en el cual el ocaso empieza, el sol ya no nos da su calor, y le puedes mirar de frente, de tu a tu, observas la primera estrella en el firmamento, venus... el cielo se tiñe de miles de tonalidades diferentes, amarillo, oro, dorados, rosas pálidos, rosas mas fuertes,... la mar calma, una ligera brisa, la tranquilidad del momento se ve truncada por los delfines, los cuales y a toda velocidad se dirigen a recibirte a sus dominios, veloces y saltarines. Les acompañan las gaviotas... el sonido de la mar chocando con tu barco, y del viento sobre tus velas, la ligera brisa que recorre tu cuerpo...
En ese momento un Triton y una Sirena se besan, con ternura, dulcemente, las caricias recorren sus cuerpos, y la suavidad de la piel de su Sirena, encandila, ilumina, excita, al pobre Triton, el cual olle el canto de amor de la Sirena, y no puede resistirse a sus encantos.
Se van a una playa cercana, una playa virgen, cómplice de sus dichas como amantes, y allí, sus cuerpos en la magia del momento, se convierten en hombre y mujer. Ahora pueden amarse. Se tocan con suavidad, con timidez, empiezan a recorrerse y a explorarse mutuamente. La suavidad de ella, con su sonrisa de felicidad que hace que sus ojillos de sirena brillen con una especial luz, ya no es recatada ni tímida, es una amante experta, que imprime la pasión necesaria para que su compañero, otrora Tritón, ahora un simple hombre, un marinero de ojos claros, se vea excitado hasta puntos insospechados, besando, lamiendo, arañando, los pechos, hombros, espalda, sus irresistibles piernas, tan suaves, sus nalgas... Y cuando por fin llega a su entrepierna, ella se abre, y lo recoge con sus dulces manos, y él, en ese momento, prueba con su boca la mas dulce miel.
Los gemidos sacuden el cielo, ella grita de pasión, y le pide a su marinero que entre en ella, que descubra el tesoro que tiene, y que es para el.
En ese instante, ella lo recibe, el arde en pasión, se mueven al unisono, son solo uno, se sienten en un ritmico movimiento de vaiven, que se ve avivado por los gemidos de placer de los amantes, los cuales se mueven mas y mas deprisa, a la vez que se besan con un ardor desbordante, y la pasión sale a raudales por todos los poros de su ser. Notan que se acerca el final, el extasis tan locamente buscado, y cuando llega, la sinfonia de colores que iluminaba el cielo, ya no existe. El sol se ha puesto, el cielo ya no es rosa, y el momento mágico ya ha pasado.
Ahora queda esperar otro ocaso...
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