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En la penumbra de la sala espero a que empiece la película. Llega hasta las inmediaciones de mi fila el ruido de unos apresurados pasos, sin duda, provocado por unos tacones femeninos que la alfombra, que oculta la madera del pasillo no puede amortiguar del todo. El delicioso tamborileo provocado por las prisas, se hace más sosegado. A la luminosidad aportada por unos tráileres que comienzan en ese momento, veo, tragando saliva, que la dueña del taconeo, un pibón moreno, de bellísima sonrisa, se introduce en mi fila semiagachada y pidiendo disculpas a la pareja situada a mi derecha, de la que solo una butaca libre me separa. Se aproxima, salvando a mis compañeros de fila portando frente a ella un largo abrigo oscuro plegado sobre su antebrazo izquierdo; ya voy a hacer ademán de incorporarme para dejarla pasar ante mí, cuando me dice, bajito y con una voz dulcísima:

-Gracias, no se moleste, es aquí –mientras agita la entrada en la mano - se sienta, recogiendo el abrigo con un plegado más sobre su regazo, el cual ocultaba a mi vista una imagen perturbadora, una de esas visiones que para un fetichista como yo, suponen el sumun de lo excitante en la forma de vestir femenina: unas preciosas y esculturales piernas enfundadas en medias negras que exhibe con generosidad, gracias a lo corto de su minifalda. Alcanzo a ver, deslizando la mirada hacia abajo, unos botines igualmente oscuros.

Madre mía de mi vida. Si añado que encima, y a lo que el resplandor de la pantalla me permite vislumbrar, se parece a la húngara Honey Demon, una de mis actrices porno favoritas, ya parecerá que estoy exagerando ¿soy acaso presa de un sueño hecho realidad? Me pregunto que hace semejante diosa viviente (y con esa facha) sola, en un cine, un viernes por la noche. Lo que hace un feo como yo, no hace falta preguntárselo.

Trago saliva, me vuelvo hacia ella disimulando, como si me rascara a través de la camisa el brazo derecho. Mi mirada se desliza desde su bello perfil concentrado en la pantalla hasta sus piernas de nuevo, ahora que cruza la izquierda sobre la derecha, lo que me permite disfrutar del glorioso panorama de un torneado muslo que la fina y brillante piel de la media hace aún más deseable…Qué bellezón. Me encantaría acariciar esa preciosidad de muslos embutidos en lycra negra, sentir el delicioso y suave tacto de la media en las yemas de mis dedos, descalzarla e inundar mis fosas nasales con el glorioso aroma de sus pies enfundados de oscura seda. Lamer a continuación las plantas, puentes y empeines de sus riquísimos pies y que, seguidamente me masturbara con ellos echándola un lefazo que le llegara hasta los ojos, pegoteándole las pestañas de anhelante y caliente semen…

FIN DE LA PRIMERA PARTE