Iniciado por jimihendrix
(Mensaje 577640)
El martes pasado tuve mi segunda experiencia con Carmen. La primera fue en junio. Los recuerdos de los dos encuentros son muy parecidos y se entremezclan en mi memoria. El primer contacto con ella fue fácil, un sencillo e-mail ([Only registered and activated users can see links. Click Here To Register...]). (He leído sobre ti en el foro. ¿Podrías mandarme tu teléfono y fotos tuyas? ¿Precio? ¿Sitio?). Me contestó al día siguiente dándome el teléfono, enviándome dos fotos, informándome sobre sus servicios y diciéndome que recibía en diferentes apartamentos por horas. Un par de días después la llamé. Tardé unas dos horas en contactar con ella, pero cuando me cogió el teléfono fue muy amable y me gustó su tono de voz y su manera de hablar con acento de país del Este. (Hola. Hola, ¿eres Carmen? Sí soy yo. ¿Estás disponible? ¿Cuándo? Ahora mismo; bueno, en media hora. ¿Dónde quieres? En la Plaza de los Cubos me viene mejor, está más cerca de mi trabajo. De acuerdo, en media hora estoy allí. ¿Cómo te voy a reconocer? Voy con vaqueros y una camisa vaquera. Vale, yo voy con un vestido rojo y con zapatos blancos. Ahora estoy de morena –como ella dice-, en las fotos era antes y estaba de rubia. Muy bien, te veo en media hora. Vale, hasta luego. Hasta luego). La segunda vez fue igual de fácil. (Hola. Hola Carmen, soy Jimi Hendrix. Estuve contigo en junio. Te llamo para ver si estás disponible ahora. Ahora, puedo. Vale, ¿cuánto tardas en llegar a la Plaza de los Cubos? No te he dicho todavía que desde hace dos días tengo un sitio, por Marqués de Vadillo. Vaya, está un poco lejos. Pero es mejor, más discreto y es más barato. ¿Cuánto cobras ahora? El precio es 50 euros media hora y 80 euros una hora. De acuerdo, voy para allá; llegaré en media hora. Vale, te espero. Hasta ahora, Hasta luego). La primera vez que la vi, vino vestida con un traje rojo y ajustado que la hacía muy elegante, con zapatos blancos de tacón alto y una blusa blanca. El pelo muy negro, recogido en una coqueta coleta. Me pareció impresionante. Alta, guapa, con estilo. Un imponente pedazo de mujer con la que es imposible no desear estar con ella. Noté que todos los hombres la miraban al pasar, aunque nadie hubiese imaginado que gana dinero haciendo sexo. La segunda vez, me recibió en su nuevo sitio con un traje negro y ajustado, con un toque de lencería y sandalias negras de tacón alto; con tacones me saca casi una cabeza. El trato con Carmen es muy agradable. Está todo el rato pendiente de que disfrutes lo máximo que puedas mientras estás con ella. Es absolutamente complaciente, hace todo lo que le pides con la mejor disposición –aunque a mí no me interesa, le pregunté por curiosidad si hacía griego. (No hago griego, me hace daño, no me gusta)-. Al empezar, apaga el móvil para que nadie pueda interrumpir. En ninguna ocasión miró el reloj; por el contrario, tuve que estar atento yo para no pasarnos mucho de la hora. Empezamos la sesión de sexo desvistiéndonos mutuamente, tocándonos y acariciándonos con la respiración sonora y agitada. No paraba de besarme, con besos a veces fuertes y profundos, otras veces más suaves y sensuales. Según fuimos quitándonos la ropa me besó por todos lados, me besó los pezones, una y otra vez, el cuello, el pecho, la tripa y siguió besando y chupándome la polla con intensidad y dedicación hasta que le pedí que nos tumbáramos. (Ven vamos a la cama. ¿Quieres ducharte primero? Hace mucho calor en la calle. Muy bien. Vamos). Estar en la ducha con Carmen es divertido y relajado. Me enjabonó por todas partes, con naturalidad y delicadeza, como si fuese algo que hubiese sido muy habitual entre nosotros, y yo también la enjaboné y la duche. Cogió unas toallas grandes y nos secamos mientras charlábamos. Me di cuenta de la naturalidad con la que Carmen vive el sexo y noté la agradable sensación de estar preparándonos para tener sexo con la tranquilidad y la relajación que se tiene cuando se sabe que uno va a estar tranquilo, que va a disfrutar y que nada va a estropear esa experiencia. Una vez secos, nos tocamos, nos besamos, nos acariciamos, nos miramos y cariñosamente me cogió de la mano para acercarnos a la cama. Nos tumbamos y le pedí que me acariciase. (Acaríciame, acaríciame todo el cuerpo). Carmen es totalmente complaciente, va haciendo todo lo que le pides e intenta que todo sea de tu agrado. Se deje guiar y dirigir, y te pregunta (¿Te gusta así?). Le pedí caricias y me acarició suavemente, por delante y por detrás, de arriba a abajo y de abajo a arriba. Después, la acaricié yo. (Déjame que te acaricie yo a ti. Túmbate, Relájate, pon tu cabeza en la almohada). La acaricié desde sus pies hasta su cara, pasando por sus piernas, su culo, su espalda, su vientre, sus pechos, todo, por delante y por detrás. Y mi mano llegó hasta sus labios, los acaricié y poco a poco los fui abriendo hasta abrirlos del todo, como una flor, y ver la preciosa entrada de su vagina rosada (Me gusta ver dónde me voy a meter. ¿Te gusta? Sí, me gusta mucho, tienes un coño muy bonito. Gracias. De nada, es bonito de verdad). Acaricié su clítoris y noté que se excitaba. (Me encanta verte disfrutar, es lo que más me excita). Le seguí frotando el clítoris con cuidado y con intensidad, mientras la miraba y veía las expresiones de placer y excitación en su cara, y cuando la noté aún más excitada, le metí los dedos en la vagina a la vez que seguía frotándole el clítoris y metiendo y sacando los dedos de su vagina. Es precioso ver a Carmen excitada sexualmente y ser espectador de cómo muestra su excitación con naturalidad. Viéndola a ella, yo me excitaba cada vez más. (Vamos un poco más despacio. Vale. ¿Qué quieres hacer? Dame un masaje, por favor. Vale). Me di la vuelta y empezó a darme un masaje por todo el cuerpo, por las piernas, el culo, la espalda y los hombros. Tal vez para los expertos lo que hace Carmen no sea un masaje profesional, pero para mí, fue bueno y suficiente para concentrarme en las sensaciones corporales y aumentar la sensibilidad y la relajación. (Bésame. Bésame todo el cuerpo y después chúpamela). El francés –por supuesto, sin goma- es maravilloso. Se implica muchísimo, lo hace con cuidado y con intensidad. (Mírame mientras me la chupas. Así. Estás muy guapa. Me gusta verte mientras me la chupas). Tiende a acelerarse un poco, pero no hay problema, se adapta muy bien a lo que le pidas. (Más despacio. Así. Empieza desde abajo y ve subiendo despacio, apretando, por el centro de la polla. Así, muy bien). Y después se la metió en la boca hasta el fondo, subiendo y bajando la cabeza, mientras estaba atenta a qué me producía más placer. Después de un rato de placer enorme, le tuve que pedir que parara para no correrme antes de tiempo. (Para, por favor. Si no paras me voy a correr ya. Si quieres, te puedes correr en mi boca, no la voy a apartar. Tal vez otro día, prefiero correrme luego dentro de ti. Ponte encima. Muy bien). En ese momento pensé: ”Es inevitable, otro día me correré en su boca, mientras contemplo su coñito y abrazo su culo”. Y pasó su pierna derecha por encima de mí, cogió un preservativo, me lo puso con cuidado, y se colocó bien abierta delante de mí. Una visión preciosa. Me cogió la polla con firmeza y la dirigió hacia dentro de su vagina, con maestría y tranquilidad, mientras me miraba a los ojos. Y después descendió metiéndose la polla todo lo que pudo. (Qué bonita estás encima. ¿Te gusta así? Claro que me gusta, me gusta mucho. La noto, la tengo hasta dentro, a mí también me gusta). Tener a Carmen encima es fantástico. Se mueve con interés y se nota que le agrada que disfrutes. Parece que ella también disfruta y lo deja ver por sus expresiones, por su manera de respirar y de moverse. Como en el francés, tiende a acelerarse un poco –al menos para mí, que ya no estoy para muchos trotes-. (Más despacio, así. Muy bien. No te salgas y acércate, que te pueda abrazar y besar). Mientras follábamos, no dejaba de besarme de tocarme, de mirarme. Fue maravilloso follar despacio un buen rato, mientras sentía su cuerpo frotándose con el mío, mientras nos besábamos y nos mirábamos con la complicidad del que sabe que la persona con la que está está excitada y disfrutando. Tras un rato ya estaba otra vez a punto de correrme. (Párate, por favor. Mírame a los ojos. Muy bien, así. Me gusta estar dentro de ti. Me gusta sentirte. ¿Quieres ahora a cuatro patas? No sé si voy a aguatar mucho tiempo, no soy muy bueno follando por detrás, pero sí, quiero intentarlo, vamos a probar. Vale). Se enderezó y con cuidado se puso a cuatro patas. En la nueva habitación tiene un espejo puesto en la cabecera de la cama, de modo que la ves a ella y te ves mientras follas. Se puso a gatas, de cara al espejo, y bajo su pecho hasta pegarlo a la cama, su cabeza reposando en la sábana y con los brazos extendidos a lo largo de su cuerpo. La penetré y ella buscó la posición para adaptarse a mi altura de modo que mi polla le entrara todo lo posible. La visión era espectacular; su cuerpo precioso, su cara muy bonita desde ese perfil, su coleta moviéndose según ella se movía siguiendo mi ritmo, adelante y atrás. Me veía en el espejo y vi una parte importante de cómo realmente soy, un hombre que disfruta del sexo, del sexo libre, del sexo para el placer; un hombre al que le gustan las mujeres y los cuerpos de las mujeres jóvenes y bonitas; un hombre al que le gustan las mujeres que entienden la necesidad de sexo de los hombres y a las que les gusta el sexo y que, por las razones que sean, deciden ofrecerlo. Y me gustó lo que vi. El cuerpo impecable, impresionante, precioso, de Carmen; su espalda, tersa, joven; su culo, bien bonito y de la proporción perfecta para su cuerpo; su cara excitada y sus expresiones de placer y excitación; su interés en el movimiento para darme placer; su atención a adaptarse a mi ritmo, a mis jadeos, a mis expresiones de placer. Y mientras la miraba y nos veía en el espejo, pensé: “Más no se puede pedir. Cuando me muera me alegraré mucho de haber follado hoy con Carmen”. Cada vez sentía más placer tanto vital como físico, y cada vez iba incrementándose más. (Ya no puedo más, para un poco, por favor, túmbate que me voy a correr dentro de ti. Vale). Se tumbó en el centro de la cama, abierta y dispuesta, acogiéndome con sus brazos. En la posición del misionero, me metí en ella, entré en ella lo más profundo que pude, mientras nos mirábamos a los ojos y me sonreía, aceptando de buen grado la unión de nuestros cuerpos. Despacio, jadeando, gimiendo, suspirando, besándonos, tocándonos y abrazándonos, follamos plácidamente, tranquilamente, sabiendo que pronto iba a llegar el orgasmo. Bajaba mi ritmo cuando la excitación subía demasiado y notaba la cercanía del orgasmo; estaba teniendo tanto placer que quería que durase más, ojalá pudiese hacer que durase eternamente. Mi excitación crecía y crecía, empujaba una y otra vez, pasaba de embestir con fuerza a penetrarle despacio y suave, la miraba, la lamía, la abrazada, la besaba, cada vez respirábamos más fuerte y más deprisa, sudábamos más, gemíamos más, se nos deformaba más el rostro al notar la intensidad del placer, hasta que no pude más. Y estallé. Noté pasar con mucha fuerza por mi polla el primer torrente de semen y me salió un alarido enorme de placer mientras embestía con fuerza dentro de ella, a la vez que me perdía y me abandonaba en su mirada, me dejaba morir en sus brazos. Grité de nuevo como un salvaje al notar de nuevo cómo salía el segundo chorro, mientras volvía a empujar con fuerza dentro de su vagina y veía en sus ojos la satisfacción de darme placer. Otra vez grité, un grito fuerte, entre alarido, afirmación de vida y de placer, llanto y expresión de júbilo. Y una cuarta y una quinta eyaculaciones de semen, muriéndome de placer y gritando, mientras contemplaba su cara preciosa, su sonrisa cómplice y amiga, y empujaba una y otra vez. Seguí un buen rato teniendo más espasmos, cada vez de menor intensidad, pero muy placenteros al estar acompañados de su abrazo, de su acogida, de su mirada. Mientras terminaba mi orgasmo, me miraba complacida, complaciente y paciente, esperando que echase dentro de ella todo mi semen. Cuando ya se acabo el orgasmo y me repuse, la miré. (Gracias. No tienes por qué dar las gracias. Ya lo sé, pero me has cuidado muy bien y me apetece darte las gracias de todos modos por todo lo que te has esforzado para que disfrute. Eres muy amable, yo también te tengo que dar las gracias. Eres preciosa). Aunque pago a Carmen por el sexo, se merece que le dé las gracias, más allá del dinero y de la relación comercial. Al estar con ella, noté, intuí, respiré, capté, de su estar y de su presencia, que es una buena persona, sencilla, amable, humilde, cariñosa, humana. Todo eso creó un clima de compañerismo en el sexo y en la compañía personal en esos momentos de la vida, que junto con su bien hacer sexual ha convertido unos encuentros de sexo de pago en unas experiencias humanas y sexuales inolvidables. Después charlamos. La conversación con Carmen es muy agradable. Es una chica culta y educada, también prudente en lo que habla y en lo que te pregunta, tiene mucha gracia su hablar del Este, y con facilidad se suelta a hablar. Se interesa por ti, por cómo te va, por cómo estás. Hemos hablado de muy diferentes cosas en nuestros dos encuentros, de lo que estudia, de cómo se las arregla haciendo sexo para poder terminar su carrera, de sus relaciones personales, de su infancia, etc. (Bueno, ya nos hemos pasado de la hora, me visto y me voy. Te llamaré. Vale, cuando quieras.) Mientras me vestía, se vistió también para acompañarme a la puerta. (No hace falta que te pongas esos tacones tan altos. Estás muy guapa sin los tacones. A mí me gustan, no me importa). En la puerta nos despedimos y ya estaba pensando en repetir las experiencias de nuevo con ella. En cuanto tenga dinero y pueda, sin duda, la llamaré. (En cuanto pueda te llamo, te deseo que te vaya muy bien hasta entonces. Yo también, llama cuando quieras). Le di un beso y ella también me beso. (Hasta luego. Hasta pronto, cuídate preciosa). Mientras escribo esta experiencia, no sé dónde estará Carmen, ni que estará haciendo; estará tal vez con su familia, o tal vez teniendo sexo con otro hombre, o estudiando delante de sus libros; esté donde esté, haciendo lo que esté haciendo, vuelva a estar con ella o no –aunque ya procuraré que sea que sí-, le deseo lo mejor para su vida; se merece ser feliz por ser buena gente y por la ayuda y la atención que presta a los hombres que la necesitamos. Espero que otros hombres que estén con ella se porten amablemente, generosamente y humanamente con ella, y deseo de todo corazón que consiga terminar sus estudios y su sueño de trabajar en la profesión que está estudiando.
JH
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