Es lo que tiene hacer una i+d: que te sueles encontrar una tía que viene de paso por Sevilla, generalmente para hacer caja y, a lo mejor, a hacer turismo y comer tapitas. Puede saltar la sorpresa, como ha ocurrido con Silvia, pero hay que reconocer que son habas contadas. Cuando viéramos un anuncio de una nueva chica, deberíamos preguntarle por teléfono, además de sus servicios, tarifas y dirección, cuánto tiempo se va quedar en Sevilla, y así nos ahorraríamos muchos disgustos y no pocos euros, que la cosa está muy mala. Pero, en fin, somos caballeros y puteros, y estas cosas entran dentro de los gajes del oficio. Quien quiera coger peces, tiene que mojarse el culo.
Valga este preliminar para calificar de un plumazo a Eva: no sé si los veteranos recordáis el comienzo de la canción Money de Pink Floyd: un buen barullo de sonidos de cajas registradoras. Pues eso mismo escuchaba yo en el cuerpo de Eva cuando se estaba moviendo encima de mí: el ruido que hace un saco de monedas de dos euros. Pero comencemos desde el principio.
La verdad es que el anuncio no estaba mal:
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Supongamos que es ella la del anuncio, aunque la verdad es que no da una cabal idea del material que te vas a encontrar (no digo que no sea ella). Tal vez, incluso mejore al natural. Por teléfono no es ni simpática ni malaje: digamos que es neutra, como ella toda. Tarifas: 60 la media hora, 100 la hora, lo de siempre: aquí no se apea ni Dios del burro en mitad de la que está cayendo. Por ese precio hay muchas chicas en Sevilla de consabida valía, pero pa' llá que se tira a la piscina este tío y quedo con ella para el día siguiente, a una hora en punto. Los servicios que ofrece son los habituales, sin que se pronunciara la palabra griego en ningún momento, pero recalcando lo de los besos en la boca, cosa que le vuelvo a preguntar haciéndome el sordo. Dirección: famoso chalet calle arriba del campo del Sevilla donde todos los vecinos se partirán de risa viendo a los clientes esperar en mitad de la acera a que les abran.
Insisto en lo de la hora, porque sé que hay compañeros que son muy sensibles a este tema. Mira que siempre quedo a una hora en punto que sea fácil de recordar para que les quede claro que el chache es el dueño de esa hora así se caiga el mundo (y si no, para eso están los sms). Pues como un reloj estoy clavado en la esquina de la susodicha vivienda lumifamiliar y la llamo: teléfono apagado. Pocos minutos después, otra llamada: esta vez me lo coge, le digo que soy el que soy, me pregunta que cuándo he quedado con ella a esa hora, le recuerdo que el día anterior por la tarde, duda, y me dice, grave error, que está fuera y que vuelve en 15 minutos. Le digo que no pasa nada (¿qué voy a decir?) y que me dé un toque cuando regrese y esté disponible. Me apalanco en la puerta de la casa (los vecinos ya me conocen), me fumo dos cigarrillos seguidos y me llama a los 15 minutos para que entre. Una de dos, o la casa tiene un helipuerto y ha entrado por la terraza, o el gobierno también ha recortado la ley de impenetrabilidad de los cuerpos. Don't worry. Espero un momento y me abre la puerta.
Aparece una chica de mediana estatura, ni guapa ni fea, vestida con una batita de raso negra. Dos besos en las mejillas y para arriba. Parece que se quiere mostrar simpática, pero para mí que no lo es en exceso. Por su acento (pronuncia muy profunda la ele) deduzco que es del levante español. Sin más me da una toalla, me dice que me desnude y para el cuarto de baño. El lavado de bajos se lo hace el menda lerenda mientras observa con el rabillo del ojo que ella se está mirando en silencio en el espejo. ¿Se irá a quitar un grano o a empolvarse la cara? No, está allí, en jarras, sin decir ni mú, esperando a que yo acabe de lavarme, con una falta notable de recursos en la conversación. Le doy un poco de palique para que aquello no parezca un funeral y me entero que lleva 3 semanas en Sevilla, que va y viene y que el próximo día 20 se va a su ciudad pero que volverá en más ocasiones. Mirad si soy tonto que no escucho en ese momento las cajas registradoras de la susodicha canción de Pink Floyd. Me digo: "No, esto no es una encerrona. A mis años..." Finalizado el lavado de bajos, vamos al dormitorio donde pone música en el ordenador, un poco follonera para mi gusto.
Bueno, llega el momento estelar: se quita la batita y aparece en conjunto de tanga y sujetador. No está mal de cuerpo; quizás un poco recta de caderas y, cómo decirlo, poco sensual. Se desprende del sujetador: tetas medianas, completamente naturales, bien puestas, muy duras, con un pezón en consonancia con el pecho. Me tiro a por ellas: las beso y las rebeso, pero ella, por algún extraño motivo que supongo sacado de las películas porno, se las estruja, se las junta, se hace trabajos de prestidigitador con ellas. Pero niña, ¿te puedes estar quieta? (le tendría que haber dicho). Con tanta mano por medio no me deja manosearlas a mi antojo, cogerlas bien cogidas, agarrarle los pitones con los dedos, meterle la lengua por debajo. En fin, una batalla absurda.
Me tumbo para que ella haga lo mismo, pero se pone de rodillas, con las tetas encima de mi cara y me las refriega bien por las mejillas, sin dejar de toqueteárselas con una mano. Empieza a emitir sonidos que asemejan a los jadeos, también posible herencia de la reiterada visión de pelis porno, y a mí aquello me empieza a sentar como una patá en los cojones. Por el mismo precio voy a tener una buena sesión de gemidos, a cual más teatrero. Sigo tratando de chupar esas bonitas tetas y ella trata de quitarme los calzoncillos. Pero claro, no se puede estar a cuatro patas, magrearse las tetas y quitar los calzoncillos del partenaire a la vez sin tener al menos 5 manos, cosa que por suerte no tiene. Conclusión: que me tengo que bajar yo los calzoncillos. Y se lanza como una posesa hacia mi polla. Dada la batalla que tenía yo organizada con sus tetas, me había dado poco tiempo para empalmarme. Y es que además hay que aclarar pronto una cosa: Eva es cualquier cosa menos sensual, o así me lo pareció a mí. La chica trata de agradar, quede claro, y presta el servicio con cierto oficio de novia hacendosa, pero sexy, lo que se dice sexy, no es.
No lo he hecho nunca, pero supongo que mamar una polla arrugada tiene que ser decepcionante y aburrido. Por pura empatía, me pongo en su lugar y solo consigo que se me arrugue más. Busco la solución; le digo: "Nena, a mí lo que me gustan son los besos". No se hable más: con unos labios muy carnosos y muy rojos, se dirige a los míos en línea recta y sin freno, y los pega literalmente de un topetazo, pero cerrados a cal y canto. Trato de hacer una nueva batida, pero que si quieres arroz, Catalina: esos labios están sellados posiblemente por una promesa cartuja que hizo a su abuela y no hay manera de que los abra. Aquellos eran besos recatados de tiempos de la censura de Franco. De repente, parece que se anima y me empieza a besar la barbilla, las mejillas, el hombro... y ya está. Para que no me queje, nueva ración de tetas encima de mi boca. La verdad es que yo fui aquel día un hombre a unas tetas pegado: supongo que como le dije que eran muy bonitas y me tiré a por ellas nada más mostrármelas, ella pensó que ancha es Castilla y ahí llevas ración doble de tetas. Reconozco que notar esos pezones y esas tetas tan duras me puso tela y conseguí empalmarme, siempre ayudado por mano propia, porque con sus manos suficiente hacía para agarrarse al colchón y no caer encima de mí.
Como veo que me animo, le pido que se quite el tanga (ella no lo había hecho de motu proprio y eso que llevábamos un rato) para empezar el batalleo. Se lo quita, empieza a masturbarse delante de mí, a tocarse las tetas, a soltar gemidos por su boca: sí, efectivamente amigos, como una peli porno. Bueno, la visión estaba muy bien, lo reconozco: eso de meterse un dedo en la boca y chupárselo es muy sexy y entra dentro de nuestro imaginario pornográfico. Pero lo que quiero es hacérselo yo, así que le sugiero que ponga el coño encima de mi boca para yo relamerme con él. Vietato. Vamos, que no. Se conoce que la lengua ajena le da asco. Cambia el tercio y me pone un condón en dos dedos para que se lo meta por el coño; y así quedé: con una mano tenía mis dedos dentro de su vagina (muy elástica) y con la otra mano estaba dándome con la manivela, porque ella no hacía otra cosa con sus manos que magrearse las tetas, privándome de verlas a su ser. Para que no falte de nada, en aproximadamente 30 segundos, acelera el ritmo de los gemidos al compás de mi penetración digital, pone los ojos en blanco y finge un pedazo de orgasmo: definitivamente, no es Meryl Streep.
Aquello podría haber durado hasta hoy mismo, pero decido sugerirle que es un buen momento mamada. "Ah, sí", me dice, y se apresta a meterse mi polla en la boca, aparentemente de forma salvaje. No puedo decir que fuera una mala mamada, pero tampoco fue antológica: hasta media asta, con el mismo ritmo siempre, tocándome los huevos muy ligeramente. Le digo de hacer un 69: como que no. Yo lo que tengo que hacer es meterle los deditos por el coño: obedezco y me relajo disfrutando de la mamada. A estas alturas de la película, no voy a discutir con nadie por un quítame ahí esas pajas. Lo mismo que antes, ella se amorra al pilón y de ahí no hay quien la saque. Cuando considero que ya estoy bien enhiesto, le propongo follar, ella encima de mí.
Me dice que es su postura favorita (¡bingo!), me pone el condón y se monta en cuclillas sobre mi polla. Nueva sesión de peli porno, mostrándome un rostro contraído entre el placer y el dolor muy representativo de que se lo está pasando bomba. Yo, no tanto. No consigue coger el ritmo (supongo que fingir y moverse no son actos compatibles) y además corta en seguida porque le dolerían las corvas. Menos mal que era su postura favorita.
Me propone el A4, a lo que acepto gustoso pues ya había comprobado que tenía un culo muy bien puesto, alto y muy duro, de medianas proporciones. Me pone un nuevo condón (¿?), se coloca mirando al espejo que hay sobre la cabecera de la cama y empiezo a bombearle. Lo que más me gusta es ver esas tetas duras colgando, casi sin moverse de lo fijas que las tiene (y repito que son naturales). Tampoco está mal la visión del culo y la cara de viciosa que pone a través del espejo es meritoria. Se ve que se lo está currando; se vuelve hacia mí con una media sonrisa como queriéndome decir que está recibiendo el polvo de su vida. Después de estar zumbándole un rato le digo que me canso y ella entonces se pone boca arriba, abre las piernas, levanta las rodillas y se me abre como una flor para que la folle al estilo misionero. Si antes estaba cansado, ahora ya no te cuento, pero por tal de verla con la boca abierta, en el típico gesto de decir "joder, cómo me la metes", merece un premio, y además quiero ver si el repertorio de gemidos es infinito o tiene un final.
Pues bien, señores, tenía un final: un final para que comience la retahíla de "échame la leche calentita" y cosas así. Pero como la leche se la quiero echar en la boca, me doy la vuelta boca arriba y le pido que trabaje ella en forma de mamada to finish. Sin embargo, el tiempo contratado llegaba a su término (bueno, quedaban más de 5 minutos) y ella, muy al loro, lo que hace es pajearme con buen ritmo, con la boca abierta para recibir mi leche. Se acabó la mamada. Sus reiterados comentarios obscenos acerca de lo bien que estaría que me corriera de una vez me hacen recordar diversos relojes del mundo: el de la Puerta del Sol, el Big Ben, el de la Plaza de San Marcos, etc. Curiosamente, también hay una canción de Pink Floyd que se llama Time (con ruidos iniciales de despertadores y relojes de péndulo) y me pongo a tararearla. Cuando voy por aquello de "so you run and run and you run to catch up with the sun" decido hacerle caso a la canción y correrme por fin hasta alcanzar el sol del orgasmo, cosa que sé, inevitablemente, que tendré que hacerme yo al viejo estilo manivela. Por supuesto me dice: "claro, tú te tienes cogido el punto" a lo que yo con cara de gilipollas le digo que sí y que se ponga a hacer guarrerías con su cuerpo para ponerme cachondo. Procurando que ella no se corriera lamentablemente otra vez, cuando supongo que ha llegado la media hora o'clock, me corro, no sin dejar de echarle un último vistazo a esas tetas tan bien puestas.
Una vez corrido, toallitas por doquier y, sobre todo, silencio. Todo lo que había gemido antes se lo ahorró después en palabras, imagino que por falta de aire en los pulmones. Está claro que la sesión ha terminado. Por aquello de hacer llevadera la despedida, hablo un poquito, ella me contesta un poquito y aquí paz y después gloria. Además, ya se ha puesto la batita negra y adiós a las tetas.
Considerando en frío la cuestión, la cosa no estuvo mal, más que nada porque un hombre tranquilo como yo disfruta con el palo de una escoba. Puedo parecer muy mijitas con el relato que he hecho, pero no me he inventado nada: un polvo convencional y punto, con (pésima) actuación incluida. Lo malo es el precio. Repito que por ese dinero hay opciones en Sevilla sobradamente conocidas que están en otra galaxia muy muy lejana. Comprendo que cada una vende su cuerpo por lo que quiere y no me voy a meter en cuestionar esa decisión. Pero si Eva quiere abrir plaza por aquí, lo veo dificilillo, aunque lo de abrir plaza lo digo yo. O precios competitivos o calidad, pero no ninguna de las dos cosas. El cuerpo lo tiene bien, y el servicio está dentro de la mediocridad más absoluta. Para un desahogo es correcta, y para probar nuevas fronteras, chunga. Mi conclusión es que me quedé con las ganas de catar su coño pero tuve ración triple de tetas. Que cada cual se haga sus componendas.
Última edición por Tom Doniphon; 14-09-2012 a las 07:03
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