Como decíamos ayer, yo lo que quería era repetir con Kasandra. Pues iba a ser que no. Os relato la secuencia de los hechos para que veáis lo que realmente me ocurrió, con la esperanza de que no os ocurra a vosotros:
Como soy putero prevenido y no de calentones, siempre llamo a las chicas el día de antes, para saber si van a estar a la hora a la que puedo acudir el día siguiente. Con Kasandra no hice una excepción. La llamé y la conversación fue más o menos así:
- Hola, Kasandra, querría saber si mañana por la mañana vas a trabajar.
- Sí, claro -me contesta ella con su habitual acento un tanto cortante.
- ¿Y dónde recibes esta vez?
- En Padre Pedro Ayala.
Joder -me digo-, porque esperaba que me recibiera enfrente de Plaza de Armas y no en ese antro de Nervión.
Intercambiamos unas palabras más, que sirven para identificarme (ya que con ella me ocurrió un percance que he omitido en mi experiencia de ayer), me reconoce y me dice que le encantará volver a verme. Punto y aparte.
Al día siguiente la llamo desde la calle media hora antes de visitarla para cerciorarme que está donde debe estar:
- Hola, Kasandra. ¿Puedes atenderme dentro de media hora? Te llamé ayer por la tarde y soy el que (me vuelvo a identificar) ...
- Sí, claro. Vente para acá en media hora.
Cuelgo y me voy para Nervión. Delante del antro (por cierto, bastante concurrido de puteros móvil en mano en una calle por la que no pasa ni Dios) la vuelvo a llamar a la hora citada y me dice que suba. Aquí es donde empieza el ladrillo llamado No se os ocurra ir nunca a la casa de putas de Padre Pedro Ayala. Os lo dice un amigo.
No tuve que llamar al portero de abajo, porque la puerta de la calle estaba abierta. Allí me encontré de nuevo el sofá derrengado del hueco de la escalera, que es como la seña de identidad de la casa. Subo las dos plantas y me encuentro la puerta del piso abierta y un buen ruido de voces femeninas dentro. Llamo tímidamente y me aparece una gorda bajita que pasaba por allí y que me saluda afablemente. Le digo que busco a Kasandra y me contesta que ahora mismo está conmigo, para lo cual me lleva a un dormitorio, distinto del que yo había estado la vez pasada.
Allí me siento muy modosito y aparece otra gorda bajita y tetuda con bigote que me pregunta si busco a Sandra. Entiendo que Sandra es Kasandra y le digo que sí. Y en un minuto o así aparece una chica alta, joven (veintipocos años) y muy mona, que me saluda y me da un par de besos en las mejillas.
- Hola, perdona pero yo busco a Kasandra.
- Es que Kasandra no ha venido hoy a trabajar. Yo soy Sandra.
- Ya, pero ...
- Es que Kasandra viene un poco cuando quiere y hoy no ha podido venir, así que yo la sustituyo. Como tenemos más o menos el mismo tipo de cuerpo...
Me quedo con la boca abierta. Me pregunto y le pregunto: yo entonces, ¿con quién he hablado por teléfono?
- Conmigo. Es que yo tengo su móvil. Me lo deja cuando no puede venir.
Viendo que aquello se iba a convertir en una comedia de enredo con interinidades desisto de hacer más preguntas y me pongo a mirar con atención el cuerpo de la falsa Kasandra. Mi escáner visual detecta en pocos segundos que esta Sandra está bastante más buena que Kasandra, que es también bastante más joven y que, aunque no tiene la cara de putón verbenero de Kasandra, la jodía es tela de guapina y además me recuerda a alguien que no logro identificar.
- ¿Y tú cuánto cobras la media hora?
- 50 euros, y por 10 euros más hago griego.
Así que la tía está mejor que Kasandra y además cobra 10 euros menos. Le digo que me quedo a lo que ella me responde que muy bien, y empieza a quitarse la ropa, un body rosa que se ajustaba a las mil maravillas a su sinuoso y esbelto cuerpo.
Bueno, en verdad hace como que se va a quitar el body pero se para y me pide el dinero. Se lo doy y se va de la habitación. Tarda un par de minutos. Mientras tanto yo me he ido desnudando y viendo lo adelantado que va el reloj de cocina que preside la habitación frente a la cama. En ese momento marcaba la una y cinco.
Vuelve Sandra y hace de nuevo el ademán de quitarse la ropa. Yo le digo que me quiero lavar y me dice: "Ah, sí, perdona", abre la puerta del dormitorio y se larga. Yo salgo y me meto en el cuarto de baño, que sé dónde está porque ya he estado allí anteriormente, no porque me lo haya indicado Sandra. ¿Y qué me encuentro? El suelo completamente encharcado de agua. Qué asco. Y el bidé sigue pegado a la pared y además a mí nadie me ha dado una toalla, y la única cosa que hay para secarse es una toalla color malva que quizás en sus tiempos fuera blanca. En fin, para qué seguir contando. Uno es higiénico y aún lo es más con las chicas. Diré simplemente que me lavé como pude y vosotros imaginad lo que queráis acerca de cómo me las apañé. A todo eso, el piso es una algarabía de voces y risas, unas femeninas y otras masculinas. Me pongo los gayumbos antes de salir para que no me vea las vergüenzas nadie.
Cuando vuelvo a la habitación allí está ella. Tengo que decir que Sandra es del corte tipo tímido tirando a muy tímido. Habla poquito la mushasha. Me bajo los calzoncillos y ella se quita la ropa. Entonces es cuando me doy cuenta de que he acertado de pleno: qué pedazo de pibón. La tía está para mojar pan: unos pechos preciosos y duros, de unos 95 que no desentonan en su cuerpo más bien grande; un culo bien puesto y alto; unas caderas riquísimas y el vientre completamente plano, adornado con un bonito piercing en el ombligo. En cuanto a las piernas, largas y bien moldeadas. No le sobra ni un kilo ni tampoco está canija. En definitiva, la tía está cañón. Menudo festín me iba a pegar.
Me voy para ella y empiezo a jugar con sus tetas, los dos de pie. ¿Y qué hace ella? Con un movimiento algo brusco, se deshace de mí y se tumba en la cama boca arriba. Bueno, así está más cómoda la chica, evidentemente. No es lo mismo, porque las tetas ya no se las ve bien en su postura natural, pero dan mucho juego esos pezones pequeñitos que tiene. Le observo de cerca la cara: es una cara con ángel. No diré que es guapa, sino mona, pero seguía recordándome a alguien. Mientras le chupo las tetas observo que se está masturbando con los ojos cerrados. Le sigo besando el cuerpo entero, de arriba hacia abajo hasta que llego a los pies. Ella se sigue masturbando. Cuando llego a su boca hago intención de besarla y ella me dice: sólo doy piquitos. Lástima, porque tiene una boca muy bonita. Lo importante es que me sonríe y descubro de repente que tiene la sonrisa de Meg Ryan. Clavadita. No digo que se parezca a Meg Ryan de cara, sino que su sonrisa es igual, entre otras cosas porque la boca sí que es idéntica a la de la actriz americana. Pues bueno, nos daremos piquitos.
Ella sigue masturbándose y comienza a respirar más hondo. Lo noto cuando pego mis labios a los suyos. Eso de la tía haciéndose una paja es genial y muy erótico, la verdad, pero ¿no os dais cuenta de que faltaba algo? Claro que sí: faltaba yo. Era a mí a quien tenía que masturbar. ¿Comprendéis? Lo digo porque este olvido de la existencia del cliente fue la constante de la sesión. Pero tampoco me preocupaba porque tenía por delante casi media hora y con ese pedazo de yegua me iba a correr cuando quisiera.
En definitiva, que le digo que si me la puede mamar. Ella me vuelve a sonreír (ay, mi querida Meg) y se mete la polla en la boca. Se pone en una postura que facilita que yo le meta los dedos en el coño, pero tiene como desventaja que, entre la mata de pelo que tiene en la cabeza y la postura en sí, completamente de espaldas a mí, no la veo mamármela. Bueno, no importa: me concentro en la mamada. No voy a decir que lo hiciera mal; solo digo que no lo hacía bien. Vamos, una mamada sin pena ni gloria. Nada de saliva, profundidades ni cosas así. De vez en cuando me pasaba la mano por los huevos, pero muy sutilmente. Y además, cada vez que yo quería jugar con su coñito, ella seguía allí con su dedos masturbándose. ¿Raro, no?
Viendo que con esa mamada no llegábamos a buen puerto, le pido que me cabalgue. Por el modo con el que me puso el condón me di cuenta de una cosa muy importante: o era muy meticulosa, o llevaba puestos pocos condones en su vida. Dejémoslo estar y centrémonos en la cabalgada. Ver esos pechos saltar al ritmo de las sacudidas era ver un trozo de cielo. No me canso de repetir el pedazo de cuerpo que gasta Sandra. Pero lo que se dice vicio, poquito, por no decir nada. Era, cómo deciros, una cabalgada de compromiso, muy mal hecha, sin ritmo ninguno, cambiando continuamente de posición (se venía hacia mí, se echaba para atrás, encogía los hombros, los desplegaba, se ladeaba, se ponía en cuclillas, volvía a ponerse de rodillas). En una palabra: era como si estuviera incómoda con mi polla dentro. En fin, si la mamada no fue sublime, esto estaba siendo peor. Le pregunto si le pasa algo y me suelta: "Es que no me gusta esta postura". En fin, sacad las conclusiones que querías de esta confesión, pero yo ya empezaba a alucinar en colores. Eso sin olvidar una cosa fundamental: todo el rato que estuvimos juntos, ella estuvo con los ojos cerrados, incluida la cabalgada. Cuidado con este detalle, digno de coleccionista.
Le pregunto si el A4 le gusta y me responde que esa postura sí. Pues a A4 que la pongo y pronto me arrepiento de no haber contratado el griego, porque tiene un culito muy apetecible. Ella no hace nada para colaborar, pero en la polla noto por el tacto de sus dedos que se sigue masturbando. Aprieto fuerte y me pego una follada de campeonato, puesto que las fuerzas las tenía intactas. Noto que ella empieza a gemir muy suavemente y que el ritmo de sus gemidos aumenta. Al final da como un pequeño gritito que debo entender como que se había corrido. Haciendo caso omiso a este detalle, yo continúo, regocijándome en la espalda arqueada que tengo delante y cogiéndole sus duras tetas.
Pensando en un buen misionero, le digo que se ponga boca arriba. ¿Y qué hace? Así, sin más, me dice: "Perdona, pero tengo que salir un momento". Fijaos bien en la escena: yo allí empalmado, un poco sudoroso y agitado, en plena faena, y va la tía y se larga de la habitación. ¿Cómo se come eso? Tras un minuto de ausencia, regresa y se vuelve a echar boca arriba en la cama con los ojos cerrados. ¿Y a que no sabéis que se pone a hacer? Efectivamente, se empieza a masturbar con los ojos cerrados. A esto se llama una mujer guapa con las ideas fijas.
Yo ya, cortado, decido dedicarme a su coño y me bajo al pilón a comérselo. Muy rico por cierto. Por fin deja de masturbarse y yo mientras le como el chichi la veo en contrapicado: el perfil de su nariz, sus labios, el mentón, ... ¡por fin! Ya sé a quién se parece: a María José Suárez, la Miss España. Por supuesto en menos guapo, pero le da un aire. Ahora más contento que unas Pascuas (estaba en esos momentos con un extraño cruce entre Meg Ryan y María José Suárez) le pego unos buenos lametones en el clítoris y... llaman a la puerta.
Como yo estaba en lo mío, no me doy cuenta al principio, pero viendo ella mi cara de extrañeza me dice: "Es que ya es la hora". Me vuelvo al reloj de cocina y marca la una y veinte. Llevábamos 15 minutos de fornicio. Le digo que ni mijitas y ella me dice que la madama es muy exigente y que cuenta desde que entré por la puerta de la calle. Le aclaro que no voy a discutir y le propongo que me haga una nueva mamada. Esta vez se la ve más urgente en sus maneras y se aplica un poco más que la vez anterior. Se pone enfrente de mí y en vez de verle esas miraditas de vicio que nos gusta tanto a los puteros, la sigo viendo con los ojos cerrados. El ritmo es sostenido, pero no llega ni a media asta. Para colaborar un poco, me hace así como un simulacro de paja. Y entonces... vuelven a llamar a la puerta. Han pasado exactamente 3 minutos. Le digo que pase del tema y que siga. Como comprenderéis, mi excitación en esos momentos era cero, entre la falta de implicación y pericia de la muchacha y los golpes de la gorda de afuera. Pero aquello no iba a terminar allí. Le digo que me vuelva a montar y se apresta a ello como si le metiera el Diablo el dedo por el culo, mientras rezonga: "Es que eres duro para correrte, ¿eh?". Le contesto que yo me corro exactamente a la media hora, que es lo que pago, y que la culpa es de mi madre que me hizo así.
Como comprenderéis, lo de la cabalgada era una vil excusa para verla bien en pelota de frente y yo calentarme en el menor tiempo posible. Pero si la montura de antes fue mala, ésta, con las prisas, fue desastrosa. Y a los dos minutos... nuevos golpes en la puerta y una voz sudamericana que dice: "Señor, va a tener que pagar un suplemento". Lo que faltaba; además, con amenazas.
Entonces apareció el hombre tranquilo que llevo dentro y me dije: "mira, tío, tú vienes aquí a disfrutar y no a meterte en broncas cuando termines el polvo. Esta tía no vale ni la mitad de los 50 euros que has pagado, así que no sueltes ni un duro más. Venga, campeón, a por ello". Respiro hondo y le digo a Sandra que se ponga de pie y se acaricie. Aunque lo hace fatal, consigo ponerme a tono en 30 segundos viendo esa preciosidad de cuerpo y suelto la mascá. Fin de la sesión. Corre que te pillo me visto no sin antes preguntarle cuánto tiempo lleva en esto. Según ella, mucho. Según yo, 3 días, si no es más bien que yo era el primer cliente que había tenido en su vida. Lleva uno muchos toros lidiados para saber cuándo torea a una becerra.
Así que esta es la historia de Sandra y su simpática casa de putas. Yo me he jurado que cada vez que escuche la frase "Padre Pedro Ayala", saldré corriendo. En cuanto a esta Sandra, a quienes les guste recién llegadas al oficio, es su chica. Pero lo advierto: al menos mi muñeca hinchable tiene los ojos bien abiertos.
PS: No pongo enlace a fotos porque no he encontrado ningún anuncio de ella en las webs habituales (como ya sabéis, solo hace sustituciones...) Hay una Sandra por ahí, pero las fotos no se corresponden con la tía que estuvo conmigo. Si la localizo alguna vez, pondré el enlace.
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Sandra es española, por el habla andaluza y, porque yo se lo pregunté, no es de Sevilla. Me inclino a pensar que es malagueña pero no sé en qué me baso.
Utilizando como referencia el número de movil 653622978 me sale que perte-
nece a una casa llamada "villa del amor" sita en Plaza de Armas. Hay un anun-
cio antiguo de otra chica: [Sólo los usuarios registrados pueden ver los enlaces e imágenes. ]
Aqui pueden observar más imagenes del picadero: [Sólo los usuarios registrados pueden ver los enlaces e imágenes. ]
¡Lo que nos hemos perdido! todo ello por la siempre acertada y afilada pluma
del magistral Thornton.
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Bueno, vamos a lo que vamos (por cierto, sois cojonudos, tíos). Como muy bien a rastreado el maestro Biosca, el teléfono 653622978 pertenece tanto al lumipiso de Padre Pedro Ayala como a otro que hay enfrente de Plaza de Armas, exactamente en la calle Radio Sevilla. Ambos antros pertenecen al mismo dueño (es un tío) y están regentados por las mismas madamas, que se turnan. Yo no he estado en la casa de Radio Sevilla, pero seguro que menos higiénica que la de Padre Pedro Ayala no es, por imposibilidad.
De verdad que insisto en lo de la higiene, y repito: tanto en mi visita a Kasandra (por las prisas) como a Sandra (por la guarrería que me encontré en el suelo) me pareció que se cuidaba poco el tema de la limpieza en ese piso. Lo advierto para los escrupulosos, entre los que me encuentro: si uno no se puede lavar tranquilo, a lo mejor tampoco lo pueden hacer las chicas, ¿no?
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