Diana 625240190

Viendo que últimamente no se escriben más que cosas negativas sobre las lumis de Zaragoza, sobre todo con el tema de fotos falsas, voy a contar una experiencia positiva que viví hace unos meses en Zaragoza.

Nombre: Diana
Nacionalidad: brasileña
Edad: 24 años

Teléfono: 625240190
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Fecha del encuentro: finales de 2012

Lugar de la experiencia: Zaragoza, en un antro del barrio de las Delicias.

Tarifa: 100 euros por una hora.

Valoración: 7

Cara: 8
Físico: 7
Francés: SIN
Folleteo: 7
Implicación: 7
Conversación y compañía: 5

Repetiría: Sólo si me entero que trabaja en otro sitio.

Forma de contacto:

Me lleva un amigo de Zaragoza a última hora de la tarde, antes de cenar a un bar bastante cutre lleno de lesbianas, brasileñas atractivas y una colección de tíos raros. Tomamos ahí unas cervezas y unas tapas y me pregunta que cuál de todas me gusta más. Digo que la bajita morena. Una chica muy guapa pero de un tamaño inusualmente pequeño, lo cual me dio bastante morbo. En ese momento no sabía que era lumi y no entendí bien la pregunta, igual que cuando le vi hablando con una chica que estaba en el bar.

Vamos a cenar a un restaurante de la zona y cuando terminamos, me dice que si quiero quedar con la bajita. Le digo que sí y saca un papel de la cartera en el que la chica gorda que había en el bar le había apuntado el teléfono. "Toma, llámala, se llama Diana".

Me contesta un tío y me dice que ella está ocupada, pero que vaya a una dirección. Está por la zona donde estábamos nosotros. Le pregunto que cuánto le falta y me dice que una media hora. Le digo que luego vamos.

Volvemos al bar brasileño a tomar un café para hacer tiempo y ya todo el mundo sabía que éramos puteros en busca de carne. De repente sube nuestro sex appeal. Hacemos tiempo y vamos a esa casa.

Relato de la experiencia:

Nos abre un tío, que resultó ser el novio de Diana. Dentro de la casa, nos mete en un recibidor totalmente desordenado y nos toca esperar un buen rato. No había más chicas. Sólo un travesti, que al poco rato ya estaba liándose con mi colega, el novio de Diana y yo. Cuando suben mi amigo y el travesti, yo pensaba que iba a ser una situación incómoda quedarme charlando con el novio de una tía a la que me iba a tirar unos minutos después, pero no. Cuando nos quedamos a solas apareció una especie de bufón que intentaba hacerse el graciosillo pero no lo conseguía, no sé si por ser gilipollas, por la cantidad de alcohol o por las drogas que había tomado. Supongo que por una mezcla de todo un poco.

Baja Diana y me sube. No puedo ni despedirme del bufón ya que cuando me agarra de la mano la chica, él me pregunta que cuánto tiempo. Una hora. Dame 100 euros, contesta seco. Miro a la chica y me asiente con la cabeza. Le doy la pasta y subimos.

Le pregunto que quién es e intuyo, ya que su español es malo, que me dice que que el dueño de esa casa. Una casa que, por cierto es rarísima, ya que las camas son de obra, con ladrilos y baldosas debajo del colchón y una pintura hecha por un aficionado basante malo, ya que quiso hacer un estucado veneciano y se quedó en una colección de manchas con colores y estilos distintos en cada espacio de la casa. El suelo, de terrazo antiguo, al más puro estilo de las casas de principios de siglo que podemos encontar por los pueblos, estaba abombado y parecía que se podía caer en cualquier momento, como las paredes, que estaban llenas de desconchones.

Me meto en una cabina de ducha que había en la habitación y le digo que se meta conmigo. No quiere. Me ducho yo solo y viene a por mi. Le digo que no, que se duche ella también. Lo hace y yo le miro tumbado en la cama.

Se seca y me hace una buena felación. Me debato entre hacerle una comida de coño, cosa que me encanta o no hacerlo ya que viendo el ambiente no me fío mucho. Al final no lo hago. Tumbado boca arriba dejo que ella juegue con mi aparato y me imagino las cosa que puedo hacer con una chica con un cuerpecito tan pequeño.

Me pongo de pie, me pongo el condón y le abrazo para subirla para que nuestros sexos estén a la misma altura. Se la clavo y la subo y bajo teniéndola con sus brazos en mi cuello y sus piernas rodeando mis nalgas. Aunque pese poco y yo sea bastante más alto y voluminoso que ella, llega un momento en el que me canso. Busco alguna mesa o silla o algo donde apoyarla y no encuentro ningún sitio, así que la tumbo en la cama con las piernas hacia arriba. Bombeo y veo su carita, guapísima, y sus tetitas moviéndose. Ella pone cara de viciosilla.

La saco y me tumbo boca arriba para que ella me cabalgue. Se sube a horcajadas y me monta como si estuviéramos en una doma de caballos salvajes. Movimientos rápidos, duros, follando como salvajes. Aquí sus pechos se mueven mucho mejor. Son muy bonitos.

La vuelvo a poner boca arriba a ella y se la clavo con sus piernas en mi pecho. Acabo echándole mi lefazo en las tetas.

Cuando me visto y me voy a ir, recojo a mi amigo del recibidor. Me hace un gesto con el dedo para que me quede en silencio. En la habitación de al lado estaban discutiendo el novio de Diana y el bufón. Escucho una frase que se quedará en mi mente durante muchos años "Estas son mis putas y aquí mando yo".

¿La recomendaría? Sí, a ella, sí. El sitio, ni loco.

¿Repetiría? Sí, si ella viniese a mi hotel o si me enterase que trabaja en otro sitio.

Lo mejor: Diana y escuchar esa frase de estas son mis putas y aquí mando yo.

Lo peor: En esta categoría compiten tanto el hecho de que me reciba y atienda el novio de Diana, el bufón y la casa.