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Tudelano_Sureño 14-12-2018 12:00

Katy Obesa 654144393
 
Inicio con esta reseña lo que podíamos llamar “Trilogía Almeriense I+D en el Puente de la Inmaculada – Constitución” con motivo de mi estancia esas fechas en esa capital andaluza.

Nombre de guerra: Katy
Nacionalidad: Sudamericana, pero no soy experto en acentos.
Forma de Contacto: 654144393
Fecha aproximada: puente diciembre 2018
Lugar: Zona Alcampo, Almería.
Instalaciones: Normales. Muy correctas.
Higiene: Vomitiva. Ver relato.
Precio: 40 euros la media hora.
Edad: Dice 30. Puede ser.
Cara: Preciosa, lo cortés no quita lo valiente.
Pelo: Negro largo.
Cuerpo: De luchador de sumo.
Pecho: Bastante escaso.
Culo: Gigantesco pero muy caído.
Piercings y tatuajes: Algunos tatuajes no muy llamativos.
Defectos corporales: Obesidad mórbida no, lo siguiente.
Actitud: Ni fu ni fa.
Conversación: La justa.
Besos: Un pico largo en el saludo.
Fuma: Lo ignoro.
Francés: Bastante bueno. Natural hasta el final.
Forniqueo: Ni loco la metía yo ahí.
Griego: No gasto.
Lo mejor: La mamada.
Lo peor: Que es farlopera (me di cuenta más tarde, viendo otros anuncios suyos) y la higiene (ver relato).
Repetir: Ni ante un pelotón de fusilamiento.
Recomendable: Ni a mi peor enemigo.
Valoración global de la experiencia: 2/10

Relato:
Contacto con ella por WhatsApp, como suelo hacer siempre que es posible para que queden por escrito los términos de la negociación por si se vuelve “olvidadiza”. Pactamos 40 euros por media hora con lluvia y francés natural acabado en boca.
Le explico claramente que se debe preparar para que la lluvia tenga un mínimo de abundancia y no sea apenas unas gotitas. Casi se ofende por que se lo recuerde, alegando que ella es una profesional como la copa de un pino.
Me presento a la hora pactada. Me recibe con un baby-doll negro y nada más entrar me da un beso ni largo ni corto y me soba el bulto del pantalón. Me hace pasar a la habitación, me pide el dinero y se va a guardarlo, no sin decirme antes que me vaya desnudando. Vuelve al minuto y medio y el panorama fue este:
Lo primero que me fijo es que aparece con una copa de cerveza. “Bien. Un detalle para con el cliente. Punto positivo”. Pero resulta que la cerveza era para ella porque me dice que “acababa de mear hacía un rato”. Le pregunto si por algún cliente y no me da más explicación. Le recrimino que habíamos dejado claro –y con tiempo– que se prepararía para la lluvia y tampoco me hace mucho caso. “Bueno… vamos a lo nuestro” me dice.
Y aquí viene el segundo mazazo. Yo ya sabía que era gordita, tanto por las fotos como porque ella misma lo dice en sus anuncios. Pero lo que pasó cuando se quedó en bragas fue el no va más. No exagero cuando digo que su silueta era la de un luchador de sumo. Era muy bajita y el abdomen se le plegaba desde el ombligo hasta casi taparle el coño, y de igual manera le “rebosaba” por los costados. Un verdadero tapón de alberca, vamos. Las fotos que cuelga están milimétricamente pensadas para que se note lo menos posible, y la verdad es que lo consigue, porque la impresión que me llevé fue de aúpa.
Me lleva a lavarme. Le pido hacerlo en el lavabo en vez de en el bidé y no pone pegas, pero se queda mirando a pocos centímetros controlando que lo haga adecuadamente. Le pregunto si no se asea ella y me dice que se acababa de duchar cinco minutos antes de mi llegada.
Pasamos a la habitación, extiende una sábana impermeable y me ofrece sus tetas para que me vaya calentando mientras me soba la polla y los huevos. Siempre dando tragos a la copa de cerveza. Me voy bajando poco a poco al pilón para dejar que la cerveza actuara mientras le comía un poco y coño y… ¡HORROR!: cuando aún no había llegado al ombligo me invado un nauseabundo e indescriptible olor. El colmo de la fetidez. Bajo un poco más para confirmar su procedencia y, en efecto: Parecía que se le había podrido en los bajos un cuarto de kilo de sardinas.
La experiencia me dice que en ese momento, las discusiones y reproches no solo no conducen a nada, sino que empeoran la cosa. Así que me dispuse a salvar lo poco salvable del naufragio. Le indico por tanto que proceda a proporcionarme la lluvia; dejándole clarísimo que solo en la polla y en los huevos, que ni se le ocurra subir un milímetro.
Allá que se pone y el resultado es una sucesión de gotas que siendo muy generoso se le podría llamar finísimo chorrito; y que, además, no duró más de cuatro o cinco segundos a lo sumo. “Menos mal, creía que no iba a poder. ¿Te ha gustado?” “Sí, mucho”, le contesté, poniendo mucha intención en que se percatara de que lo decía irónicamente.
De inmediato le dije que pasáramos a la mamada. Ella sentada en la cama y yo de pie, cogiéndole la cabeza con ambas manos para controlarla. Debo reconocer que lo hizo bastante bien. Con ritmo, con saliva, apretando los huevos con las manos y dedicándoles de vez en cuando atenciones bucolinguales. Corrida en boca, que retuvo hasta que, a mi indicación, le pusimos fin al asunto.
Ducha y a la calle. Y justo en el pasillo me pregunta cómo había estado todo. Pensé: “no te iba a decir nada y me hubiera limitado a no volver, pero ya que preguntas…”. Y le solté lo del vomitivo olor de su entrepierna. Le dije que me parecía infame que si me exigía higiene total, ella se presentara como una verdadera puerca. Se quedó muda y puso cara de asombro; o eso creo, porque yo ya había dejado de mirarla.
Puerta y a otra cosa.


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