FÁTIMA: EL TROFEO A LA IRREGULARIDAD

Creo que no hay todavía hilo abierto de este sitio decano, diría yo. Está en Felipe II, junto al Palacio de los Deportes. Lo lleva una cubana llamada Fátima, muy mayor, rubia y pintada. Desde la primera vez que lo visité ya ha llovido: otoño del 99. Lo peor de esta casa es su irregularidad y en general su poca seriedad, lo que al final hace comprender sus precios (45-50).

1) El primer masaje me lo dio la propia Fátima: o no había ninguna masajista o, si la había, ni me dijo que esperara. No estuvo mal y usó polvos de talco.

2) El segundo me lo dio ya una masajista joven, pero fue normal tirando a malo.

3) En otra ocasión, tuve la peor experiencia en masajes que recuerdo. No estaba Fátima, sino una tal Maribel, creo que colombiana: me recibió suspirando y mirando al techo. Me hizo pagar antes y cuando la masajista, Yusnei o algo así, al parecer nueva, empezó, comprendí de qué iban. Me lo daba al estilo hawaiano, tan suave que no era masaje, por mucho que me excitara. Le pedí que lo diera un poco más profundo y objetó que lo había pedido sensitivo. Pero pasó al extremo opuesto y además con mucha prisa. Mala de solemnidad.

4) En posteriores visitas conocí de todo: sobre todo masajistas poco agraciadas (por ser blando) y poco profesionales, otras guapas pero efímeras, otras muy buenas pero de nuevo poco agraciadas, etc.

5) Desde hace cosa de un año o más, el lugar ha iniciado una marcha más regular, pero en línea descendente: hasta han cambiado las camillas por otras decrépitas donde ni siquiera ponen papel o sábanas decentes, sino otras telas ajadas y amarillentas. Por si fuera poco, las masajistas ya sólo son callos y no saben dar masajes: llegó a atenderme una recién llegada que todavía tenía que aprender de Fátima y de sus compañeras veteranas. Pero, mira por donde, eso me deparó una grata sorpresa: una de las situaciones más morbosas que recuerdo. Como la masajista que me atendió (sudamericana agraciada) no sabía dar el masaje, le pedí a Fátima que me atendiera otra, a lo que accedió, pidiéndome permiso además para que la primera chica se quedara a ver cómo me lo daba la recién llegada. Eso de ser visto por una tercera me pone un montón y nunca lo había hecho: ésta lo hacía gratis dadas las circunstancias y permaneció allí de pie hasta que, antes de empezar la parte final, hizo ademán de irse, pero le pedí que se quedara, lo hizo y presenció el final feliz. Irrepetible.

Pero el sitio en sí es imprevisible. No sé cómo andará la cosa este año, pero apostar por reservar tus cuartos para este lugar es arriesgado. Si sigue tan barato, seguirá igual de informal, porque la calidad tiene un precio, de eso cada día me cabe menos dudas.