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Diario de un Putero Arrepentido


La primera vez que me fui de putas tenía 19 años. Estaba harto de que las chicas de mi edad sólo me quisieran como amigo. Yo era el divertido, el que las hacía reír, el que las escuchaba y consolaba cuando estaban tristes... Pero para liarse preferían a otros. Así que como supongo que les habrá pasado a la mitad de los españolitos, cansado de esperar a mi "princesa de cuento" perdí mi virginidad con una meretriz.
La mía en cuestión se hacía llamar Paula. Era una colombiana de caderas generosas, morena de piel sin llegar ser mulata, y con muy buena maña para los inexpertos. Pagué media hora, 10.000 pesetas de entonces, y me corrí en diez minutos…

Después de aquello me sentí bastante mal. Tenía la sensación de que me había robado a mí mismo la oportunidad de haber disfrutado con alguien especial, ese momento tan trascendente en la vida un chico.

Sin embargo, un par de semanas más de "pagafantas" me bastaron para perdonarme mi desliz y empezar a desear repetir experiencia.

De modo que tras la primera vez vino la segunda, y luego la tercera, para así acabar yendo todo lo asiduamente que la maltrecha economía de un universitario sin trabajo podía permitirse.

Por fin, con 23 años comencé a salir con mi primera novia en plan serio, llamémosla “Ramona”…

¡Cómo era Ramona…! Era guapa, inteligente, y le gustaba el sexo más que “a un tonto un palo”. Y cómo follaba… Así que os podéis imaginar, yo agilipollado perdido y besando el suelo que pisaba.

Para mí Ramona era un sueño hecho realidad. Para el resto del mundo una zorra sin corazón… Es curioso como a las zorras se les suele dar muy bien eso del sexo. De hecho estoy bastante convencido de que una tía que no sea buena en la cama, muy difícilmente llegará a ser una gran zorra…

Pero bueno, que me desvío del tema… La cuestión es que durante el tiempo que duró nuestra relación en ningún momento volví a sentir la “llamada de la selva”, y estuve durante más de un año sin pisar un “puti”, una sala de masajes o cualquier otra cosa que se le pareciera…

Pero claro, la cabra tira al monte, y la zorra al gallinero. Así que poco más de un año después de iniciar nuestra relación, ella me dejó “el corazón partío”, y nunca mejor dicho, porque era la época en la que la dichosa canción de Alejandro Sanz sonaba hasta de cabecera del telediario…

Fue una ruptura inmensamente traumática. A pesar de que la relación no duró demasiado tiempo, 14 meses, a mí me costó casi tres años superar de verdad la pérdida. Y durante ese tiempo, y ya por fin con un sueldo, mísero eso sí, pero un sueldo al fin y al cabo, se acabó por consolidar mi afición a las mujeres de vida alegre…

A lo largo de esa etapa tan deprimente de mi vida mantuve tres relaciones con sendas chicas que resultaron bastante poco trascendentes en mi vida, y ni si quiera en el inicio de esos “affaires” me planteé dejar mi “afición”.

Hasta que con 28 años comencé a salir con la que hoy es mi mujer. Era una chica que conocía desde hacía bastante tiempo, y que siempre me había hecho “tilín”. Le había “tirado los trastos” en infinidad de ocasiones, y por supuesto, nunca me había hecho ni caso. Hasta que un día me cansé de hacer tanto el capullo, y comencé a pasar del tema. ¡Y cómo son las tías…! Tres semanas sin llamarla, sin ponerle ojitos, o sin proponerle que se tomara un café conmigo, y acabó siendo ella la que se me tiró al cuello… Si es que son malas hasta decir basta, y nosotros unos “pringaos”…

La cuestión es que por fin volví a estar muy ilusionado con esta nueva relación. Y corté de raíz mi vida puteril. Incluso durante la fase más inicial del noviazgo en la que lo único que hacíamos era enrollarnos y sobarnos mutuamente, y yo volvía a mi casa con “los huevos llenos de amor”.

Y por fin llego el día, o mejor dicho la noche. El calentón subió más de la cuenta, y aproximadamente un mes después de empezar a salir echamos nuestro primer polvo…

Fue desastroso en todos los sentidos. Lo primero, y aunque esté mal decirlo, su cuerpo desnudo me resulto francamente decepcionante, sobre todo, después de haberlo imaginado tantas veces bajo su ropa. Y cuando pasamos a la acción, la cosa no mejoró. Todo le daba vergüenza, todo le asustaba… Sin embargo, y aunque me quedé un poco tocado por lo mal que había salido todo, al ser la primera vez traté de restarle importancia diciéndome a mi mismo que era normal, que teníamos que habituarnos el uno al otro, y que ya mejoraría con el tiempo… Pero no fue así.

El sexo fallaba estrepitosamente. No avanzábamos nada. Evidentemente no os estoy hablando de cosas más difíciles de proponer en una relación de pareja, y que a muchas mujeres e incluso a algunos hombres les pueda causar repulsión, como el sexo anal. Hablo de cosas bastante más comunes como el sexo oral. Recibirlo le producía muchísima vergüenza, y proporcionarlo le daba mucho asco… Y en cuanto al sexo propiamente dicho, el “mete-saca” para entendernos, no pasábamos del “A-B-C”. Primero yo arriba, luego ella, y con suerte, algún día de fiesta conseguía convencerla para hacer el perrito. Al final ella nunca improvisaba, y siempre era yo el que tenía que iniciar el “acercamiento”, y el que tenía que llevar la batuta.

El verdadero problema, del que ahora soy perfectamente consciente, fue que en ese momento de la relación yo fui un GRANDÍSIMO COBARDE, y me autoconvencí de que dejar a una chica sólo porque el sexo no funcionaba era inmaduro. Además como en el resto de los ámbitos de la pareja la cosa iba bastante bien, y era una relación infinitamente más equilibrada que con “Ramona” acabé por acomodarme, antes de enfrentarme a la incertidumbre y al desasosiego de otra ruptura.

Y como era perfectamente previsible, para suplir esa carencia en nuestra vida sexual, no tardé ni seis meses en volver a irme de putas… Y así, en definitiva, seguir huyendo hacia adelante.

Dos años de relación. Toca irse a vivir juntos. Bueno, pero no si mis putas...

Cinco años de relación. Nos casamos, ¿no? Pues vale… Volvemos del viaje de novios y me voy de putas.

Un año de casados, viene el primer churumbel. Es lo lógico… Pues eso, más putas…

Tres años de casados. Llega la niña, ya tenemos la parejita. Somos una familia de anuncio, y yo me sigo yendo de putas…

Excepto el sado y los travelos, he probado prácticamente todo lo que se puede probar en este mundo.

Con una, con dos, hasta con tres a la vez... Por delante, por detrás, francés hasta el final corriéndome en su boca o su cara… Masajes con final feliz. Masajes con final “súper feliz”… He llegado a provocar, en dos ocasiones diferentes, que dos prostitutas se colgaran por mí, e intentaran quedar conmigo más allá del trabajo. Situaciones de las que huí de inmediato… Y me han pasado movidas realmente chungas, como que durante un griego se rompiera el condón, no me diera cuenta, y tras correrme sacara la polla con restos de semen, mierda y sangre...

Luego después de momentos de mucha actividad puteril. Llegaban fases de arrepentimiento. Normalmente causadas por algún hecho puntual que te infunde un temor visceral muy dentro de ti, como el episodio del condón roto que he comentado antes, que hacen que la posibilidad de haberte contagiado con el VIH no te deje dormir… Síntomas en en "tus partes" como picores, o hacer pis muy frecuentemente, que no sabes muy bien si son reales o fruto de tus neuras, y que te hacen pensar que puedes haber pillado clamidia o con mala suerte la gonorrea. U otras cosas, como darte cuenta de que te habías dejado el ordenador encendido con la página de contactos abierta durante varias horas, y que tu mujer no la ha visto por uno de esos caprichos del azar que a veces suceden… En fin, ese tipo de cosas que te acojonan de verdad, y tras las cuales te juras y te perjuras a ti mismo que lo vas a dejar y que jamás volverás a caer. Buenos propósitos que, con suerte, te duran un par de semanas...

Hace poco me puse a calcular de forma aproximada cuanto dinero me podía haber gastado en putas a lo largo de mi vida. Me salían alrededor de 40.000 €, casi 7 millones de pesetas. Y a eso habría que sumarle la pasta que me he podido dejar en análisis para descartar ETSs cuando me entra la neura hipocondríaca… En “Open House” ya me conocen por mi nombre de pila…

He llegado a ir en una ocasión a una Psicóloga para que me ayudara a salir de todo esto. Y la verdad es que al menos por un tiempo me ayudó… Conseguí estar casi un año y medio sin ir, pero al final volví a caer…

Durante todo este tiempo mis mayores miedos, siempre han sido que mi mujer me descubriera, por la humillación que supondría para ambos. O peor, contagiarle una ETS. En mi caso, no tengo dudas, cualquiera de las dos opciones supondría una petición inmediata de divorcio. Su odio eterno hacia a mí. Y hacer todo lo que estuviera en su mano para alejarme de mis hijos.

Pero al final siempre llegas a relativizar y ocultar esos miedos. Te conviertes en un maestro de la mentira. Excusas como una comida con compañeros del curro, o un regalo de despedida para alguien que se jubila, te sirven para sacar pasta de la cuenta común y llevarla a la cuenta putera. A eso le sumas pequeñas cantidades que no se noten mucho, 10 euros hoy, 20 dentro de tres días, que también vas sacando y llevándote a la otra cuenta... Además en mi caso, tengo la suerte, o la maldición, de tener un dinero por cuestiones familiares, del que mi mujer no sabe gran cosa. Por supuesto nunca utilizas tu móvil personal para llamar a los sitios. Tienes dos móviles. Y el putimóvil, que siempre está escondido en el trabajo, lleva una tarjeta prepago, que cambias cada dos o tres meses para que no te tengan localizado por el número… Te acabas volviendo un poco paranoico con eso de la seguridad…

Vaya por delante, que más allá de mi problema putero, soy una persona muy racional. De hecho, sin pretender caer en el "snobismo" me considero bastante inteligente. Tengo un alto nivel de estudios, hablo tres idiomas, y a mis casi cuarenta años tengo un trabajo bastante bien remunerado.

Y sé que evidentemente tengo un problema grave de adicción al sexo, o más que al sexo, a las putas y a todo lo que les rodea…

Al ejercicio de buscar lo que te apetece hoy (un masaje con final feliz, o sexo sin compromiso, y si es lo segundo, me apetece algo light, o algo más duro). Y al ritual de meterte en “[Sólo los usuarios registrados pueden ver los enlaces e imágenes. ]”, antes “milanuncios”, y empezar a mirar las fotos. Y cuando ves alguna que te gusta, buscar si en el foro dicen algo de ella, y resolver si vas o no vas. Y cuando al final te decides por una, llamar, concertar una cita, ir hacia el piso, y sentir como el corazón se va acelerando poco a poco conforme te acercas. Llegar al portal y llamar al telefonillo. Esperar impaciente los eternos segundos hasta que te abren. Entrar al piso. Ver a la chica. Desnudarse. La ducha. Y por fin la acción... Jugar a ver hasta donde se deja. ¿Podré besarla en la boca, con lengua o sin lengua? ¿Me dejará que le coma el coño?, y si es así, ¿Se dejará meter los dedos en el chocho?, ¿Y en el culo?.. Y cuando por fin pasemos al folleteo, ¿se dejará dar por detrás?, y cuando yo esté a punto, ¿Me dejará correrme en sus tetas? ¿Y en su cara?...

Soy adicto a todo eso. Soy adicto a repetir cuando encuentro a una que me hace subir al cielo. Y soy adicto a seguir buscando nuevas experiencias por muchos chascos que me lleve, y por muchas apuestas seguras que guarde en la cartera…

Soy un puto adicto, y nunca mejor dicho. Y esa racionalidad e inteligencia que afirmo poseer me hace ser perfectamente consciente de ello, del mismo modo que me hace darme cuenta que de mantener esta conducta en el tiempo, indudablemente algún día sucederá algo que destruirá mi matrimonio.

Y ahí reside el problema. Esa es la razón que me ha llevado a escribir esto. Y es que ese pánico visceral que antes tenía a destrozar mi matrimonio, sobre todo por la humillación que podría llegar a suponer que toda esta doble vida saliera a la luz, ha desaparecido...

Y ha desaparecido, porque desde hace cuatro meses me estoy enfrentando a una realidad que jamás podría haberme imaginado.

Me he colgado salvajemente de una trabajadora del sexo. Y por muy arriesgado y absurdo que sea ese sentimiento, y aunque en mi cerebro hayan saltado todas las alarmas y me grite "huye", no lo puedo evitar. Estoy enamorado hasta las trancas.

Todo empezó una mañana de agosto, justo después de volver de mis vacaciones familiares. Conseguí escaparme una horita del trabajo huyendo de la depresión post-vacacional y en busca de algo de calor humano... Lo curioso es que yo había pedido cita con otra chica, pero hubo un problema y finalmente no me pudo atender, así que pasé con su compañera.

Desde el primer instante sentí una complicidad extraña para dos personas que se acababan de conocer. Nunca me había sentido tan a gusto en un primer encuentro... Y desde el punto de vista físico fue increíble para ambos.

Así que repetí, una vez, y otra, y otra... Al principio nos ceñíamos prácticamente sólo al plano físico. Pero a la tercera cita ya empezamos a charlar antes del sexo, a contarnos nuestra "vida y milagros", y yo me sentía tan bien que al final parecía que no nos iba a quedar tiempo para lo otro. Sólo lo parecía... Las citas de una hora, pronto se empezaron a convertir en citas de una hora y cuarto, y después de una hora y media y hasta casi de dos horas, sin un incremento de un céntimo en la tarifa.

Estuvimos dos meses así. Repitiendo dos y hasta tres veces en semana. Y lo curioso es que durante ese tiempo, yo no sentí en ningún momento la necesidad de ir con otras chicas. Toda esa adicción de la que he hablado desapareció de la noche a la mañana. Sólo quería estar con ella.

Y como no podía ser de otra forma, comencé a comerme la cabeza continuamente. Por un lado me sentía tremendamente atraído hacia mi nueva amiga, pero por otro, esa situación, tan tremendamente insólita, empezaba a producirme auténtico vértigo.

Finalmente un día hablamos. Yo le dije que estaba empezando a sentir cosas por ella, que tal vez no podría poner nombre a ese sentimiento, pero que estaban allí. Y ella a su vez me contó que más allá de los clientes, había otra persona en su vida. Y que ella también empezaba a sentir cosas por mí, y que no le parecía honesto lo que estábamos haciendo. Así que decidimos dejar de vernos.

Dos semanas me duraron mis buenos propósitos, dos semanas subiéndome por las paredes. Culpabilizando injustamente a mi mujer por sentir que la falta de pasión en nuestro matrimonio era la responsable de todo. Dos semanas matándome a pajas como un quinceañero, pero sin querer saber nada de ninguna otra profesional que no fuera "la mía", por tener el absurdo sentimiento de que estaría traicionándola.

Y por fin, toda esa ansiedad acabó por vencerme, y volví a llamarla. Tenía pánico a que me rechazara. Pero no lo hizo. Y volví a verla, y a recuperar nuestras largas charlas, y a hacer el amor (si he utilizado ese término aposta) de la forma más increíble e intensa que jamás habría podido imaginar.

A la semana siguiente volví otra vez. Y entonces ocurrió. Le hablé de lo que nunca le había hablado a nadie, ni siquiera a mis mejores amigos. Le relate mi doble vida con la misma crudeza que con la que la estoy escribiendo aquí. Y ella miró de frente toda esa oscuridad, y me abrazó tiernamente, sin juzgarme. Y ahí sucedió. Ese fue el momento que ha cambiado mi vida, y trastocado toda mi realidad. Ese fue el instante en el que supe que estaba irremediablemente enamorado de ella.

Nos vimos una tercera vez en esta segunda "fase de encuentros". Y ya no pude más. Le dije que me había enamorado de ella, y que no podía seguir viéndola así. Porque me desgarraba por dentro tener que dejar el dinero en la mesilla al terminar; porque me volvía loco pensar lo que hacía con sus otros clientes, y porque me mataba imaginármela con su otro "amante especial". Y además, porque sabía que ese trabajo acabaría por desequilibrarla, y destruir todo lo que amaba de ella. Y me negaba a ser cómplice en eso.

Hicimos el amor una última vez, y nos despedimos con un largo abrazo. Y hasta ahora...

Llevo algo más de un mes sin verla. El mes más largo y deprimente de mi vida. He cogido el teléfono en un millón de ocasiones. Hace tan solo unos días no pude reprimirme más y marqué su número, pero lo cogió una compañera suya. Me dijo que estaba ocupada. Le pedí cita para otra hora. "Tiene todo el día completo, lo siento", me dijo. "¿Y para mañana?" Le pregunté yo, "Huy, creo que lo tiene muy complicado también, ¿pero si quieres puedes pedir cita con alguna de nosotras?"...

Por si no había captado la indirecta, o más bien la "directísima", a las dos horas recibí un SMS suyo: "Como te han dicho mis compañeras tengo un día muy complicado, en cualquier caso no creo que sea saludable para ninguno de los dos repetir nuestros encuentros".

Sin embargo a través de esa misma vía, conseguí convencerla para que quedáramos un día a tomar algo, más allá de su trabajo. Y así lo hicimos. Dos días después la invité a desayunar en una cafetería del centro. Y volvimos a recuperar nuestras charlas. Y hasta cierto punto fue liberador ver a mi nueva amiga en un entorno tan diferente, como si por un instante, fuéramos una pareja normal.

Pero la realidad volvió a interponerse, y a la hora y media se fue a trabajar…

He intentado volver a quedar con ella fuera de su trabajo. Justo de lo que yo huía cuando eran otras las que lo proponían. Pero de momento no he obtenido respuesta.

Por si alguien se lo está preguntando, diré que sí. Que la chica en cuestión tiene una página de opiniones de clientes en el foro. Aunque evidentemente no voy a decir quién es. El otro día me metí en su "tema", y leí dos nuevas opiniones que habían publicado. Las palabras allí escritas eran como cuchillos clavándose en mi cerebro y en mi pecho, impidiéndome pensar y respirar...

Estoy jodido de verdad. De hecho llevo un mes yendo al Psiquiatra, que me ha recetado ansiolíticos, y acabo de empezar a ir también al psicólogo.

Es la primera vez en mi vida que siento que me he quedado "atascado" en un lugar del que no voy a ser capaz de salir solo.

En este último mes he vuelto a irme de putas y acudir a masajistas casi de forma compulsiva. Pero no hay manera. Es peor. Cada vez que termino de estar con una mujer que no es ella, me siento aún más miserable.

Para colmo mi matrimonio se está desmoronando. Mi mujer no entiende porque estoy así, con esta especie de depresión como surgida de la nada. Yo le digo que tiene que ver con el trabajo, que no estoy bien. Pero empieza a no colar, y a sospechar que tiene que haber algo más detrás.

Y así estoy. Arrastrándome cual alma en pena, y tratando de sobrellevar el día a día como buenamente puedo a base de mantenerme ocupado en el trabajo, machacarme en el gimnasio, y freírme a ansiolíticos… Como no tenga cuidado, va a acabar dándome un chungo, que seguro que esto no es sano.

La semana pasada en la psicóloga tuve una revelación. Tengo que volver a encontrar al hombre que era antes de que el sexo de pago lo devorase todo. Tengo que tomar las riendas de mi vida y dejar de huir hacia delante.

De momento, ya llevo seis días sin ir a ningún sitio, sé que es muy poco, pero teniendo en cuenta como ha sido el último mes, es un pequeño triunfo.

Además estoy tratando de volver a acercarme a mi mujer en el plano físico. Este fin de semana hemos hecho el amor viernes, sábado y domingo. Hacía años que no nos pasaba eso. Y aunque no es tan satisfactorio, ni tan apasionado ni salvaje, como con mi añorada amiga, al menos me calma, y me ayuda a sentirme de nuevo cerca de mi esposa. Tal vez haya un rayo de esperanza dentro de toda esta oscuridad que siento ahora mismo.

A todos aquellos que leáis esto. Lo primero gracias por haber aguantado este ladrillazo que acabo de soltar.

Y lo segundo, que nadie, absolutamente nadie crea que este mensaje tiene algún propósito más allá que el de desahogarme por la situación que estoy viviendo, y el de leer vuestros consejos si acaso tenéis algo que decirme. Que nadie se piense que pretendo convencer a la peña para que deje de irse de putas, o hacer de adalid del sexo matrimonial. Creo que después de todo lo que he escrito, sería bastante hipócrita por mi parte pretender juzgar o dar lecciones a nadie sobre lo que tiene que hacer o dejar de hacer con su vida…

Suerte

Un putero arrepentido.
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arrepentido, diario, putero


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