12-11-2008, 11:18
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Inactivo
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Intimidación
Ya cuando subíamos en el ascensor pude sentir su deseo apenas disimulado pero no dejó entrever su urgencia. No perdió la compostura quizás por timidez y yo no me atreví a romper la mágica intriga de ese nuevo encuentro.
Una vez en el apartamento disimuló como si fuéramos a tomar una copa a un lugar público. Buscó temas de conversación hasta ridículos pero no me atreví a profanar el momento quizás tosca e in apropiadamente.
Mucho más tarde, salió de la ducha con una excepcional lencería de la que me hubiera gustado despojarla arrebatadora y bruscamente pero no me atreví casi ni a mirarla.
Me besó con pasión y hasta con extremada dulzura consiguiendo en mí una excitación casi incontrolable pero no me atreví más que a abrazarla.
Me quitó la camisa mientras su legua jugaba traviesa con mi piel hasta llegar a mis pezones que succionó fuertemente, no me atreví a decirla que me hacia daño ya que me producía un enorme y extraño placer.
Por fin su mano tocó mi sexo y mis gemidos subieron de intensidad pero no me atreví ni a emitir una sola palabra.
Más tarde, su lengua recorrió mi pene y finalmente lo engulló glotonamente en su boca. Su pelo me tapaba parcialmente la escena pero no me atreví a sujetárselo y mucho menos a acompasar sus movimientos.
Posteriormente la penetré una y otra vez en multitud de posturas y situaciones mientras ella no dejaba de mirarme con ojos lujuriosos y en ocasiones hasta bizqueantes, no me atreví a sostenerle la mirada durante mucho tiempo.
Finalmente se marchó y no me atreví a seguirla, a detenerla, a secuestrarla.
No se si follamos o hicimos el amor, no me atrevo a preguntármelo.
No se si la volveré a ver, no me atrevo ni a pensar lo que podría suceder.
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