Certezas
Ha sido en todo caso en Vicálvaro, en su domicilio, allí donde yo he visto a esta mujer.
Ahora se promociona con el nombre de Raquel, y asegura que sólo recibe y que no se desplaza.
Es una mujer de complexión grande, aunque no me atrevo a decir que gruesa. Es cierto que tiene algún kilo de más y, porque la juventud se le fue para no volver, en algún recodito de su cuerpo se atisban ya los estragos del tiempo.
Por lo que cuenta tiene pocos clientes, pero sigue en la brecha. Habla de necesidades económicas aunque, en honor a la verdad, no es descartable que esta espiral en la que ha entrado no le disguste del todo: disfruta del sexo y se nota.
El trato es agradable y ella es servicial y se esfuerza con ganas a la hora de afrontar sus peripecias. Es limpia y tiene la mirada triste y, a pesar de que en ocasiones deja traslucir un pesimismo que pudiera llegar a ser contagioso, también es lícito pensar que ella reza porque lo mejor de la vida le esté esperando en algún lugar.
El año pasado por estas fechas, cuando nos encontramos, la chica pedía 60 euros y no fijaba tiempo. Creo, porque no hace mucho que hemos hablado, que sigue manejándose en los mismos términos.
No es guapa, y quizá sólo sea remotamente atractiva. Pero si el navegante disoluto sabe pulsar las teclas adecuadas, en unos días o en unos meses, posiblemente, vuelva por aquí a escribir que Raquel no es una mala opción por 60 euros en esta época procelosa y crítica.
Por si nos vemos luego buenos días, buenas tardes, buenas noches.
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