Hace tiempo que tenía previsto conocer este local. Tenía buenas referencias de él, a través de algunas lumis de clubs de la zona y sentía curiosidad.
Ha sido una pérdida de tiempo y una desilusión. Por sus dimensiones, generosas para un club de barrio, se aprecia que en otra época ha debido de funcionar bien. Hoy por hoy, da grima. Estuve recientemente, un viernes por la noche. Había siete señoritas, dos jóvenes que superaban el aprobado, y el resto, no muy agraciadas y mayorcitas. Todas ellas aburridas, jugando con sus móviles como consolas y bostezando sin parar.
Un parroquiano borrachín parecía la única nota alegre del lugar, si exceptuamos la música y el video clip que se proyectaba en una pantalla de plasma.
El local, como dije es amplio, de planta cuadrada. Dos barras americanas de madera y enfrentadas abarcan dos de los lados del cuadrado. Hay una columna en medio, con espejos. Enseguida te das cuenta de lo singular de la decoración: las más de veinte fotografías, conseguí contar, en las que el dueño del local se retrata con no sé si su familia, amigos o clientes. Tal vez hayáis estado en Turquía, con la imagen Atartük, el padre de los turcos, presidiendo con su foto todos los centros oficiales, cafeterías e incluso peluquerías. Pues esto es lo mismo. Un disparate y de muy mal gusto a mi parecer.
Lo peor es el sistema de videovigilancia que tiene instalado el local. Dos pequeñas cámaras enfocan a las barras, lo cual resulta bastante incómodo, además que creo que es ilegal, pues no recuerdo que haya cartel alguno anunciando los susodichos dispositivos electrónicos según la ley de protección de datos.
Lo siento, compañeros. Me extiendo mucho en el diseño y disposición del local, ya que fue lo único que mi distrajo mientras bebí mi consumición de 10 euros, pues ya digo que allí no había chica alguna con ganas de trabajar.
Se me acercó una, de nombre Clara si mal no recuerdo, Rumana. Algo guapilla pero sin conversación alguna. Luego, otra, ecuatoriana, que le olía el aliento fuertemente a ajo, que me hizo picar los ojos. Finalmente, una colombiana, entrada de años, me informó que el sitio abría todos los días de lunes a domingo, y hasta las cinco de la mañana. Y que bajar y follar era 63 euros la media hora, y 120, la hora. La copa-invitación a la chica, 20 euros.
Yo no vuelvo por allí, pardiez, a no ser que cambie el asunto y lea algún día algún comentario vuestro distinto al que acabo de relatar.
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