Creo recordar que la primera vez que vi a Adela en el rellano de la escalera fue al comienzo de la primavera, en esos días en que la estación se empieza a notar en todos los aspectos. Yo salía de mi piso y la vi al fondo del pasillo, de perfil, abriendo la puerta de su casa. Me miró con una sonrisa especial y en pocos segundos me quedé asombrado de su expresiva cara y espectacular figura. En la distancia me pareció que era una mujer madura con ese atractivo tan especial que tienen algunas. Llevaba unos vaqueros muy ceñidos que marcaban unas piernas y trasero espectaculares. Era de estatura mediana pero llevaba unos afilados tacones que la hacían realmente impresionante con una melena rubia tostada.
Creo que me dijo un hola alargado con una voz cantarina, pero no sé si yo fui capaz de articular palabra alguna en aquel momento. La verdad es que su imagen no se me quitó de la cabeza en varios días en los que soñé encontrarme con ella otra vez.
Un día al llegar a casa y en el momento que abría la puerta el ascensor oí un ruido de tacones a mi espalda y una suave voz que decía ¡Espere por favor!... Me di la vuelta y me encontré de frente con su cara llena de sensualidad y alegría al tiempo. Llevaba un vestido rojo muy corto y ceñido y una especie de cazadora de hilo. Enseguida tomó la iniciativa diciendo: creo que vamos a la misma planta ¿no? Lo habitual es hablar del tiempo en el ascensor pero su comentario fue: No soporto este calor ya…y se quitó la cazadora sin ninguna precaución en rozarme ligeramente. Al tiempo que decía que no entendía cómo los hombres aguantábamos los trajes y las corbatas se colocó las ligeras hombreras del vestido e incluso creí ver que tiraba del sujetador. Por el roce con su piel, sus manos se mojaron de sudor. Me las mostró, mirándome a los ojos, diciendo: fíjate cómo estoy…Me preguntó si tenía un pañuelo. Al dárselo, noté que cogía mi mano con suavidad sin parar de mirarme con sus enormes ojos marrones. Se pasó el pañuelo por los brazos, por los hombros, por el cuello y finalmente lo metió en su escote restregándolo por ambos pechos sin ningún pudor. En ese momento el ascensor llegó a nuestra planta. Al salir del ascensor ella seguía con mi pañuelo en la mano. En ese momento me dijo: creo que yo debería lavarte el pañuelo pero estoy segura que tú disfrutarás más si no lo hago. Me lo devolvió con un nuevo roce de mi mano…diciéndome: por cierto me llamo Adela…
A los dos días nos volvimos a encontrar, en este caso para tomar el ascensor de bajada. Yo lo estaba esperando cuando ella apareció desde el fondo del pasillo con un andar cimbreante y sensual, con un cierto movimiento lateral de cabeza al tiempo. El saludo fue de lo menos habitual entre vecinos, haciéndome una caricia con la mano y diciéndome: Hola peque. Enseguida y antes de que llegara el ascensor me preguntó que había hecho con el pañuelo. Debió notar mi rubor ya que no sabía si confesarle que me había pasado un largo rato oliéndolo al tiempo que me masturbaba. Reaccioné y creí salir del atolladero diciéndole que me pareció que el olor de su perfume podía ser Ángel de Thierry. Al entrar en el ascensor, ella asintió y acercó su cuello para que la oliera susurrándome al mismo tiempo que en realidad cualquier parte de su cuerpo olía a ese perfume. Al acercarse sentí el roce de sus pechos notando claramente que no llevaba sujetador lo que me provocó una erección que pretendí disimular a toda costa. Adela se dio cuenta y antes de salir del ascensor, mirando a mi entrepierna, me dijo algo así como ¡qué bueno empezar el día con felicidad!
Durante varios días estuve esperando unos minutos de más tanto al bajar como al subir en el ascensor para coincidir con ella, pero no hubo manera. Un día, cuando menos lo esperaba coincidimos al llegar. Ella se adelantó a comentar que llevábamos varios días sin vernos porque había estado de viaje en un sitio al menos más fresco. Una vez dentro del ascensor me dice que no se adaptaba de nuevo al calor y que de hecho había decidido no llevar ropa interior. La cara de sorpresa e incredulidad que puse se me debió notar un montón y mirándome muy seriamente me dijo: ¿no me crees? Sin darme tiempo a responderle me cogió la mano y se la metió debajo de su falda hasta que pude notar que no llevaba bragas y pude sentir perfectamente la comisura de su coño. Ella apretó mi mano por lo que sentí perfectamente sus labios íntimos y su humedad. Como estábamos llegando a nuestra planta me soltó la mano y me dijo: lo que has notado no era sudor… mañana, a las 8 te lo explico mejor…
La noche se me hizo muy larga esperando el encuentro matutino anunciado por mi vecina. Desde las 8 menos 5 estuve esperando con mi puerta entreabierta hasta que oí que abría la suya. La vi salir con sus movimientos y sonrisa característicos. Llevaba un vestido blanco ceñido con una cremallera delantera y que no traslucía ropa interior alguna. Al entrar al ascensor me miró de arriba hacia abajo parándose en mi entrepierna y me preguntó si había descansado bien. Una vez dentro del ascensor, cuando le estaba contestando que no mucho, pulsó el botón del stop y se bajó completamente la cremallera del vestido quedándose completamente desnuda porque efectivamente, de nuevo, no llevaba ropa interior. Su cuerpo era realmente impresionante. En unos escasos segundos pude ver que sus pechos con rosados pezones que tenían un tamaño justo, y con sus incipientes marcas de bikini, y su coño que aparecía completamente rasurado. Mirándome a los ojos y sin dejarme reaccionar me bajó la bragueta. Metió la mano y rápidamente sacó mi polla que ya había reaccionado. Al tiempo que se ponía en cuclillas me dijo algo así como que me iba a sanar… Englutió completamente mi polla y empezó a chuparla de un modo absolutamente frenético al tiempo que acariciaba mis huevos con sus dos manos. Dada la premura de la situación no me preocupó el explotar rápidamente y correrme en su boca. Lamió los restos de semen que habían quedado en la punta y se lo tragó todo con una cara mezcla de vicio y placer. Se levantó, subió la cremallera del vestido y me dijo: después de que te he sacado tu veneno tenemos que quedar otro día para que pruebes todos mis aromas…
Pasaron de nuevo otros cuantos días hasta que volviera a ver a Adela. Esta vez fue al llegar a casa. Ella venía con una pequeña maleta por lo que era fácil imaginar que había estado de viaje de nuevo. Aunque parecía algo cansada lucía igual de espléndida que en anteriores encuentros. Nada más subir en el ascensor me insinuó que teníamos un trato pendiente, preguntándome si estaba dispuesto a cumplirlo en ese momento. Le dije que por qué no… Se acercó me dio un beso enorme con toda su lengua al tiempo que me bajaba la bragueta y me sacaba la polla. Esta vez no había parado el ascensor y estábamos llegando a nuestra planta. Abrió la puerta y sin soltarme la polla me llevó arrastra hasta su puerta con el lógico desazón por mi parte por lo incómodo e inaudito de la situación. Al llegar a su piso, dejó la maleta en la entrada y se marchó hacia el fondo quitándose toda la ropa que llevaba puesta de forma casi compulsiva. La seguí hasta lo que se suponía su dormitorio y la vi tumbada en su cama desnuda y con las piernas completamente abiertas. Por unos segundos me sentí ciertamente ridículo, allí vestido, con la polla fuera de la bragueta y admirando a Adela en todo su esplendor. Empecé a quitarme la ropa sin dejar de mirar a su coño que ella había empezado a abrir y a tocar mostrando descaradamente la mezcla de tonos de sus labios oscuros y su jugoso y rosáceo interior. Está esperando tu boca, me dijo…Cuando me estaba arrodillando para besarla íntimamente, Adela se levantó y me musitó al oído: fuera del ascensor son 200.
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