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Antiguo 02-06-2011, 22:48
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Aprendiz de Lumis de Primaria
 
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Do it yourself


Prototipo de chica latina, morena y de exuberantes curvas, la conocí tres años atrás. La cita fue muy sosa, sin entendimiento por ninguna de las dos partes. Me dio la impresión de que no duraría mucho en este mundillo, actuaba con mucha desgana, esperando que pasase el tiempo lo más asépticamente posible. Al salir del apartamento me dije a mismo que no volvería jamás, que para un encuentro tan sosaina mejor quedarse en casa. De de vez en cuando veía anuncios suyos por Internet pero nunca tuve intención de volver a verla. Sin embargo todavía guardaba su número de teléfono.


¿Para qué, si no me apetecía volver a verla? En fin, misterios de la psique humana.


Por cuestiones laborales en el espacio de dos semanas tuve que ir repetidas veces al portal contiguo a donde recibía. Inevitablemente me acordé de ella, de lo mucho que me gustó físicamente a pesar de su carácter distante y aburrido. Ahí estaba la trampa (o el cartón): su cuerpo me gustaba muy mucho.


En una de esas visitas al portal vecino me topé con un viejo amigo y nos tomamos un café en un bar cercano. Casualmente ella estaba allí, sentada en la barra, marcando su espectacular trasero con unos vaqueros ajustados, enseñando su ropa interior y un poquito más. No pude dejar de mirar. Mi colega no pareció darse cuenta de que no quitaba los ojos de encima a la espectacular morena. “Quizá porque es gay”, me dije, o “a lo mejor es porque está de espaldas, va a ser eso” reflexioné profundamente para mis adentros.


Tres días después volví por allí y terminadas las gestiones del trabajo me sorprendí a mi mismo llamándola, con la esperanza de hacer otras gestiones un tanto más livianas. O libidinosas, según se mire. Era la primera vez que mezclaba esta afición con mis obligaciones y la verdad es que tenía su cosa. Me hacía gracia que el pesado de mi jefe (un sargento chusquero frustrado) pudiera llamar estando yo en plena faena. Solo imaginármelo me producía una sensación entre descojone y malvada satisfacción. En fin, cosas mías.


Cuando me abrió estaba sonriendo, completamente desnuda en el pasillo y subida a unos largos zapatos de tacón, me quedé ojiplático. “Es que te has adelantado y no me dio tiempo a vestirme”. Tragué saliva y comencé a temblar mientras la seguía a la habitación. Joder, que andares, mama mía.


Según recorría la casa recordé otros detalles de aquel primer encuentro: la mejorable higiene de la habitación y el baño, su forzada sonrisa e inexistente risa.


Todo seguía exactamente igual. No pillaba mi sentido del humor. Cuando la halagué con una broma, frunció el ceño pensativamente y tardó un par de segundos en reaccionar. Para luego explicarme el chiste. ¿Acaso no era mío el chiste? En fin, en otra situación me habría venido abajo y hubiera acabado en desastre, o me hubiese ido. Pero me quedé, estaba de buen humor y no pensaba que nada podría fastidiarme el día.


Cuando salió de la habitación a por la bebida, recapitule fríamente la situación y mi cerebro (pobrecito él) llegó a la conclusión de que estaba muy buena pero todo lo demás indicaba que aquello sería un chasco.


Se subió de pie a la cama, exhibiéndose mientras jugaba frente al espejo. Me acerqué y comencé a acariciar su cuerpo. Su piel era muy suave, su cuerpo firme y duro, con el sexo arregladito. Mis labios y boca recorrieron sus enormes pechos (“debe tener la espalda hecha cisco” pensé) y cuando estaba en lo mejor, se puso a cuatro y comenzó un francés. “¿No ha aprendido a hacerlo decentemente después de todo este tiempo?”, buf, que cosa más pobre. Mientras se limpiaba la boca con una toallita pequeña me indicó que me tumbara y prosiguió un rato más. Uno de los franceses más flojos que me han hecho nunca. Visto lo visto, me incorporé un poco y me dediqué a meterla mano allá donde podía. Joder, que pena que estando tan bien se aplicara tan poco.


La tumbé boca arriba y le hice un suave cunnilingus. Sus labios eran finitos y hacia dentro, rodeados por un abdomen muy terso y firme (no lo parecía de un principio) y su sabor me resultó muy grato. Poco a poco se relajó, soltando los músculos de las piernas y retirando sus manos del campo de acción. Comenzó a musitar algunas palabras y a ser más receptiva. Incluso colocaba su vagina en la posición que le iba gustando más. Noté como se humedecía y daba unos pequeños espasmos. Estaba cada vez más cachonda, lo cual era recíproco. Le metí un dedo y gimió más y más alto, hasta que repente dio un salto y exclamó: “¡Vamos a follar!”.


Se subió de espaldas a mí. Sabía que la vista de su trasero era magnífica, que solo con eso embelesaba al personal y a jodía no se movía casi nada. Momentos antes parecía que el encuentro prometñia pero volvíamos a la pasividad. Pero encontré una solución de compromiso. No se quería mover, pero con sus piernas un poco más abiertas y el rebote de la cama cuando yo le daba un pequeño empujón, la polla entraba al fondo en su vagina. Así, ella trabajada poco y yo obtenía una penetración más completa. Con las sucesivas repeticiones nos fuimos colocando y la postura era cada vez más guarrona y placentera.


No soy ningún acróbata, pero sin sacarla conseguí que nos incorporáramos y ponerla a cuatro. Más de lo mismo: visión espectacular y ni un movimiento por su parte. Cambiamos de postura. Se colocó encima, de cara a mí, pero muy hacia arriba, solo con la puntita dentro. Con las manos libre y un poco de movimiento pélvico me puse manos a la obra. Si no lo hacía yo, nadie más lo iba a hacer. Recorrí su suave piel por todas sus curvas, chupé y mordisqueé todo lo que alcanzaba mi boca e iba colocando su cuerpo donde más placer recibía. Aumente la intensidad de las embestidas. La follada se alargó y a ella parecía hacérsele cuesta arriba, pero no puso ninguna pega. Me dejaba hacer y santas pascuas.


Finalmente, me corrí con un fuerte orgasmo. Ella parecía aliviada y se levanto a ordenar la habitación, el apartamento, el baño y la cocina del vecino. Eso sí, todo eso con los tacones puestos. Joder, que culazo al agacharse.


Lo había pasado bien pero a la vez había cosas que no me gustaron nada. “Creo que no he sabido captar la situación. Hay situaciones, chicas, momentos de hacer y de que te hagan, dependiendo. Ella es de rollo tranqui y si lo que buscas es hacer y no que te hagan, una visita a esta chica puede ser buena opción”.


Estas y otras complejas cavilaciones tales como: "Joder, ¡qué buena está!" continuaban rondándome la cabeza mientras me alejaba calle abajo.

Última edición por The Artist; 02-06-2011 a las 22:57
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