El emperador y el anillo
El emperador Carlomagno se enamoró, siendo ya viejo, de una muchacha alemana. Los nobles de la corte estaban muy preocupados porque el soberano, poseído de ardor amoroso y olvidado de la dignidad real, descuidaba los asuntos del Imperio. Cuando la muchacha murió repentinamente los dignatarios respiraron aliviados, pero por poco tiempo, porque el amor de Carlomagno no había muerto con ella. El emperador, que había hecho llevar a su aposento el cadáver embalsamado, no quería separarse de él. El arzobispo Turpín, asustado de esta macabra pasión, sospechó un encantamiento y quiso examinar el cadáver. Escondido debajo de la rígida lengua, encontró un anillo con una piedra preciosa. No bien el anillo estuvo en manos de Turpín, Carlomagno se apresuró a dar sepultura al cadáver y volcó su amor en la persona del arzobispo. Para escapar a la embarazosa situación, Turpín arrojó el anillo al lago de Constanza. A partir de ese momento, Carlomagno se enamoró del lago de Constanza y no quiso alejarse nunca más de sus orillas.
(Antigua leyenda)
Italo Calvino (1923 – 1985) tomaba, entre otros, este texto para disertar sobre la rapidez en las narraciones. Venía a decir que la ausencia de detalles innecesarios hace que cierto tipo de relatos avancen con el ritmo adecuado. Hace muchos años, cuando yo leí el ensayo de Italo Calvino, también reflexioné sobre el ritmo en la narración y otra serie de aspectos literarios.
Hoy he vuelto a leer la leyenda y no he pensado, en absoluto, en técnicas narrativas. Hoy sólo me he preguntado qué nos hace amar a las personas..., de qué está hecho el misterioso anillo que escondemos...
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25-04-2010, 14:53
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