El Monstruo
Llegar al tercer piso empieza a costar con la subida de la temperatura. Estaba en su puerta la chica que vivía de alquiler en la casa de enfrente. No podía faltar mucho para las seis. Aquella morenita, con mucho enfado empujaba la puerta sin éxito para abrirla. Dos grandes bolsas de compra en el suelo y un cabreo de campeonato. Miraba una y otra vez el reloj, diciendo: ¡Joder!, ¡Joder!, ¡Joder!... Sentirse caballero o quien sabe que, me hizo hablar:
Buenas tardes. ¿Tiene algún problema?
- ¡Hola! No puedo abrir la puerta. Ha caído algo detrás y está bloqueada. No puedo abrirla.
¿Quiere que lo intente yo?
-Sí, sí. Lo primero no me llame de usted. Tampoco somos tan mayores. Con sonrisa pícara de una juventud insultante.
(¿Que no soy tan mayor? ¡Ojalá! Estuviese en tus veinte añitos) solo hay que mirar esas mayas negras que llevas y contienen esa carne apretada, usas tanga que no permite ninguna marca sobre ese culito que debe ser precioso, con forma de manzana y suave como un melocotón de esos que hace años que no cómo. Los de bote en almíbar, están pelados. ¿Qué estoy pensando?)
Empujado con el hombro, note que algo había detrás de la puerta. Como todo en la vida. Un empujón con fuerza de embestida taurina, dejo abrir la puerta unos centímetros, para permitir el paso.
-Como te lo agradezco. Es que tengo prisa.
¿Te importa que pase y levanto el mueble?
-No, no, te lo agradezco. Pasa, y lo levantamos. Te ayudo yo.
Era un mueblecillo de esos de la tienda sueca y de nombre impronunciable casi sin vocales. Todos los cacharritos que llenaban los estantes, se habían caído y estaban desparramados perdiendo su perfecto orden.
Con curiosidad femenina, vi un apartamento de una estudiante, económico pero ordenado, limpio y coqueto. (¡Joder! Igualito que el mío, pensé).
Bueno, pues ya está. Te aconsejo que alejes ese mueble de la puerta y no vuelva a pasar.
-Sí, tienes razón. Lo quito y ya está. Mirando impulsivamente el reloj. ¿Cómo te llamas?
Antonio.
-Yo Adela. Si no te importa tengo un poco de prisa, es que espero a una persona.
Las bolsas de compra que ya no se apoyaban sobre la puerta, se inclinaron hacia dentro y dejaron verter el contenido. Tres cajas de igual tamaño salieron y llegaron al suelo. Eran tres cajas de preservativos, puede que hubiese más dentro de la bolsa.
(Eso es cosa suya, pero ¡Joder! Con la niña. Imagino que: Se tendrá que financiar los estudios)
Después de aquello, tomo sentido el repetido el ritual sonoro, que oía habitualmente desde mi caverna.
Abrió la ducha un ratito. Debía estar limpiando aquel precioso cuerpecito, por un momento, imagine ser la suave esponja que recorría todo aquel cuerpecito de festín.
Sonó el móvil de la muchacha. Poco después el timbre de la puerta, por la que entro un caballero de mi edad y poco pelo, que vi desde mi mirilla.
Por las paredes los oía hablar, pero sin llegar a entender que se decían.
Otra vez, sonaba la ducha, menos tiempo ahora. Normal este tío tiene prisa por disfrutar ese cuerpo.
Sonido de copas, golpes y algún gemido al rato.
Se volvía escuchar la ducha unos sesenta minutos después. Para dejar salir a un hombre con cara tonta y sonriente por aquella puerta.
Bueno, está claro y ahora es seguro lo que sospechaba desde octubre. Cuando empezó el curso y vino a vivir a la casa de al lado. Es su vida y que ella haga lo que quiera. Faltaría mas. A mi que me importa ¿Si quisiera trabajar conmigo? No tendría que dar tantas vueltas por polígonos y antros de mala muerte. ¿Pero que pensara, si ve al monstruo?
(Venga fuera pensamientos) Ropa negra, luto riguroso, cinturón de metal y me voy un ratito al polígono, hace tres días que no tengo sexo y el monstruo está ansioso.
Busque a Katy. Sin orgullo de utilizar servicios de prostitución. Hay tres conclusiones más allá del vicio por la carne:
Nadie te quiere.
Eres incapaz de hacerte querer.
Es horrorosamente asqueroso acostarse contigo.
Pero estas solo y el dinero paga tus carencias.
Al día siguiente, nada más entrar en casa (que no es un hogar), sonó la puerta. Era Adela y tenía una botella de vino en la mano.
Con la seriedad habitual y abriendo la puerta.
- ¡Hola! Toma una botellita de vino, para agradecerte lo de la chapucilla de ayer.
No hacía falta mujer.
-Si hombre, me hiciste un favor muy grande.
Sin pensarlo dos veces: ¿Quieres que la abramos juntos, no tengo con quien beberla? Se a lo que te dedicas, aparte de estudiar y no me importaría. Si tú quieres trabajar conmigo claro y no te produzco repelús.
- (Pasado el primer golpe de sorpresa). -No hombre, repelús, no. Si estás bien. (¿Bien? Poderoso Caballero Don Dinero)
-Vale, a mí no me importa, mis tarifas son estas, pídeme una cita y abrimos esa botella.
La niña no se andaba con rodeos.
¿Cómo tienes la tarde?
-A las siete y media tengo libre ¿si quieres?
¡Ok! Espérame.
Desde la 19:05 escuché la ducha y escuché cuanto pude. Pesando como limpiaba su cuerpo tras el servicio anterior, escuche la puerta del frigorífico. Se debió tomar un descanso y un avituallamiento para tomar fuerzas.
Esperé hasta las 19:27 para llamar a su puerta y no adelantarme ni retrasarme. Con los nervios de siempre por el miedo al rechazo, tenía prisa por entrar.
-Hola. Pasa, no quiero cotilleos con los vecinos.
Venga, paso a la ducha y me limpio los dientes.
-Yo, me acabo de duchar.
Correcto, ahora mismo salgo en cuanto me duche.
Nervioso, salí de aquella pequeña ducha llevándome la toalla para tapar lo que no quería enseñarle del tirón.
-Venga relájate, ahora no somos vecinos, que nos ayudamos.
(Si, ayúdame por favor, hace tiempo que solo espero… ¿que espero? no espero nada. La muerte como todos. No pienses tonterías. Lo mismo hay suerte y se atreve con el francés natural)
Sin miramientos se abalanzo sobre mí y me empujaba a la cama en la que tenía dos preservativos sobre una bolsa de toallitas húmedas.
Mientras restregaba su cuerpo contra el mío, intento quitarme la toalla que sujetaba sobre mi vientre y que no la deje que me descubriera. Agarrándola como un escudo protector.
- ¿No me digas que eres tímido?
No, es que… la permití mirar mientras retiraba la toalla. Conocía la cara de sorpresa de una mujer al verme desnudo. No pasa nada, ya, solo son cicatrices. Las tengo peores y no se ven
-Tranquilo, llevo poco, pero ya he visto algunas cosas.
Continuo con su labor y sin atreverme a decir nada. La deje hacer. Sí, me acarició aparentando que no la importaba, pero me puso el condón, mientras no dejaba de mirar con ¿asco, sorpresa, horror…?. Utilizó las manos. No había duda, lo que veía, a ella tampoco la gustaba y la producía reparo. Lo puedo entender nunca consigo que me hagan un francés natural. Esta limpia, solo tiene cicatrices y mi escroto no es regular, lo rompió una de aquellas lanzas.
Su cara me devolvió a dos situaciones casi idénticas:
Expo del 92, Leandra una chica argentina con la que me enrolle en el “kanguro” el bar del pabellón de Australia.
En el 94. En la playa de Gandía con Eva, después de enrollarnos al fondo de la pista de “Bacarrá”, me pregunto, que, si tenía coca y la dije que no, “las drogas te hacen un monstruo”.
Cuando llego el momento y las dos se fueron acercando a mi entrepierna, quizá el alcohol te hace soltar las verdades sin miramientos. Repitieron la cara extraña que ahora tenía Adela y me dijeron: ¡Tío! lo siento. Pero es que pareces un "monstruo".
No pasa nada, a ellas no las pagaba. Subí el slip. Ceñí el pantalón y apreté el cinturón queriéndome romper en dos por la cintura. Para irme a sitios apartados, donde admitir que debía ser un monstruo al que nadie podía ver llorar.
Estas, me hicieron echar el cierre al placer gratuito. Desde entonces, todo ha tenido precio y la que quiera, tiene que cargar con esto, que cobre y en paz. Como lo advierto antes de empezar. Siempre se niegan al francés natural.
Los encuentros con Adela, tomaron periodicidad semanal. La insistía casi siempre en el francés natural que me negaba una y otra vez porque ella no trabajaba así.
La confianza me llevo a contarla una historia, la cogí cierto afecto y tumbados en la cama, tras un servicio:
¿Sabes lo que fue la guerra del Golfo? (eres muy joven)
-Algo he oído.
En la noche buena de 1990 llego a mi fragata “Marita Márquez” para animar a la tropa. Como tuvimos contacto con otro buque. También llego correo. Aunque había recibido una carta dos días antes con el correo de periodicidad habitual, no esperaba nada. Pero el cartero pronuncio mi nombre en la cubierta.
¡Coño y esto! La cara del cartero lo decía todo (llegaban abiertas, leídas y con un sello rojo de: “REVISADO”. El mundo estaba en conflicto, estábamos en misión y no había lugar para tonterías. Pensaba para dentro: ¿Será que Almudena, ha encontrado algo para irnos a vivir juntos? Empezaba: “Hola. (malo no pone querido, ni nada cariñoso que se le parezca). Le he dado muchas vueltas y esta relación no me llena, ni va a ninguna parte…. (Lo lógico, me fui a las líneas finales…) No eres ningún “monstruo” Ya sabes que, como amiga, aquí me tienes para lo que quieras. Un abrazo Almudena”
¿Un abrazo? Con la mala leche y la decepción del momento, la aplaste en una bola y lance por la cubierta al mar.
Amorrado a una botella de cerveza tras otra, veía aquella rubia imponente interpretar soldados sin batalla… Soldados del amor. Pues una mierda para todos los soldados, el amor y para el que lo inventó.
Ya de madrugada, termino el retén para protegerla mientras desembarcaba y así se fue.
Recogiendo la sala que se habilito para acoger a la tropa (emborracharnos, en una palabra). Retiramos el mostrador que había servido de barra. En un buque todo está anclado al suelo para evitar los golpes de mar. Unas barras de acero salían del suelo como lanzas amenazantes y encajaban en cada pata, para que no se movieran sujetas en aquellas barras.
Cuando nos quedamos solos. Con su media lengua del sur, Lito dijo:
- ¡Vallecas¡, estas triste, coño, ¿Que joe te pasa, !picha?. ¿Problemas de bragas?, ni has mirao a la Marita. ¿Te quies anima?
¿Qué tienes?
-Algo especial, pero esto va a talego, ¡que estamo en arta ma!
Cogió una pajita de bebida y la corto con su navajilla requemada de cortar el hachís caliente. El Lito era la gran superficie de estupefacientes a bordo.
Estirando un papel de plata me arrimo el tubito a los labios y dijo:
-Cuando suba el humo lo pillas rápido, to lo rapido que puedas, que no se escape na y lo aguantas dentro todo lo que puedas. Y al loro con er subidón que es mu rápido.
Un mechero rojo bic ponía negro el papel de plata, la pasta color ocre se fundió en una masa viscosa color miel que rodaba desprendiendo un humo pegajoso, que al llegar a la cara me provoco un escozor tremendo en el ojo derecho, que casi no podía abrir y una especie de explosión en el pecho cuando llego aquel humo dañino. Tres tiros seguidos que aguanté como pude.
En unos segundos todo estaba nublado, pero conservaba la memoria de lo que quería hacer.
Saqué un billete de los azueles de 500 del bolsillo izquierdo de la chupita y tres chapas de 100 del bolsillo del pantalón.
Lito, me faltan dos libras, cuando baje a la camareta, te las subo.
- ¿Tu eres guilipollas? ¿o qué? te he dicho que era un talego la postura. Y aquí no se fía. ¡Quillo, esto no junciona asin!
Coño. Por cuarenta duros me vas a montar este pollo. ¿Te he dejao yo algún marrón? Déjame tranquilo que luego te los pago.
-Ni aluego, ni pollas.
De un fuerte empujón, me mando sobre una caja de botellines vacía que había tras mis pies. Cayendo sobre las astas que sobresalían del suelo para sujetar el mostrador.
La falta de estabilidad tras un día etílico y atufado por humo del reciente chino, me hizo sentir una sensación de vacío que subía desde el glúteo hasta la parte lateral del ombligo. Tras el quejido interminable. Pasando a una sensación de frio que trasportaba el metal hasta mis entrañas. Cuando levante la mano derecha, toque la barra que me mantenía ensartado en aquellas barras metálicas a las que me agarraba con fuerza.
Sonó la alarma, en unos instantes llegaron dos camilleros con un alférez médico. Me dijo: "No toques las barras y sobre todo no te duermas. Pillarle una vía que nos va a perder el conocimiento. No, mejor una subclavia, creo que tiene tocada la femoral!
Notaba la humedad que empapaba de sangre por la espalda la camisa de fibra.
Esto va a doler ¡eh ¡Aguanta que te vamos a levantar! Al desanclarme de aquellas lanzas. Note un dolor más intenso aun que cuando se clavaron. Con la sensación de un lavabo que se vacía notaba como la sangre se iba a la pierna derecha y con ella la conciencia.
Dos días después me desperté en un hospital turco. Gritando. ¡Mamá agua! Mamá estaba lejos.
Muchas preguntas:
- ¿Cómo estas, ¿cómo te llamas, donde estas, que recuerdas?
Iros a tomar por culo y dejarme en paz. Cuando me caí me dolía el alma y ahora me duele todo. “De mañana ese cuerpo te transporta al infierno”.
El Comandante médico, llego; calvo, rechoncho y fumando ducados a destajo, olía a rayos aquel tabaco negro.
- ¡Bueno ¡Soldado ¡Has tenido mucha suerte!
-Suerte, porque tu examen de tóxicos, se ha perdido. Ibas hasta las patas y no te lo podemos demostrar. La justicia militar no te puede empurar.
-Clínicamente: Se rompió la femoral, pero tenías al lado a un artista, que te salvo la vida. El parte dice: Herida incisiva con barra de acero, con entrada por el glúteo inferior izquierdo alcanzando y rompiendo el escroto sin afectar a los testículos, avanzando y rompiendo longitudinalmente el cuerpo cavernoso derecho del pene con salida por el área del glande… Bla, bla, bla…
No se observan daños renales ni uretrales a… no sé cuántos de diciembre…
-Bueno, el que te ha cosido, quirúrgicamente es un artista, te ha salvao los huevos y la polla. Si alguna se atreve, te la chupara sin problemas. Pero estéticamente, yo, no le dejaba ni que me cosiera un botón que se viera por fuera.
-Eso, es un “monstruo” pero te va a funcionar todo, hasta la pistola.
Adela, no se inmutaba. Ni me hacía caso, solo controlaba el reloj. Debía estar esperando a alguien después. Decía sin mucho énfasis: Qué dolor, ¿no?
Vale, es verdad: cuando cuentas penas, al 20% no les interesa. El 80% restante, se ríe y encima se alegra que tengas penas.
Aunque sea un “monstruo” ¿Me aras un francés natural?
-No insistas ¡yo no le hago eso a nadie! Y no eres un “monstruo”.
Con la duda por el afecto que la tenía. Busque una app que modulaba la voz y la instale. Me fui al bazar chino, en el que ponía en un folio en el cristal del escaparate. “Se livera y repara movile, tarjetas ectt”.
Dame una tarjeta prepago con 10€ de saldo.
Inserte la tarjeta y me llame al fijo para escuchar aquella voz que era irreconocible.
Casi a las 22:00 horas, cuando sabía que estaba sola, al otro lado de la pared. La llame.
-Hola.
Hola, ¿Rebeca? (nombre artístico de guerra de Adela). ¿Quería saber si nos podíamos ver?
-Sí, pero ¿cómo me has conocido?
Un amigo, Diego. Me ha dejado tu teléfono.
-Mis servicios son normales y si me conoces físicamente por la descripción...
Sí, me imagino. ¿El francés lo haces natural?
-Si claro, no hasta el final. Bueno a no ser que: ¡seas un “MONSTRUO”¡
“He nacido en una tierra
Donde los viejos aún cuentan
Que si en un camino encuentras
A un hombre que va hablando solo
No pienses que está pasado
Seguro que algo le pasa
Pasa que lo han engañado
O está levantando su casa
Y ahora que todos se esconden
Ahora que todos se escapan
Si quieres conocer a un hombre
Pregúntale como es su casa.”
Mi casa. Los suaves.
Última edición por carretan; 14-06-2017 a las 00:09
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