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Antiguo 15-03-2007, 23:08
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Examen de historia.


Bueno, había intentado escribir algo más fuertecillo, pero al final me ha podido la vena romántica. Espero que no os aburra mucho.

EL ÚLTIMO EXAMEN

(El artista entró en el estudio después de varios días sin contemplar su cuadro. Al volverlo a tener delante, su ánimo se derrumbó. Aquella venus no era real, no estaba viva, parecía de madera. Toda su técnica había sido incapaz de dotar aquella carne de pálpito, de blandura, de calor. Arrebatado por la furia, cogió una espátula y rasgó el lienzo completamente.
Aquella noche se emborrachó. Recorrió todas las tabernas del puerto, y gastó sus últimos fondos en un lupanar que había frecuentado otras veces, con varias mujeres a la vez, hasta quedarse dormido. Al despertarse, no sabía muy bien dónde se encontraba. Fue recordando su angustiosa experiencia del día anterior, cuando, a punto de venirse abajo, quedó absorto con la imagen que tenía ante sus ojos. Una de las chicas permanecía durmiendo a su lado, apenas cubierta por la sábana. La luz del día entraba por la ventana, iluminándola y revelando una cualidad maravillosa en aquella carne, vista al trasluz. El tono dorado tenía un brillo que no había percibido nunca en sus modelos. No parecía carne iluminada.
Miel… parecía miel, como si un ángel estuviera perfilando su figura con pinceladas de sol.)


* * * * *

Valentina iba corrigiendo con buen ánimo los exámenes de sus alumnos, que, según veía, habían aumentado su interés por la historia del arte, hasta que llegó al de J.:

“Venus de la miel: pintura barroca, obra de El Napolitano. Se nota el buen uso del color y de la forma, y…”

Y. Ni una palabra más.

Al día siguiente, le citó después de la clase y le reprendió severamente por su dejadez. Estaba a menos de tres meses de su ingreso en la universidad. De seguir así, no pasaría el curso, y nunca podría continuar sus estudios. Si al menos mostrara un poco de interés, ella estaría dispuesta a ayudarle en lo que pudiera, no le exigía nada más que un pequeño cambio de actitud. Qué iban a pensar sus padres si…

Mientras ella continuaba hablando, J. observaba el paisaje disimuladamente, a través de la ventana que quedaba al fondo de la habitación, por encima del hombro de su profesora. Después, fue fijándose en los propios hombros de Valentina, subiendo la vista hacia el cuello. La luz de la tarde iluminaba preciosamente su perfil, su melena cuidadosamente peinada. Era una chica bonita, joven, pero la atención casi exclusiva que ponía en las lecciones impedía cualquier acercamiento personal que, por otra parte, tanto le hubiera gustado. Aunque entendía que era imposible de todos modos: a él no le gustaba el estudio y ella vivía el estudio. En aquel momento estaba realmente enfadada, lo notaba por la tensión del cuello.

“Mira, esto no lo he hecho nunca, pero para que veas mi buena disposición, dentro de una semana voy a dejarte repetir el examen, con el mismo tema. Aprovechando que ahora hay una exposición de El Napolitano en el Museo del Prado, vete a ver la obra y la semana que viene me la comentas por escrito. Haz un esfuerzo importante por una vez, J.”

J., dos días después, iba caminando por la Ronda de Atocha hacia el museo, con cincuenta euros que le habían dado sus padres para pagar la entrada y comprar el catálogo de la exposición. Recordaba retazos de la charla de su profesora: “…nunca podría continuar sus estudios…” “…haz un esfuerzo importante por una vez…”. Se detuvo frente a un taller de reparación de motos. Aquello era lo que le gustaba.

Poco después, le atrajo el letrero de una de las bocacalles de la ronda. Se detuvo nuevamente, intrigado. Al final, recordó: había leído el nombre de aquella calle en una sección de contactos, cuando veía los anuncios de relax por diversión, sin imaginar siquiera acercarse a uno de ellos. Poco a poco, fue recordando también el número del portal, y el piso. A punto de seguir caminando, un par de pensamientos cruzados volvió a detenerle. Cayó en la cuenta del dinero que llevaba encima, y, al mismo tiempo, le vinieron a la memoria las palabras de su profesora: “…haz un esfuerzo importante por una vez…” Y, sintiendo eso mismo, sin creer apenas lo que estaba haciendo, cambió su rumbo y se dirigió hacia el piso del anuncio.

* * * * *

“Venus de la miel: No he ido a ver la exposición, no me interesa, no voy a seguir estudiando. No me importa nada el color ni el escorzo de la venus, ni su asimilación de la corriente veneciana. Si yo estuviera en esa habitación no hubiera tenido a la chica sujetando un tarro de miel cinco horas, hubiera cogido la miel, se la habría echado sobre el vientre y me hubiera puesto a lamer, según fuera cayendo, la hubiera dado después la vuelta y habría ensayado con ella todos los escorzos que no caben en los cuadros, porque la chica estaba para comérsela entera y chupar los huesos.”

Tras sellar su salida del mundo del estudio, J. sintió que había dejado atrás muchas cosas. Entre ellas, a Valentina, sin duda. Pero también sintió que tenía por delante un futuro amplio, libre, ventilado por el aire de la velocidad y brillando entre las piezas de las motos.

Valentina, por su parte, al leer aquellas líneas acabó de perder la paciencia. Ante el fracaso de su esfuerzo, rasgó los folios y se marchó del colegio hacia su casa. Intentando olvidar el episodio, se sumergió por completo en el estudio de su tesis, rodeada por las láminas de arte, por los libros de los historiadores, por los artículos de los críticos.

Y consiguió mantener su mente ocupada toda la tarde, como tantas veces había hecho, y el interés que en ella suscitaba el arte acabó desplazando el recuerdo de la mañana, y al cerrar los libros para irse a dormir siguió envuelta en aquel mundo al que se dedicaba prácticamente por completo.

Y siguió pensando cuando ya estaba metida en la cama, como hacía todas las noches. Sólo que aquella noche no pensó en cuadros.
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Antiguo 16-03-2007, 10:51
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Brillante

Da gusto leerte


Felicidades



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