Excitante viaje en tren
AQUÍ ESTÁ MI SEGUNDO RELATO:
EXCITANTE VIAJE EN TREN
No perdí el tren por los pelos. Una vez subí a él dejé la maleta en el suelo y tomando aire un minuto para recuperarme de la carrera por el andén saqué el billete del bolsillo del abrigo para recordar cuál era mi asiento; una vez verificado me dirigí a su encuentro.
Mi coche era el de la derecha y el asiento que me correspondía estaba nada más entrar a la izquierda, de los dos, el pegado a la ventanilla en el sentido de la marcha. Enfrentados éstos a otros dos contrarios a ella.
De los cuatro asientos el único ocupado era el del pasillo de espaldas a la marcha, en la diagonal del mío. Una atractiva mujer en la treintena apoyaba sobre sus dos piernas, juntas las rodillas, un ordenador portátil abierto sobre el que tecleaba algo en ése momento. Por su elegante y formal vestimenta parecía una ejecutiva o secretaria.
-Buenas tardes -Saludé.
-Hola –Contestó con una amable y preciosa sonrisa levantando la vista de la pantalla. Era realmente guapa. Llevaba unas gafas de fina montura metálica .Volvió a su tarea.
Coloqué la maleta en el compartimento superior y tras sacar un periódico del bolsillo del abrigo me despojé de éste, lo dejé en el asiento libre de mi derecha y tomé asiento.
El tren arrancó entonces suavemente mientras una voz femenina saliendo de los altavoces nos daba las gracias por viajar con ellos y nos rogaba que bajáramos el volumen de nuestros móviles informándonos por último de dónde podíamos encontrar la cafetería.
El vagón se hallaba ocupado en unas dos terceras partes. Justo a mi derecha al otro lado del pasillo, donde también había cuatro asientos enfrentados, una pareja de ancianos comentaban algún cotilleo de una revista que la mujer mostraba al hombre. Oí vagamente una música machacona. Advertí que salía de los auriculares de un joven que estaba en la fila de delante de los ancianos. Tamborileaba con los dedos de la mano izquierda sobre la bandeja abatible de plástico en la que reposaba su MP3 y una lata de coca-cola. Decidí contrarrestar tan desagradable ruido escuchando una ópera en mi anticuado y querido discman que saqué del lateral de la maleta. Suspiré cuando los primeros compases de la obertura acariciaron mis neuronas con su maravillosa música. Bueno…ahora que el sentido del oído entraba en fase de éxtasis le llegaba el turno al de la vista (el del olfato también estaba agradablemente cubierto por la deliciosa fragancia del perfume de mi vecina).
Abrí el periódico para disimular y de reojo le eché un vistazo a mi compañera de viaje aprovechando que seguía tecleando ensimismada en su ordenador. Calzaban sus pies dos elegantes botines azul oscuro y sus piernas estaban enfundadas en transparentes medias negras. Vestía un traje chaqueta también azul oscuro, a juego con el calzado y una blusa malva. Recogía en una cola de caballo su brillante y liso pelo negro del que dos mechones caían a los lados de su bonita y redondeada frente. Por debajo de sus parpados pintados de un azul suave y rematados por unas frondosas pestañas pude observar el abultamiento de sus globos oculares mientras recorrían el texto por la pantalla.
En ése momento dejó de teclear, diciendo para sí : “Bueno, ya está” – Y cerrando el ordenador lo depositó en el asiento de su derecha, enfrente mío, al lado de un pequeño bolso negro del que sacó a continuación un libro de bolsillo del que no llegué a ver el título, pero el color de sus tapas (rosa claro) me dio una pista que se confirmó cuando lo abrió y pude ver en la contraportada el para mí familiar logotipo: En efecto, se trataba de una novela erótica de la colección “La sonrisa vertical”.
Semejante pibón leyendo literatura guarra encendió mi morbo, el cual se acrecentó cuando lenta y sensualmente cruzó su pierna derecha sobre la izquierda mostrándome un hermoso muslo que el brillo de la media hacía aún más deseable. Se pasó la lengua por los labios ¿Los tendría resecos o se recreaba en su estimulante lectura?
¡Qué buena estaba la tía! Me estaba calentando por momentos. Pero, tras unos minutos, vino lo realmente bueno: Suspendió un momento la lectura. Levantó el apoyabrazos que separaba su asiento del derecho y descalzándose los botines reclinó el tronco de lado hacia su izquierda, mientras apoyaba las piernas en el asiento frente al mío con las rodillas flexionadas, y cruzando el pie izquierdo por encima del derecho quedó colgando éste del borde del asiento mostrándome a través de la fina media, que aunque tenía puntera era poco menos transparente que el resto de ella, unos preciosos deditos con las uñas pintadas color rojo sangre. Reanudó la lectura.
CONTINUARÁ…
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