Fetiches a media luz (segunda y última parte) - Foro Spalumi

    
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Antiguo 06-08-2010, 01:37
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Fetiches a media luz (segunda y última parte)


Acercas un poco más la caja hacia los ojos, y elevas la mano izquierda, dirigiéndola a lo que supongo el mismo punto que miras con tanto detenimiento. Pareces rascar algo en su superficie, lo que deduzco por el movimiento del antebrazo a un lado y a otro, ya que la mano me la oculta el propio estuche, pero cuando ésta vuelve a aparecer a los pocos segundos, con los dedos gordo e índice tirando de algo transparente (casi invisible) entre ellos; enseguida caigo en que lo que buscabas: era el extremo de la tirita que facilita el rasgado del celofán que protege la caja. ¡Luego los vas a estrenar! No es que fueran unos guardados todavía en su cartón para protegerlos, como creí en un principio.

Seguramente los compraste ayer. Estando yo ya en casa, esperándote para hacer la cena juntos como habíamos quedado, llegaste algo más tarde (del trabajo, creía) de lo habitual. Disculpándote, me dijiste que habías salido a la misma hora de siempre, pero que antes de regresar a casa, te pasaste por “El Corte Inglés” de Preciados que te queda al lado del trabajo, que habías ido a comprar algo que te hacía falta, y que te entretuviste un rato echando un vistazo, que se te fue el santo al cielo. Entonces me extrañó no ver ninguna bolsa de los grandes almacenes en tus manos. Si compraste la prometedora cajita ayer, probablemente la llevarías guardada en el bolso, donde cabe de sobra. ¿Es así, preciosa?

¡Mejor! El proceso de apertura del estuche de cartón; la demora de tus lindos dedos de uñas granate oscuro desvirgándolo, añade un plus de morbo al, ya de por sí, excitante momento.

Reanudo profundamente emocionado la masturbación; al principio con mesura, para concentrarme mejor en el ceremonial de tus lindos dedos liberando el paquete de su envoltura plástica. Cambias entonces de posición la mano que lo sostiene en su parte inferior, permitiéndome ver ahora unas letras de molde mayúscula de color negro que antes quedaban ocultas: Una “D”, luego una”I”, y… por último… ¿otra “I”? No, desplazas la falange del dedo que lo tapa, y ahora confirmo que lo que creía otra “I”, es el primer palote de una “M”, por tanto se trata de la marca “DIM”.

Una vez te deshaces de la totalidad del celofán, abres la solapita de cartón situada en la parte superior y sacas con dos preciosos dedos la divina prenda. Se presenta ésta protegida por una funda de plástico transparente, a través del que distingo, en su parte central la sedosa prenda propiamente dicha, que muestra un color carne más oscuro del que luego revelará al ser desplegada, y a los lados de ella dos márgenes de un color blanco satinado, de unos dos centímetros de anchura: son la parte visible del cartón cuadrado alrededor del cual, está plegada varias veces sobre sí misma, la delicada prenda. Despegas el pequeño celo en forma de círculo que cierra la solapa plástica, y levantando ésta, extraes con suma delicadeza para no dañarla, la sedosa forma. Por último retiras de su interior la cartulina, con lo que ya sin su armazón interno, queda lacia en tu mano la suave y rectangular forma.

Apoyándola en tus muslos, buscas a continuación la cinturilla de la prenda, que también se pliega un par de veces sobre sí misma, una vez localizada ésta, la desdoblas e introduces los dedos gordos a cada lado, en su borde interno. Levantas entonces la prenda delante de ti con los brazos estirados, y vas elevando las manos por encima de la altura de los hombros; a medida que lo haces, ésta se va desplegando hasta su total extensión, revelándose al fin como unos pantys transparentes color carne claro, que en la parte de la entrepierna, muestran un refuerzo en forma ovalada semi-opaca, justo en la zona donde queda el chochito. También son reforzadas y algo más oscuras, pero igualmente transparentes, las punteras, allá donde se alojan los deditos. Debido al brillo de la lycra, la lejana luz del baño arranca unos leves destellos a lo largo de la prenda.

Ha llegado ahora el momento mágico. Vas a oficiar la perturbadora liturgia que, para fetichistas voyeurs como yo, constituye una de las más altas cumbres del erotismo femenino.

El sagrado ritual da comienzo: Todavía con las manos en alto, ocupándose de la pernera izquierda, inician tus dedos gordo, índice y medio de cada mano un vaivén estremecedor, mediante el que van recogiendo su extensión. Vas bajando las manos a medida que lo haces, (puedo oír el “fru fru” que escapa del roce del tejido sobre sí mismo, y de las yemas de tus dedos sobre éste, y ese detalle me pone a cien). Una vez has convertido la extremidad de la media, en una sedosa, y mullida en sus bordes, “vagina horizontal”, queda listo su “útero” para ser explorado por tu divino pie izquierdo, que elevas del suelo en este momento, apoyando su talón en el borde de la banqueta. Procedes a la aproximación del sedoso alojamiento hacia tus pequeños y hermosos deditos de brillantes y cuidadas uñas granate oscuro.

Continúo, ahora con más ahínco, la “labor zambombíl”. Elinaprensiblee infinitesimal momento previo a “la toma de contacto” reviste una singular excitación.

Das principio a la penetración. Las yemas de tus deditos entran en contacto con el suave receptáculo; haciendo una especie de “olita”, como cinco hermanitos gusanos lamiendo la larva que constituye el interior de la puntera; tomándose éstos un momento para disfrutar del sedoso contacto con el tejido; buscando el placer del íntimo abrigo proporcionado por él.

Una vez ubicados los deditos, tiras de la media suave pero firmemente, para seguir “follándotela” con el resto del pie, procediendo a desenrollar su largo, flexible, y transparente útero, con un movimiento de vaivén de las manos, arriba y abajo; centímetro a centímetro, avanzando hacia la elevada cuesta del empeine y hacia la carnosa oquedad del arqueado puente,procurando la máxima adherencia del sedoso tejido a la divina cartografía de valles y montes de tu libidinoso y bellísimo pie.

Asegurándote, con un último tironcito antes de seguir, de que la “penetración” es profunda, y la tensión máxima, salvas, despegando el talón de su apoyo, el escollo de 90º que supone éste, describiendo un elegante movimiento de torsión de las muñecas. Ya desde ahí extiendes ahora el pie en horizontal y prosigues “el ritual” desde tu fino tobillo, hacia la “erección” plena de tu preciosa pantorrilla, motivada por la extensión de los deditos hacia delante, como queriendo ponerte de puntillas en el aire.

Cuando llegas a la rodilla; bajas el pie e inclinándote hacia el otro, enrollas la pernera derecha, y así doblada, tus senos maravillosamente oprimidos sobre los muslos, repites la operación con el pie y la pantorrilla derecha, con la cabeza inclinada, desplegándose tu negra melena hacia ese punto. Luego vas incorporando el tronco a medida que te aproximas a la rodilla correspondiente.

Una vez ambas piernas están enfundadas hasta las rodillas, te incorporas perdiéndose casi, en la mullida alfombrita sobre la que ahora se apoyan tus pies, la visión de éstos. Una vez de pie, acabas de extender el resto de los pantys progresando un poco cada vez. Con el mismo vaivén de las manos alrededor del perímetro de los muslos. Hasta medio muslo la pierna izquierda, ocupándote luego de la derecha hasta el mismo punto, acabando la operación en la izquierda hasta la altura de la ingle y a continuación en la derecha. Me recreo a la par en el delicioso bamboleo de tus pechos, aunque restringido por el sostén, mientras finalizas la maniobra.

Viene ahora la fase final: Cuando introduces los dedos gordos de las manos bien adentro en la, todavía arrollada, cinturilla de los pantys en su parte trasera, y con un buen tirón del tejido hacia atrás y hacia arriba, salvas el voluptuoso y redondo promontorio de la parte inferior de tu magnífico culo, acto seguido recorren tus manos, desde la línea de las ingles, y con los dedos gordos engarfiados, el perímetro interior del borde del panty, extendiendo éste hacia arriba , primero desde el pubis y luego hacia las caderas en dirección al resto del trasero, en movimientos semicirculares una y otra vez; tirando fuerte hacia arriba a medida que los describen, acabando de tensar la prenda. Asegurando la perfecta adherencia de su sedosa caricia a los lados de tu estrecha cintura.

Observo ahora tus braguitas azul pálido a través de la transparencia de la media, cuyo color carne le otorga un difuminado velo; el vaporoso tono de una veladura de acuarela, semejando el conjunto un idílico lago triangular envuelto en una bruma misteriosa, cuyas profundidades escondieran la promesa de ignotos placeres.

Tus dedos dibujan desde ahí la ruta final semicircular por el interior de la cinturilla para venir a encontrarse por delante del abdomen, pero sin llegar a entrar en contacto. Los detienes a una distancia equidistante del ombligo, a unos cuatro o cinco centímetros de éste, y tras una pausa de un segundo, los sacas a la vez, tirando al hacerlo, del borde de la cinturilla hacia delante con las yemas de éstos, produciendo un levísimo chasquido, semejante al restallar de un látigo diminuto, que me vuelve loco. Como el carpetazo sobre una mesa tras un trabajo bien realizado.

Pero aún queda el epílogo: Te llevas la mano izquierda a la entrepierna, con el dedo gordo hacia arriba, hacia la zona del pubis; y los dedos anular y medio hacia el chochito, quedando el índice y el meñique ceñidos a las ingles, (la mano derecha descansa mientras tanto apoyada en el muslo derecho). Un gesto que en cualquier hombre tacharíamos de grosero, pero que al realizarlo tú, resulta de un erotismo brutal. Lo que haces es asegurar la colocación de la zona romboidal, bien pegada al chochito; al mismo tiempo flexionas un poco las rodillas hacia los lados (“A lo Michael Jackson”, que en gloria esté) para tensar bien la zona interna de los muslos.

Finalmente llevas las manos hacia el culo y lo amasas en círculos como gozando del tacto de la media, al mismo tiempo que te giras dándome la espalda; buscando, en la porción visible a través de la entornada puerta del cuarto de baño, el lejano reflejo en el espejo de cuerpo entero del fondo, que te permite contemplar cuán hermosa y sexy estás con tus recién estrenados pantys, que embellecen y elevan a la divinidad tus preciosas piernas con su sedosa aura. Te giras a un lado y a otro, sin dejar de magrearte el trasero; elevando un poco los talones como si llevaras tacones. La media despide, de ese modo, brillantes destellos emitidos por la lycra contenida en su confección. Semejas una sirena, ya mutada en humana, emergiendo de un mítico lago. Y en cuyas extremidades inferiores recién eclosionadas, aún perdurara una constelación de resplandecientes gotas de sus mágicas aguas.

Estás tan preciosa y apetecible, que no aguanto más. Imprimo el impulso final a la ya acelerada masturbación; clavando la mirada en tu hermoso, y ahora luminoso, culo; y a lo largo de tus brillantes piernas, que me muestras desde diversos ángulos con tu giro a izquierda y derecha, semejante al de la figurita de una bailarina clásica sobre el pedestal de una caja de música. Estallo entre calambres de placer que zigzaguean por mi médula, (conteniendo los jadeos lo mejor posible), en un desgarrador corridón que va dar en los muelles del somier, empapando los bajos de éste y parte del parquet bajo la cama.

Ya entre brumas apenas puedo ver con suficiente claridad, cómo te acercas a la cama para recoger, cerca de la zona en que me encuentro (lo que en principio me asusta, porque creo que me has oído bajo ella) las prendas que ya tenías preparadas encima de ésta antes de dirigirte a la ducha, y que, en mi precipitada carrera a ocultarme bajo su estructura, no reparé.

De regreso a la banqueta las depositas en ella y te las vas poniendo de pie: Primero te abotonas una elegante blusa malva; embutiéndote luego una falda gris claro de talle estrecho que te queda algo por encima de las rodillas, de la que, no sin antes asegurarte de recoger centradamente los faldones de la blusa bajo ella, subes la cremallera de uno de sus lados. Rematas el conjunto con una elegante chaqueta también gris. Finalmente te sientas e, inclinando la cabeza entre las piernas, sacas de entre las sombras del fondo de la banqueta (tus pies de puntillas mientras lo haces) unos zapatos negros de tacón que engullen a tus lindos pies, ayudados por un calzador que aparece en tu mano, recogido del lateral derecho de la banqueta (el oculto a mi mirada) y que supongo colgado de éste de un ganchito.

Recoges de la mesilla un bolso y unas llaves y, apagando previamente el aparato de música y la luz del cuarto de baño, abandonas “la cámara de los placeres” abriendo con suavidad la puerta. Oigo ahora el eco de tus tacones alejándose por el pasillo; haces una pequeña pausa a mitad de éste. (¿Para comprobar “mi imperturbado sueño” desde el umbral de mi dormitorio?). A continuación, reanudas tus pasos y oigo en la lejanía como abres y cierras la puerta cuidando hacer el mínimo ruido posible.

Salgo de debajo de la cama, sucio del polvo del suelo y con el pubis pegajoso de esperma. Me dirijo al baño (al tuyo, por primera vez) para ducharme, pero también para entrar en comunión espiritual con los efluvios exhalados por tu divino cuerpo, aún presentes tras tu reciente visita al mismo.”
JAVI (Tu rendido adorador)

Javi se encuentra frente al ordenador en su despacho de la entidad bancaria, en el que ahora suspende unos minutos el trabajo para encender un cigarrillo. Hace ya una media hora que mandó el e-mail a su adorada Verónica. Se pregunta si lo habrá leído ya. La incertidumbre ante su reacción le excita sobremanera: ¿Será positiva?, ¿negativa? ¿Estará enfadada, excitada a su vez, asustada? (¿Una mezcla?). ¿Cómo puede reaccionar una mujer ante una declaración así? ¿Le mandará algún tipo de comunicación en otro e-mail? ¿Se reservará, más bien, hasta encontrarle esa tarde en casa? (Lo más probable, piensa). Algo así es para hablarlo cara a cara. Independientemente de su reacción piensa en lo excitante que ha sido para él declararle todo lo sucedido esa mañana; todo lo que ha sentido. Hacerle partícipe de su devota adoración hacia ella ¿No se sentiría halagada? –reflexiona-:

Saberse adorada así tiene que ser muy especial para cualquier persona, pero al mismo tiempo siente y comprende que también puede asustarla el ejercer tamaña pasión sobre alguien. Alguien que encima comparte su mismo techo. ¿Pondría esto fin a su amistad de años? ¿O por el contrario la haría evolucionar a un estadio superior?

Vive por tanto con tremenda excitación las horas que restan para encontrarse con su amada amiga y compañera de piso. Con ver su cara y oír el cliqueteo de sus tacones cuando haga aparición, toda esplendorosa, en el umbral del salón; con su elegante traje chaqueta gris, brillantes sus preciosas piernas. Donde él estará esperándola, tomando una cerveza y leyendo repantigado en el cómodo sofá; sin enterarse mucho de la lectura porque una sola y obsesiva cuestión ocupará su cabeza: ¿Qué pasará? ¿Qué pasará? ¿Qué pasará…?
FIN
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Antiguo 14-08-2010, 21:07
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Fiel a tu estilo


Gracias, Verdi, por tu nuevo relato. Veo que sigues fiel a tu estilo de descripciones minuciosas y tensión narrativa interrumpida intermitentemente por fogonazos de humor. Esa fidelidad al estilo, ritmo y estructura genera relatos personales, originales y siempre agradables de leer.

Gracias, de nuevo.
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  #3  
Antiguo 19-08-2010, 16:23
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Iniciado por PACUMBRAL Ver Mensaje
Gracias, Verdi, por tu nuevo relato. Veo que sigues fiel a tu estilo de descripciones minuciosas y tensión narrativa interrumpida intermitentemente por fogonazos de humor. Esa fidelidad al estilo, ritmo y estructura genera relatos personales, originales y siempre agradables de leer.

Gracias, de nuevo.
MUCHAS GRACIAS A TI, PACUMBRAL.

En efecto, sigo fiel a mi estilo (supongo que es el que me sale de forma natural). Te confesaré que este relato en concreto es la excusa (sobre todo) para, como muy bien dices, "describir minuciosamente" algo que me apetecia: La descripción de una hermosa hembra poniéndose unos pantys; además de seguir "reflexionando" sobre mis fascinaciones personales: Los pies, las piernas, las medias, la adoración absoluta por una mujer enfundada en esas prendas, y el morbo que nos produce a algunos.

También sobre "esa amiga que reventaríamos a polvos" y las consecuencias de nuestra confesión (aunque en este caso dejo la reacción en la imaginación del lector. Es la propia confesión en sí lo que me interesaba. El relato de una morbosa obsesión)

ESTOY EN UN CIBERCAFÉ EN ALICANTE (SIGO DE VACACIONES HASTA SEPTIEMBRE) HA SIDO UN PLACER LEER LO PRIMERO (Y UNA VEZ MÁS), OTRO ALENTADOR, Y TAN AGRADABLE COMO SIEMPRE, COMENTARIO TUYO A UN RELATO MIO).

MUCHAS GRACIAS. UN SALUDO AFECTUOSO, PACUMBRAL
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