LA HUELLA
Un día Virtual me animó a que colgara en el foro algún relato. Me dijo que compartir era la base de esto. He tardado mucho en hacerlo, pero ya dicen que nunca es tarde si la dicha es buena, así que ahí va. Dedicado a ti, Virtual:
Advertencia: Este relato es ficción, excepto las partes que no lo son ;)
LA HUELLA
Contacté con ella como con otras chicas. A través del foro puso un mensaje promocionándose: “Una experiencia que nunca podrás olvidar. Te garantizo que te dejará huella.”. Desde luego la chica “Viuda negra”, como se hacía llamar en el foro, parecía ante todo morbosa.
Le mandé un privado donde le decía que estaba dispuesto a jugar con ella pero que su nick me acojonaba un poco. “No matarás a tus amantes, ¿verdad?”, le preguntaba. Ella me contestó de forma un poco imprecisa: “Nunca he matado a nadie”. Suponía que eran locuras mías pero me quedé con ganas de contestarle “Nunca has matado a nadie, ¿pero piensas hacerlo en el futuro?”.
El caso es que poco a poco fuimos entablando una especie de amistad a través del Messenger y parecía que los dos nos sentíamos atraídos por el otro. No obstante, algo en ella me inquietaba. Nunca quiso decirme cuánto me iba a cobrar por sus servicios. “Si buscas un millonario que te retire creo que te has equivocado de persona”, le dije para darle a entender que no iba a poder pagarle una gran cantidad de dinero. “Lo que busco en ti es otra cosa, el dinero no será problema, créeme”, me dijo. En ese momento fue cuando empecé a pensar que allí había gato encerrado, máxime porque ella se había negado a mandarme una foto suya. Pensaba que sería un tío con ganas de cachondearse de alguien, o una tía feísima, o algo así. Pero como mi máxima en la vida es “El que arriesga gana” decidí presentarme en el lugar indicado a la hora acordada.
Era una fría mañana de otoño. Sólo sabía de ella que era morena, delgada, alta y poco más. Me dijo, para que pudiera reconocerla, que iría totalmente vestida de negro y que llevaría unos zapatos rojos de tacón. Yo asistía a la cita sin la menor esperanza, pensando eso, que sería un tío o que sería feísima, prefería pensar así para no llevarme una desilusión, al fin y al cabo era todo demasiado bonito para ser verdad.
Llegó 5 minutos tarde pero nada más verla supe que era ella, incluso sin mirar sus zapatos rojos. Me quedé totalmente embobado, era preciosa, tenía una cara de ángel que me dejó totalmente prendado. Me acerqué, con el corazón saliéndose de mi pecho, y me presenté. Fue a darle dos besos en las mejillas pero ella ya empezó a ponerse cariñosa buscando mis labios. Yo estaba cerca de mi trabajo así que en seguida procedí a llevármela a un lugar más seguro donde nuestras bocas siguieron hablando entre ellas con un lenguaje de saliva y sal.
Dentro del coche, que estaba estratégicamente aparcado en la plaza más discreta de todo el parking, la número 69, mis manos intentaron colarse por debajo de su falda, pero ella, con un juego perfectamente estudiado, no me dejó más que tocar la parte exterior de su pierna izquierda, que era la que me quedaba más a mano. Mientras salíamos del parking nos cruzamos con un compañero de trabajo al que, de forma automática y sin pensar, saludé mientras él me miraba con cara de estar flipando con el pibón que llevaba a mi lado.
Llegamos cerca de los apartamentos y habíamos pensado ir antes a comer a un VIPS pero al llegar vimos que la cola para coger mesa era enorme. Mientras yo comenzaba a maldecirme interiormente por no haber sido más previsor, de sus labios salió un ilusionado “¿Y si no comemos?”. Yo no me lo podía creer, ella me había leído el pensamiento. Y, por supuesto, nos fuimos a los apartamentos sin comer, pero con la firme intención de comernos el uno al otro.
Y así empezamos, mientras estábamos sentados en el sofá, a comernos la boca mutuamente, frotando nuestros cuerpos y acariciándonos con una mezcla de deseo y ternura. Después de un rato ella me dijo “¿Te importa si te tapo los ojos con un pañuelo y te ato a la cama?”. “¿Estás de coña, no?”, contesté yo. Pero ella no lo estaba. Con un resignado “Haz conmigo lo que quieras” le di vía libre para cumplir sus fantasías.
No negaré que el hecho de sentirme a merced suya me excitaba muchísimo, pero tampoco puedo decir que no estuviera un poco acojonado por la situación. Me desnudé, me tumbé boca arriba en la cama y ella me ató manos y pies para después proceder a tapar mis ojos con una venda negra. Sólo escuchaba mi respiración entrecortada por la excitación, y el ruido de unas cremalleras. “¿Qué piensas que estoy haciendo ahora mismo” me preguntó ella. “Sacar del bolso un cuchillo jamonero”, le dije de cachondeo, para quitarle tensión al momento. “Qué poca imaginación, todos decís siempre lo mismo. Un cuchillo jamonero sería demasiado aparatoso, ¿no crees?”, contestó ella sin reírse lo más mínimo.
Después sentí el peso de su cuerpo sobre el mío. Ella estaba arrodillada sobre mi pubis y se frotaba lentamente con él. Ambos estábamos desnudos. Así estuvimos un rato largo mientras ella empezaba a gemir y yo alucinaba al comprobar que un simple frotamiento pudiera estar dándome tanto placer. De pronto paró de moverse y dijo: “Dime en qué parte de tu cuerpo quieres que te haga un tatuaje muy especial”. Yo, que seguía sin descubrir de qué iba la cosa, le dije “En el pecho”. Acto seguido noté una de sus manos haciendo presión justo debajo de mi pezón izquierdo y después un pinchazo agudo seguido de un dolor extraño, como si me estuvieran dando pequeños cortes. De pronto me quitó la venda de los ojos y lo que vi me dejó atónito. Sus manos estaban tapadas por guantes de látex y en su mano derecha tenía un afilado escalpelo, cuya punta estaba manchada de sangre, de mi sangre. “¿Esto se lo haces a todos para acojonarlos antes de follar con ellos?” le pregunté bastante alterado. “A todos no, tú eres el primero”, me confesó. Miré hacia mi pecho y vi una pequeña marca. Me pareció una Z y le dije “¿Ahora vas de Zorro justiciero?”. “Lo estás viendo del revés, no es una Z, es una N, de Negra, Viuda Negra”. La herida era relativamente profunda pero tan pequeña que apenas sangraba. Ella cogió un poco de sangre con su dedo y me lo acercó a la boca. Yo lo chupé con mucha excitación. Después colocó una tirita sobre la herida y me liberó de mis ataduras.
Lo siguiente que recuerdo fue la extraña proposición que me hizo: “Quiero proponerte algo. No voy a cobrarte nada, ni hoy ni nunca mientras tú sigas queriendo quedar conmigo. Pero para que eso ocurra debo ponerte una condición. Quiero dejar huella en ti, no sólo en tu cabeza, en tu alma, si no también una huella física. Cada vez que quedemos, una vez a la semana si tú quieres, yo volveré a abrir tu pequeña herida para que no pueda cicatrizar bien y mi marca quede en tu pecho para siempre”.
No tuve que pensármelo mucho. Con un beso en sus labios le di a entender que aceptaba el trato. Lo que pasó entre ella y yo a partir de ese momento, pese a quien pese, queda para ella y para mí. Desde entonces nos vemos cada semana y, aunque yo no he dejado en ella huella física alguna, estoy seguro de que mi huella quedará para siempre en su corazón.
P.D.: La ingeniosa advertencia del principio no es invención mía, la utiliza Michael Crichton en sus libros.
Saludos a todos. Espero que os haya gustado.
|
Modo Lineal
