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La realidad… siempre supera la fantasía


Yo, puede que sea un tipo “raro”. Incluso admito que a veces, algo friki. En ocasiones puede que original. Otras “gilipollas”… pero en la cama… en la cama soy un tío vulgar. Tradicional. Sin grandes alardes. Vamos… que pienso que soy un mal amante. O con fortuna, un amante del montón.

En cuanto a las fantasías sexuales… joder, ni tengo. Soy tan mediocre que no tengo sueños eróticos dormido. Envidio a mis parejas. Todas han tenido con mayor o menor asiduidad sueños “calientes”. La verdad, me satisface cuando me despierto a cualquier infame hora de la madrugada porque mis parejas comienzan una actividad sexual frenética conmigo, debido a esos sueños. Joder. Yo solo tengo pesadillas. Siempre esas malditas pesadillas dormido… nunca sexo… nuca...

Pero la realidad… supera cualquier fantasía. Por mucha imaginación que despleguemos.
Mis fantasías eróticas son sencillas. Se reducen a cosas que se pueden realizar fácilmente. No son locuras. No son especialmente raras ni originales. Al menos eso creo. Pero como me gusta ser totalmente espontáneo en la cama, salen cuando salen. Y si las llevo premeditadas… fracasan estrepitosamente. No hay que forzar situaciones. Vivir el momento. Depende del estado de ánimo de ese preciso instante…

Esta introducción es necesaria, para explicar mi segundo encuentro con Marcella. Marcella es una diosa del sexo. Sorprendente. Te atrapa. Te seduce. Te conduce. Y te dejas llevar… hasta límites insospechados. Y te hace grande. Incluso a medianías como yo. Es un juego. Es un juego del que desconoces las reglas. Un juego maravilloso y desconcertante. Yo creo que las reglas las inventa ella sobre la marcha. Y las da la vuelta una y mil veces. De forma espontánea y maravillosa…

La esperaba. La esperaba en la cervecería “La Fábrica”. En la plaza de los cubos. Eran las 17 horas. Terminaba de recibir una llamada suya diciendo que se retrasaba diez minutos. Yo pensaba. Imaginaba. Fantaseaba. En mi busca de la espontaneidad que me gusta, había obviado la compra de ciertos “aditivos” con los que habíamos pactado jugar. A proposición mía por cierto. Pero claro, quizás es lo que me apetecía en el momento que lo hablamos. Pero ahora era otro momento. Me excusaría y buscaría que ella llevara la iniciativa. Ella es ocurrente.

Durante diez minutos de espera mi imaginación me transportó a diversas situaciones. Una, que se presentara con alguna amiga y subiéramos los tres. Joder, eso sería más que sorprendente y excitante. Otras, pues imaginaba el tipo de ropa que traería. La lencería con la que exhibiría su precioso cuerpo… pero la realidad… superó cualquier fantasía con creces.

Por fin llega. Marcella sabe como alimentar la pasión y el morbo. Solo, con esos minutos de espera, a tornado mi tranquilidad, mi relajación en nerviosismo. Mi sobriedad en ansiedad. Pero… está preciosa. Es mucho más guapa de lo que podía recordar. Bella. Encantadora. La pregunto si quiere tomar algo o si subimos ya. Me dice que subamos. Y esa cara. Esa cara que te indica que está ansiosa. Ansiosa de ti. Que no puede esperar más. Y te hace temblar y sentir hombre… y afortunado…

Pago y me levanto para marchar. En ese momento, justo al levantarme y dar un paso me toma mi mano. Y me empuja. Me empuja bruscamente hacia al taburete donde estaba sentado. Ella se sienta justo en frente. Me desconcierta. Todo ocurrió en un segundo. Lleva mi mano a su sexo. Joder… y descubro que…no llevaba bragas!!!. Con mi solo roce, la noto húmeda. Entonces me mira. La miro. No importa la gente. No importa la camarera que tenemos justo justo a nuestro lado. La acaricio. Y miro sus piernas. Su minifalda vaquera en esa posición, no llega a cubrir totalmente sus medias negras y descubren parte de sus preciosos muslos al aire. Estoy tocando el cielo... el cielo de una diosa… mi diosa…

Subimos al apartamento con urgencia. En el ascensor, no puedo controlarme y la abordo. Una vez en el apartamento, pido tiempo muerto y paso a ducharme mientras ella saca hielo y pone unas copas de champagne. Y me impide salir hasta que termine de vestirse “para mí”. Con esa lencería debajo que sabe que me gusta. Y que compró para la ocasión. Marcella… como sabes hacer feliz a un hombre!!!. Porque la felicidad se hace a base de pequeños detalles. Pequeños detalles sumados. Unos tras otros. Como tú haces. Como solo tú haces conmigo.

Nos besamos apasionadamente. Sinceramente. “Guarreamos” con las pastillas de chocolate de boca a boca. El champagne. Tu cuerpo… el mío. Tengo grabada tu cara de excitación cada vez que introducía billetes de 5 euros en la liga de tus medias, cada vez que me transportabas al éxtasis del amor. Tengo grabado en mi mente como lograba hacerte sentir como a ti te gusta. Tengo grabados en mi cabeza cada uno de tus millones de gritos de placer. Tengo grabados tus ojos perdidos en el placer extremo. Tengo grabadas tus convulsiones, tus espasmos, tus ruegos. Tengo grabadas en mis pupilas de ciego tus reacciones ante el roce del hielo con el que acaricié toda tu piel. Tengo grabadas en mi cuerpo aún tus uñas de arriba a bajo y de abajo arriba. Tu uñas no arañan, tus uñas acarician. Tu vitalidad es mi vitalidad. Tu pasión es mi pasión. Tus innumerables orgasmos son los míos. Sexo por sexo… recuerda. Sexo por sexo.

Tus sorpresas de cambio de ropa superan mis fantasías y mi expectación. Espléndida. Poderosa. Y me engrandecen. Y me excitan más. Y me siento invencible. Incansable para ti. Y ese coulotte. Especialmente para el griego. Mammma mía. La realidad supera la fantasía. Ya estoy seguro. Se que nunca olvidarás el acto frente al gran espejo del baño. Mirándote. Mirándome. Mirándonos. Imposible de imaginar. Imposible de fantasear, pero muy fácil de recordar… el resto de mis días… por siempre jamás.

Y no es solo el coulotte. Es tu ofrecimiento. Jamás pido griego a las chicas. Jamás. Primero porque soy consciente que no suele gustarlas. Segundo por el tamaño de mi miembro. Pero ese ofrecimiento sincero. Esa narración de tus fantasías junto a mí mientras lo comprabas… Y después de un primer periodo de dolor llegó tu placer. Y el mío. Y no querías dejar de hacerlo. Y yo no me atrevía a desairarte. Y tus múltiples orgasmos fueron sinceros. Y los míos tocaron el cielo en la tierra.

Igual que yo nunca olvidaré tus sudores. Y los míos. Yo nunca sudo con ninguna actividad… excepto con esta… pero solo en ciertas ocasiones. Y con Marcella son estas ocasiones. Nunca olvidaré cuando abriste una ventana y sacaste medio cuerpo fuera. Y continuamos haciendo el amor. En la ventana. De cara a cientos de ventanas de apartamentos. Seguro que más de muchos contemplaron este espectáculo. Con envidia. Con expectación. Con pudor. Con ardor. Con excitación. Y el sudor se tornó frío. Pero solo el sudor…


Y es un juego sin fin. Y siempre pides más. Y aún dispuesto a dártelo. Aunque muera en el empeño algún día. Las llamadas a la puerta regresan. Nos retumban una y otra vez. Miro el reloj. En mi cabeza parado. El tiempo no ha transcurrido. Pero el infame reloj demuestra que nos hemos vuelto a pasar… casi dos horas. Otra vez más de cinco horas de Sexo. Solo sexo. Sexo por Sexo. Sexo en mayúsculas. Y tenemos que irnos, empujándote, contra tu voluntad. Y contra la mía…

Ya sé que no quieres ser mi amiga. Ya sé que no quiero ser tu amigo. Esto es sexo por sexo. Pero vamos a tomar una cerveza al mismo sitio. Para por lo menos evitar la despedida fría. Para alargar esos momentos. Para despedirnos con palabras que no hemos tenido anteriormente.

Y vuelve a suceder. Mi mano en tu sexo. Tu sexo siempre húmedo. Tu excitación siempre al límite. Y yo dispuesto a complacerte… pase lo que pase. Ni miro alrededor. No me atrevo. Y comienzo a introducir mis dedos. Lentamente. Suavemente. Y pides más. Y te miro. Fijamente. Y tus ojos se desorbitan. Y acelero. Y luego paro. Y me pides más. Y me siento poderoso. Y te pido dinero. Esto no es sexo por sexo. Esto es sexo para ti. Y me tocas mi pene erecto. Y me aparto. Te pido dinero. Sacas tu bolso. Me metes billetes en el bolsillo de la americana. Y continúo. Despacio. Yo tengo el control. Y vas a sufrir. Y la gente mira. Tu falda corta. Tus medias cortas. Tus piernas abiertas. Tus muslos… Recibes una llamada. Tu novio. Hablas con él. Y yo vuelvo a darte placer. Y tú continúas hablando. Y te pido que me pagues. Y continuas hablando con tu novio y continúas obtenido placer y continuas pagando… solo te pido que no grites. Que no grites. Que no te sabes contener. Pero si. Sabes estar. Y me siento el ser, hombre o mujer, más envidiado del local. Y de la ciudad. Y de la nación. Y del mundo.

Las doce de la noche. Después de 7 horas. Y pides más. Suplicas más. Marcella la insaciable. La diosa del sexo. Mi diosa. Mi cara muy cerca de la tuya. Te miro con deleite. Con admiración. Con envidia. Sabes disfrutar. Sabes lo que quieres. Y lo consigues. Soy tu juguete sexual. Crees que me utilizas. Pero no es cierto. Mi felicidad es ver tu cara. Tu cara transfigurada. Tus gemidos ahogados. Tus contoneos reprimidos. Tu humedad traicionera. Te miro muy de cerca. Me besas. Te arrimas. Pero no te tapas. Te miro. Eres transparente. Reflejas tu alma. Pura. Gozosa. Feliz. No te dejo besarme. Recuerda. Los besos son muy íntimos. Son solo para gente por lo que sentimos algo especial. Eso me dijiste la primera vez. Pero traicionaste tus palabras casi inmediatamente…

Te recompones. Pago. Salimos. Quieres abrazarme. Quiero abrazarte. No quieres despedirte. No quiero despedirte. Me invitas a comer… la próxima semana. Sin sexo. Lo dejas claro. Acepto. Pero no te creo capaz. He visto tu cara mientras te hablaba de cosas terranas. He visto mi cara, mientras me hablabas de cosas terranas. Y mientras, rodeados de seres extraños o incluso de algún conocido que pudiera estar allí, hemos hecho sexo. Mientras te excusabas con tu novio por teléfono, hemos hecho sexo. Sexo por Sexo. Y sexo por dinero.

La realidad… siempre supera la fantasía. Contigo, Marcella, contigo. Tú lo haces posible. Y yo… yo no ser decirte… no. Soy un ser mediocre. Soy un amante vulgar. Pero a tu lado, me siento, me creo, me reafirmo… como el mejor amante del mundo. Ya sabes… contigo es fácil. Tú lo haces posible, porque…la realidad siempre supera la fantasía. Porque tú eres la realidad. Porque tú eres la fantasía. Porque tú eres insuperable…



P.D.: Publico este relato previo permiso de Marcella. Por cierto, envía recuerdos a todos desde la playa de Ipanema y comentaros que volverá.



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