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Mi mamá me mima (primera parte)


ESTE ES MI SEXTO RELATO, Y UNO DE LOS QUE MÁS ME HE DIVERTIDO ESCRIBIENDO. DESEO, COMO SIEMPRE, QUE TAMBIÉN VOSOTROS PASÉIS UN BUEN RATO LEYÉNDOLO. GRACIAS.

MI MAMÁ ME MIMA

AÑO 2020 / MEDIADOS DE DICIEMBRE / 9.30 a.m.

MADRID / BARRIO DE SALAMANCA / RESIDENCIA DE LOS PELÁEZ

Abro los ojos. Estoy tendido boca arriba. La estancia está en penumbra. Experimento una ligera sensación de mareo al principio, pero me advirtieron que sería normal, enseguida se pasa. Noto bastante calor (la calefacción debe estar puesta), y huele muy bien, como a aceites aromáticos.

Desplazo la mirada a la izquierda. Al cabo de unos segundos mi entorno empieza a delimitarse. Una hilera de barras verticales equidistantemente separadas por tres o cuatro centímetros. Su color es claro aunque, a la débil luz procedente de un rectángulo vertical al fondo, frente a mí, no puedo determinarlo. Luego miro a mi derecha, lo mismo. Incorporo un poco la cabeza y confirmo la misma disposición de columnas a mis pies.

Dirijo mi diminuta mano izquierda de rechonchos deditos a la fila de barras de ese lado y palpando una compruebo que son de madera pulida y barnizada. Hasta ahora todo correcto. Parece el lugar preciso. Espero que también lo sea la hora elegida.

Estiro mis cortas extremidades. ¡Qué extraña sensación! Aunque he de reconocer que no tanto como esperaba en un principio (supongo que mi cabeza y mi cuerpo aún guardan un recóndito recuerdo de ese ayer tan lejano en el tiempo). También percibo por el tacto y la vista, que llevo puesta una camisetita de manga larga de color claro y un pañal que parece estar seco o haber absorbido las posibles humedades nocturnas. A mis pies, una suave manta arrebujada (lógico con el calor que hace).

Estoy emocionado. ¡Realmente funciona! ¡Esto es increíble!

Mi asombro cesa porque, de repente, mi atención se focaliza en la anhelada silueta que acaba de aparecer recortándose a contraluz en el claro rectángulo del fondo, que ahora comprendo es el vano de la puerta de “mi habitación”.

La emoción se transforma en excitación. Una pequeña taquicardia acelera mi corazoncito. La que supongo “mi mamá” (si todo va bien) se acerca. Viste un salto de camacolor crema semitransparente con tirantitos, ceñido en la zona baja del pecho por un elástico, y con algo de vuelo en su parte baja que se prolonga hasta medio muslo. Poco antes de llegar a mi encuentro, estira un brazo hacia un lado encendiendo la pequeña luz de un aplique que se encuentra en la pared, cercano a mi lecho. La luz es suave e indirecta, para no molestarme, pero suficiente para permitirme explorar mi entorno: Desperdigados a mi alrededor, algunos dentro, y otros fuera de mi “celda”, juguetes de plástico de formas redondeadas y multicolores y, en las paredes, posters de personajes de dibujos animados y paisajes de cuento de hadas. “Mi mami” se inclina apoyando sus manos de cuidadas uñas pintadas de rojo en los bordes de “mi corral” puedo ahora concentrar la mirada en su bello rostro que aproxima al mío mientras pregunta:

-¿Cómo está mi cielo? –No hay duda alguna; en efecto es “ella”, la de las holo-imágenes que me mostraron. La sincronicidad es perfecta, y he de decir que “mi mami” es guapísima. Pienso, aunque no se lo digo (no podría aunque quisiera) que su “cielo” está en el ídem, excitadísimo ante lo que se avecina; balbuceo en cambio, para que no crea que me ha dado algo:

-¡Gaaaa, gaaa! (pienso en una exclamación de entusiasmo y eso es lo que sale de mi boca de forma natural).

-¡Mi niño bonito! –añade emocionada.

Sus ojos color miel, grandes, algo redondos y muy expresivos, son preciosos. Hace un mohín con sus carnosos labios seguido de una pedorreta, como para provocarme la risa, y lo consigue; una risa gorgojeante de bebé, y supongo que encantadora para ella, brota de mi garganta. Vuelve a hacerlo y yo río cada vez más fuerte y más divertido (realmente me sale así. Me dijeron que eso pasaría). Consigo deshipnotizarme de su intensa mirada y logro deslizar la atención hacia su escotado salto de cama, que ahora, a la leve luz de la lamparita, destella en irisaciones cambiantes (uno de ésos nuevos tejidos carísimos aparecidos recientemente, similares al satén pero con “efectos”), no parece llevar sujetador. Unos pechos redondos con una deliciosa caída natural penden a pocos centímetros de mi barriguita. Alcanzo a ver la protuberancia de sus tentadores pezones tensando la semitransparente tela de su delicada y seductora prenda (en efecto, no lleva sostén).

¡Madre de Dios! ¿Realmente no se me pondrá la “pilila” dura? ¿O como me aseguraron, era fisiológicamente imposible? El caso es que empiezo a notar pulsaciones de excitación en la que percibo como mi entrepierna. Se me está poniendo morcillona, pero evidentemente se trata de mi zona genital adulta. Por lo tanto la conexión es perfecta, todo va sobre ruedas, y esto no ha hecho más que empezar.

De repente cesa en sus pedorretas, y cogiéndome de las axilas, me iza de la cuna y me aprieta fuerte contra ella permitiendo a mi naricita, que queda sepultada en su nuca, inhalar la exquisita fragancia de su sedosa melena castaña y dulce cuello. Saco mi lengüecita y saboreo la deliciosa piel de la nuca, levemente salada, junto al nacimiento del pelo. Exhala un maravilloso aroma natural a recién levantada.

-¡Pero qué cariñoso está mi niño hoy! –Exclama dicharachera.

(Y más que lo va a estar; ya lo verás).

Siento su cálido pecho oprimiéndome la barriguita y la erección se hace más firme. Su mano izquierda, la que queda libre mientras con la otra me sujeta por el culito, se desliza por debajo de mi camisetita y masajea mi espalda arriba y abajo en un estimulante recorrido por mis tiernas vertebritas. ¡Joder! ¡Qué placer! ¡Qué indescriptible sensación sentir sus suaves dedos y el amor con que realizan su íntimo cometido! Las pulsaciones de mi miembro adulto se aceleran. Unas deliciosas oleadas escalofriantes reptan por mi médula espinal. Si esto se alarga podría llegar a correrme, pero quiero reservarme para más adelante.

-¡Gu gu! –exclamo bien fuerte

-¿Te gusta corazón?

(Me encanta zorrita mía)

-¡Gu gu! –repito más fuerte aún.

Qué lejos está de sospechar que se trata de la sílaba-clave que, repetida, llegará a los oídos del personal de control de la experiencia para que procedan a atenuar la conexión neural, porque si no, podría “irme” antes de lo deseado.

Tras unos segundos me separa de su abrazo-masaje y sosteniéndome en alto por las axilas, con una arrebatadora mirada materno-filial a la que yo doto de lujuria en mi excitada mente, y con una sonrisa encantadora anuncia:

-Y ahora, con papi en el trabajo para que no nos moleste, y tú y yo solitos, ¿qué mejor que un bañito con mami? ¿Eh, cielín?

(¡Dios!, ¿Podría concebir una frase más brutalmente excitante en éste momento? ¡Definitivamente, no! Todo se va desarrollando según lo previsto. En efecto, tanto la elección del objetivo, como las acciones esperadas en la hora adecuada, se están cumpliendo. Todo se realiza en base a una rutina estudiada con minuciosidad. Siempre hay un margen de error, o más preciso sería decir: De libre albedrío por parte del “objetivo”, que ha de ser una persona de costumbres, pero el componente suerte me está siendo favorable de momento. Los parámetros de espacio han funcionado, se me ha “colocado” en el lugar preciso según mis peticiones, y la hora elegida es la óptima).

Me voltea sobre su cabeza sentándome sobre el cuello almohadillado por su exuberante y suave melena ondulada. Sus manos aferran con fuerza las mías para que no me caiga. Siento mi entrepierna incidiendo sobre su nuca (a pesar del pañal) y balbuceo alegre, la erección atenuada segundos antes se reafirma ahora.

-¡Ba baaaa! –emito las sílabas-clave para volver a la conexión 100%. Ahora quiero dejarme llevar y lo que haya de ser será. Todo puede pasar.

-¡Arre caballito! –dice “mi mami”. Ahí le has dado; menuda cabalgada me pegaría contigo.
-¡Arre, arre! –repite, botando sus pechos semitransparentados, lo que observo gracias a un espejo que ocupa gran parte de una pared frente a nosotros, mientras me lleva a pequeños saltitos hacia el cuarto de baño. Observo que va descalza y creo captar en el reflejo que tiene unos bonitos pies. Ahora, y por primera vez, puedo observarme también a mí mismo dentro de mi, “alquilado” por unos minutos, nuevo cuerpecito. Es una sensación absolutamente fascinante sentir que estás ahí dentro, más bien, que eres ese “ser”, con todas las consecuencias. Realmente sientes como tuya esa “prestada” carcasita humana.

Llegamos al cuarto de baño, que está a oscuras, se agacha manteniendo la verticalidad para no golpearme la cabeza con la entrada. Una vez dentro, me suelta una mano y enciende la luz, vuelve a cogérmela con celeridad para que no me desestabilice.

Este es grande, lujoso y acogedor. Los sanitarios son de un elegante color granate oscuro y revestidos de madera. En la pared del fondo, en semicírculo, y con dos peldaños de igual forma para acceder a su interior, una gran bañera con “jacuzzi” ya llena de agua humeante y con mucha espuma. Mi cuerpo adulto podría estirar ahí dentro las piernas sin problema, y una pareja se lo podría montar de fábula. Seguro que el cabronazo de “mi papi” ya se habrá encargado de probarlo más de una vez con el pibonazo de “mi mami”. Como yo en breve, también con ella, aunque “en mi estado” sobrará mucho espacio.

Levantándome de su cuello, y abrazándome de nuevo contra su pecho con un brazo, “mi mamá” se acuclilla, y de un armarito bajo de madera, extrae unas mullidas y grandes toallas amarillo pálido que coloca sobre el suelo, frente a los peldaños de la bañera, y me deposita sobre ellas con sumo mimo. Se incorpora diciendo:

-Ahora mamita se desnuda… ¡Y al bañito con mi nene precioso!


FIN DE LA PRIMERA PARTE
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