Mi Primera Vez

Generalmente todos podemos contar a nuestros amigos de verdad con los dedos de una mano, y aún nos sobraría alguno. Yo tengo tres. Me refiero a amigas del alma, claro, que no a dedos; afortunadamente de éstos tengo cinco en cada mano, más o menos como todo el mundo.

Corría, ejemm, el pasado mes de Enero, cuando una de estas tres amigas y yo, cenábamos mano a mano en un restaurante de moda. Hacía tiempo que no nos veíamos; más que mediada la primera botellita de vino, empezamos a ponernos a actualizarnos sobre nuestros amantes, amigos, rolletes y demás familia; las dos teníamos bastante que hablar de hombres, éste es, con mucho, el tema más apasionante para nosotras.

Entre risas y descripciones de nuestras últimas aventuras fué pasando un rato y con él cayó lo que quedaba de la botella. Más que animada, Sandra se me queda mirando fijamente y me dice: Te voy a contar una cosa. El otro día estuve comiendo con un amigo, no lo conoces, se llama Carlos y es empresario, un tipo encantador. Me comentó que tiene un cliente francés muy importante que viene a Madrid en unos días. Tiene que buscarle compañía para cenar y dormir con él y luego, si la chica le gusta, se la llevaría de finde a Marbella, hotelazo de lujo, cenas y relax. El problema es que este señor es, al parecer, un hombre refinado y culto, que quiere a su lado una mujer guapa y sexy pero con clase y buena conversación; alguien a quien pueda pasear sin que nadie sospeche que es una acompañante de pago; y, problema añadido, él tiene cuarenta y muchos años, y una chica de 25 como que cantaría mucho a su lado. Así que Carlos está agobiado porque no encuentra ese tipo de mujer y la necesita; tiene que cerrar una operación muy gorda con él cuando venga, y es imprescindible tenerlo contento.

Genial, le contesté, pero no entiendo por qué me cuentas esta historia. Pues mira, me dice Sandra, le debo un favor y se me acaba de ocurrir que tú podrías hacerlo (mi amiga sabe mucho de mi experiencia con los hombres). La cantidad de veces que hemos hablado del morbazo que podría tener acostarse con un hombre y que te pague, recuerdas??.

Dicho ésto, se quedó callada mirándome, estudiando mi reacción. Me quedé muerta. Es verdad, habíamos hablado muchas veces de eso pero en plan de broma, ni por asomo pensé nunca en hacer realidad esas fantasías, tan divertidas y siempre tan etílicas...

Pero seguimos hablando del tema, ya con una copa de Drambouie con hielo sustituyendo al postre. Le pregunté si sabía cuánto se paga por ese servicio. Lo sabía, sí, y resultó ser una cantidad, para mí escandalosa. Creo que fué el hielo del licor que se me subió a la cabeza ;), de otro modo no me explico cómo le dije a Sandra que tenía permiso para decir a su amigo que me llamara.

Salimos del restaurante bastante tocadas; era tarde, así que me llevó casa y nos despedimos sin concretar ni volver a mencionar el tema.

Jamás me había planteado en serio hacer algo así, pero esa noche, sola en mi cama, no dejaba de fantasear, dejándome llevar por la escena que nunca iba a ser real; un desconocido y yo (me sentía incapaz de ponerle cara ni cuerpo),, cena, coqueteo, juego de seducción, despliegue de armas de mujer... Luego, una habitación de hotel, los dos solos... Uhhhmmmmm...

Me dormí y olvidé el asunto hasta que, dos días más tarde, sonó mi móvil. Un número desconocido, contesté. Oí una voz muy agradable de hombre: Sonia?? Hola, soy Carlos, el amigo de Sandra, me ha hablado muy bien de tí y me gustaría conocerte, tomamos un café y te comento lo de mi cliente. Un escalofrío me sacudió entera, me quedé en blanco; del blanco pasé a la sorpresa y de ella a un pánico devastador. Sandra?... Carlos?... Cliente???????. No era posible. ESTABA SUCEDIENDO...

No fuí capaz de reaccionar; suele pasarme cuando me pillan por sorpresa. Eran las 10:30 de la mañana. Me citó para las 12:30 en la cafetería del hotel Fénix. Me encantó la idea, ponerme muy guapa y conocer a alguien nuevo, así que, me puse a la tarea de arreglarme como siempre hago antes de una cita con un hombre. Para mí es todo un ritual de sensualidad que disfruto enormemente: Pongo música suave y me meto en un baño de espuma; pelo, champú, mascarilla... Después mi cremita perfumada por todo el cuerpo, retoque del esmalte de uñas en los pies... Luego maquillaje suave pero cuidado, elección de medias y lencería. Por último, ropa sexy y el perfume... Lista para la Acción!.

Ese día decidí ponerme un jersey de lycra marrón oscuro, con un gran escote q dejaba al descubierto hombros y el inicio de los pechos, se pegaba al cuerpo como una segunda piel; vaqueros ajustados, cinturón a la cadera y botas altas de ante marrón. Para terminar, una chaqueta cortita de piel de marmota del mismo color. La melena, larga y rizada, oliendo a champú y a crema, de un color castaño con mechitas... Bien, al parecer el conjunto funcionaba: sexy, sugerente, pero elegante. Me veía muy atractiva.

Llegué al hotel justo a las 12:35. Entré en la cafetería con paso decidido, fingiendo un aplomo que estaba muy lejos de sentir; me estaba arrepintiendo, a esas alturas toda yo era un puro temblor. Estaba a punto de darme la vuelta y largarme cuando, a media distancia, divisé un hombre sentado en una mesa, q me miraba y hacía un gesto con la mano. Diosssssssss,,, ES ÉL Y ME HA VISTO. TARDE PARA HUIR.

Mientras me acercaba, él no dejaba de mirarme de arriba abajo. Sin llegar a ser descarado, se notaba claramente q estaba estudiando el material, calibrando si le servía o no. Nos saludamos, me senté. Tenía delante algo q no me esperaba. Uno de los hombres más atractivos que había visto en los últimos tiempos; alto, mediana edad, piel bronceada, ojos verdes y pelo canoso, vestido de sport pero muy elegante. Empezó a contarme exactamente lo mismo que Sandra me había adelantado. Le dije que, aunque tal vez tenía el perfil requerido, contaba con cero experiencia como acompañante de pago. No te preocupes Sonia, estaba diciendo, creo que tienes atractivo y condiciones de sobra para hacerme quedar bien, ahora iremos comprobando. Me habló de la cifra que me ofrecía. Otra vez coincidía con la información de mi amiga; otra vez me pareció una barbaridad de dinero para 48 horas de "trabajo". La cabeza me daba vueltas, solo podía intentar tranquilizarme y pensar, no pasa nada, si se decide, cuando me llame para contratarme, invento una buena excusa, quedo bien y lo olvido. Entretanto caí en la cuenta de que, mientras hablábamos, miraba fijamente mis labios y echaba miradas furtivas al nacimiento de mis senos y a su correspondiente canalillo. Me pareció ver en sus ojos el destello del deseo. Olvidaba comentar que uso una talla 95/100, que son naturales y que suelen atraer las miradas masculinas, así que no me extrañó.

Al poco se centró en el tema que nos ocupaba: Su cliente y lo que buscaba para él. Al parecer, éste era un hombre de buen gusto, con alto nivel cultural, por supuesto adquisitivo, y por tanto muy exigente. Era encantador, sí, y muy educado, pero no se conformaba con cualquier cosa; le gustaban las mujeres muy morbosas pero con clase, eso era lo que de verdad le excitaba... Me pidió que le contara cosas de mí, gustos, aficiones y... por supuesto, cómo era y me comportaba en el sexo. Al llegar aquí me corté bastante; me costaba mucho contar mis intimidades sexuales a un extraño; empecé poco a poco, pero él me animaba a seguir, haciéndome preguntas como: Te gusta besar, lo haces con lengua?, qué tal se te dá el sexo oral, cómo lo haces, llegarías hasta el final?, dime, cómo vas depilada, hasta dónde?. Me sentía violenta pero no de la manera habitual; sentía una especie de satisfacción perversa al ir contestando a sus preguntas con detalle, me parecía que se estaba excitando mucho, o... Sólo eran imaginaciones mías?

Estuvimos así más de media hora, él parecía beberse mis palabras, me miraba alternativamente a los ojos y a los labios, cada vez más al escote, se revolvía inquieto en su sillón; llegado un momento, se quedó callado un rato y mirándome de una forma que no supe descifrar, me hizo una última pregunta que me pareció fuera de lugar: Cuánto hace que no te acuestas con alguien??. Le contesté que había dejado una relación hacía dos meses y desde entonces no había estado con ningún hombre. Al momento se levantó y me dijo, tengo que dejarte unos minutos, espera aquí, por favor.

Al cabo un rato suena mi teléfono, era Él. Sonia?? Mira, estoy en la habitación 314, me gustaría que subieras.

Menos mal que seguía sentada donde me dejó, porque me dió un vahído importante. No obstante fuí capaz de balbucir una pregunta muy inteligente, dadas las circunstancias: Pa... pa... ra qué??? tartamudeé a mi móvil. Pues verás Sonia, me contestó pacientemente, me gustas mucho... Creo que tienes condiciones para esto, y he decidido que voy a ser tu primer cliente, yo te voy a estrenar. Por muy importante que sea mi cliente, no voy a dejarle a él ese placer, sube, por favor.



Y... Continuará, seguramente.