Obsesión checa
Esta es mi memoria, mi recuerdo, mi homenaje a ti, musa de mis masturbaciones de juventud (y no tanta). Antes de que el e-mule y demás nos permitieran hacernos a mansalva con toda clase de material caliente sin gastarnos el dinero.
A ese tiempo en que los imberbes porno-adictos acudíamos a la sección adulta del video-club (de películas VHS) con las pocas pelas que habíamos conseguido de nuestros progenitores, y acompañando a esa otra para ver en familia, nos hacíamos con aquella especialmente elegida, a veces tras una cortina o puerta que daba acceso a otro cuartito. Nos aproximábamos hacia el mostrador para pagar tras la elección, con la mirada ladeada y algo baja, sobre todo cuando nos atendía una fémina, balbuciendo apenas: “me llevo estas”.
Muchas otras llegué a conocer con el tiempo, que pasaron cada una en su momento y durante unos meses a la categoría de “favoritas”; compartiendo en ocasiones el “honorífico status” dos o tres a la vez; muchas más ahora, cuando la panorámica ventana de internet nos da libre acceso a un colosal y gratuito harén de beldades y filias diversas. Pero tu caso fue especial; por “el momento”, por los recuerdos asociados, porque, con toda probabilidad, ostentaste el récord durante una muy larga temporada de ser la mayor y más duradera inspiración de mis pajas, aquella que más leche me hizo derramar, y… ¡Qué coño! ¡Porque eras la que más me ponía…!
…Aún recuerdo el video-club (este enteramente dedicado al porno) en que “te conocí”. Recorría con avidez voyeurista-fetichista las coloridas carátulas, repletas de fotos donde el color carne predominaba sobre los otros, donde abundaban las abundantes curvas peligrosas. Cogía y volteaba con premura, debida a la extensa oferta, la ingente cantidad de prometedores y gruesos estuches rectangulares de plástico en cuyo interior más tarde la, en este caso dependienta, alojaría la cinta magnética con las calientes imágenes de “las hembras elegidas”. De repente…
...Allí apareciste, en ese estuche concreto que mi mano acogió atraído por tu inmensa belleza: con medias negras, corpiño de igual color, zapatos también negros con tirita de hebilla en el tobillo, y una hermosa cabellera negrísima recogida en una cola de caballo. Unos ojos hipnóticos de mirada esmeralda, enmarcados por unas arqueadas y finas cejas, como de mala de película de Walt Disney (esas que además de pérfidas son muy guapas, pero con cara de vicio; a diferencia de las buenas: guapas con cara de inocente).
Después de esa “primera cita”, vinieron otras muchas. Volvía al video-club, semana tras semana, mes tras mes. Año y medio, quizá dos, en que me obsesionaba compulsivamente alquilar cualquier peli en que aparecieras. Buscando entre las novedades hasta que tu imagen, o tu nombre en caracteres lo suficientemente grandes, al final de una determinada fila, o en la superior o inferior a ésta, me asaltaba a cierta distancia reclamando mi atención, asía entonces con fuerza y rapidez el estuche, no fuera a ser que algún otro alquilador cercano a mí me la arrebatara con un segundo de ventaja.
En aquel entonces, habiendo ya dos reproductores de video en casa, pirateaba todas las escenas en que salías, llegando a recopilar un buen número de cintas con tu habilidoso quehacer y fogosidad en el arte amatorio. Sí, yo te amaba igualmente, te invocaba incluso en sueños. Fuiste lo más. Mi hembra sexual soñada. Yo, que no me caracterizo por tener un prototipo en esa categoría, tú lo representaste para mí un largo periodo; desde tus divinos pies de arqueado puente, hasta tus verdes ojos de pantera de insultante belleza, sin olvidar ese rotundo culazo, esas preciosas tetas muy bien operadas coronadas por unos tentadores pezones, y ese delicioso chochito.
Hoy ya retirada, siempre encuentras un hueco entre mis otras favoritas actuales. Permaneces en mi memoria y desde ella acudes, de vez en cuando, para recordarme tu pasado impacto en mi joven sexualidad. Pongo entonces alguna de tus escenas -hoy ya recicladas con mejor calidad de imagen en formato Dvd, o en la memoria de un disco duro- y no puedo evitar caer en las redes de tu hipnótico poder; ese que, apenas transcurridos los primeros segundos en que tu imagen desfila por la pantalla del televisor o por el monitor del PC enardeciendo mis pupilas, hace que mi mano se dirija indefectiblemente hacia la cremallera de mi abultada entrepierna…
Te amé y en el recuerdo te amo: Un abrazo, un beso y una corrida para mi checa predilecta: Laura Angel
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 Porgi amor,
qualche ristoro
al mio duolo, a miei sospir!
O mi rendi il mio tesoro,
o mi lascia almen morir!
(Le nozze di Figaro / Wolfgang A. Mozart)
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