Siempre le echaré la culpa a Federico Fellini. En plena censura franquista y cuando ni por asomo llegaba a adolescente pude ver su película “Amarcord”. Cuando hasta se nos censuraban los besos cinéfilos me traumatizó ver aquellos grandes pechos en blanco y negro de “La Estanquera” que apenas cabían en la gran pantalla –aquello si eran grandes pantallas y no las de los minicines de hoy, aquellas si eran tetas y no las de las modelos de hoy...-.
Pero la escena, la gran escena que jamás podré borrar de mi mente es cuando la susodicha toma a un muchacho –bastante mayor que yo pero muchacho aún- y le pone un pecho a cada lado de su cabeza que hace desaparecer por completo. La siguiente escena es el chico en la cama con fiebre y casi muerto por asfixia. Ahí fue cuando comprendí el gran poder de las tetas... y la parte que más me gusta de la mujer...
Y es que las hay de todos los tamaños, formas y espesores. Las hay voluptuosamente grandes y atrevidas o sensualmente pequeñas y traviesas. Las hay que votan excitando cual terremoto o duras y prietas desafiantes.
Las hay que desafían la ley de la gravedad, ligeramente caídas hacia arriba. Las hay que se despanzurran ocupando mucho mayor espacio del que las debería de corresponder una vez liberadas.
Las hay en forma de pera, en forma de manzana, en forma de sandía, de melón, de naranja de fresa e incluso de vainilla y chocolate.
Las hay enfadadas entre sí –“tú a Boston y yo a California”- y las hay juntitas siamesas.
Las hay blanditas gelatinosas, las hay duritas como el pan –de los chinos, de un día para otro-.
Las hay desafiantes, orgullosas, poderosas, pero las hay vírgenes, tímidas como que no quisieran molestar, sin querer hacerse notar.
Todas asimétricas. Buscando las diferencias jamás he empleado más de 10 segundos. Imposible aguantar.
Las hay playeras –las verás pero no las catarás-, las hay paseantes, con esos malditos escotes que sugieren más de lo que son, que nos martirizan y nos hacen tropezar con tó, y digo yo ¿quién coño diseña esos escotes, quien coño milimitriza tan exactamente, quien coño tiene tan mala leche?...
Las hay cinéfilas, exhibicionistas y las de cuello alto y las de las monjitas.
Las hay que se mueven sin parar y las hay que ni a tiros. Las hay naturales y siliconadas. Las hay que se pueden apretar fuertemente y las que ni se pueden tocar –y cuando están con la regla, menos-.
Las hay mosquitas muertas y las que te comen. Las hay muy oscuras, oscuras, morenas, rosáceas, blanquitas y rojas –sobre todo en las playas y piscinas-.
Las hay liberadas, las que se empeñan en hacerse notar en transportes públicos, calles concurridas y tal y las hay oprimidas tímidamente camufladas en ropa ancha...
Las hay canalillo, súper canalillo, molla, molleras, súper molleras –joder con los nuevos sujetadores-.
Las hay rebosantes o insultantes. Las hay inteligentes y tontitas –creedme-.
Las hay mentirosas pero las hay también “chita callando”, sorpresivas.
Las hay con sabor a miel o a chocolate, las hay con sabor a yogur o a leche, las hay con sabor a cielo y con sabor a sudor o perfume –puf!!-
Las hay poderosas y sometidas. Las hay con mala leche y con leche condensada. Las hay para el niño y para el padre. Las hay lechosas y/o con café. Las hay para mojar churos y porras...
Las hay sosas y agrias pero también pasteleras... dormidas y despiertas, graciosas, divertidas pero también rancias.
Las hay dominantes y sumisas. Las hay tersas o pellejas. Las hay que no pueden con su propio peso y las que tiran del resto del cuerpo.
Las hay excitadas con su roce, las hay orgásmicas y también las hay frígidas y desapercibidas. Las hay fingidas.
Las hay cabronas jode espaldas y las hay que no las hay.
Tetas, ubres, mamas, senos, peras... por ellas gira el mundo. Menos mal que las mujeres aún no son del todo conscientes del verdadero poder que poseen...
Solo espero no morir ahogado entre ellas. Aunque podría ser una excelente muerte... porque las hay de...
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