Pajas catódicas (Recuerdos de un paji-fetichi-sta / vol. 2) - Foro Spalumi

    
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Antiguo 24-09-2011, 16:22
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Pajas catódicas (Recuerdos de un paji-fetichi-sta / vol. 2)


RECUERDOS DE UN “PAJI-fetichi-STA” / Vol. 2: Pajas catódicas.

No puedo olvidar a ciertas musas pajeriles televisivas que las noches sabáticas, de hace ya unos cuantos años, irrumpían en nuestras todavía algo abombadas pantallas, de esquinas aún algo redondeadas (antes de la llegada del plasma y el LCD; con sus perfectos bordes y planos y rectangulares paneles).

Se trataba del programa dirigido por José Luis Moreno “Noche de fiesta”. Si había un momento que esperaba con especial expectación (mando del video en mano, con el dedo sobre el botón de “rec”) era el de sus desfiles de modelos (la mayoría de las veces con lencería). La colección de beldades era abrumadora. A cual más guapa y follable (rubias, morenas, castañas; españolas y extranjeras; de espectaculares y preciosos cuerpazos).

Me encantaba cuando, llegado el momento, la guapísima (y delgadísima) Juncal Rivero anunciaba, junto a alguna compañera en esos cometidos (¿Raquel Revuelta, María José Suarez?) el pase de modelos de ese día (o de ese momento. Quizá había más de un desfile por programa).

No desfilaban de manera “normal” o “habitual”; sus “pases” (más bien bailes eróticos) de ropa interior por el plató, eran abundantes en cimbreos y meneos de descarado contenido sexual; de sus deseables pechos, caderas, y culos. Buscaban claramente la provocación (de lo cual me congratulo, porque constituyeron un provechoso material videográfico para la práctica de mis artes masturbadoras en ese lejano ayer; y seguro que para las de otros muchos).

Me deleitaba entonces, en las evoluciones de esas esculturales modelos al ritmo de los éxitos discotequeros de la época (hay dos o tres temas que se repetían muchas semanas que aún perduran en mi memoria, y que me evocan esos momentos cuando vuelvo a oírlos).

Como decía, raramente el pase era de otra cosa que no fuera ropa interior: lencería, bañadores, medias y pantis (¡Guau!). Y si no era así, y vestían algo más; rápido acababan quitándoselo. Como en uno que recuerdo muy provocador, que era de moda dieciochesca, en el que salían con máscaras carnavalescas y vestidas con los aparatosos vestidos de aquella época, llenos de capas y más capas. Cuando se los quitaban, bajándose algunas cremalleras (a veces solas o con la ayuda de algún/a compañero/a modelo); el contraste resultante entre la visión de tan compleja vestimenta, y lo escueto de la ropa interior en que se quedaban a continuación, creaba un excitante efecto.

Me recreaba, como exacerbado fetichista que soy, en un perturbador detalle que me ponía no a 100, sino a 200. Detalle que, evidentemente, captaba (y me recreaba) en su plenitud, cuando más tarde (después de su visión en directo) pasaba la grabación fotograma a fotograma.

Se trataba éste, de que, pasaran lo que pasaran (lencería, bañadores, etc.…), la mayoría de sus modelos solían llevar unos pantis del estilo de los vendidos como “de cintura baja” (los utilizados, especialmente, por las féminas muy jóvenes y de muy buen tipo, cuando quieren llevar en días de frío una faldita muy provocativa, que tiene la parte superior más abajo de la cintura, donde empieza la curvatura de la cadera, y no quieren que sobresalga, o no demasiado, el borde superior del panty por encima de la parte superior de la falda. Se suelen llevar con jersey o camiseta cortas, mostrando un poquito de esa deliciosa carne entre la cintura y las caderas).

Sabedores los encargados de planificar el desfile, de que un hermoso culo y unas bonitas piernas –y por tanto, la prenda-, lucen aún más esplendidas y turgentes con esa segunda piel, dotaban a sus modelos de ella.

A pesar de su transparencia y “ajustadas medidas”, ahí estábamos los fetichistas de aguzada mirada como yo, para atesorar en nuestros ojos y capturas videográficas, esos perturbadores detalles que pasaban desapercibidos al despistado, o al simplemente no-fetichista; que ni repara en ellos (ni busca o anhela encontrarlos).

Cuando en ocasiones aplicaba el realizador un “zoom” en el momento en que la modelo se daba la vuelta, mostrando a la cámara en un primer plano, su rotundo y glorioso culo, se podía observar que a algunas modelos les sobresalía (medio o un centímetro) el borde superior de estos pantis, por encima de la escueta braguita o bañador que mostrara en ese momento. También ayudaba a que se notara, aparte del delator (menor o mayor) brillo de la lycra de la media, sobre la esfericidad del culo y sobre las piernas (que seguro otros atribuirían al brillante efecto de una crema), el que a veces el tono carne de la media, era levemente más oscuro que el de la piel de la modelo (en fin, detallitos todos ellos, que me ponían burrísimo).

Quede aquí mi recuerdo de aquel programa, y de las muchas gayolas que les dediqué a sus modelos. Pero, si bien todas estaban tremendas, cada una a su estilo, no quiero finalizar esta memoria fetichista sin dedicarle unas líneas a una en especial de la que me “enamoré” perdidamente… (Y no me refiero a Ruth Arteaga, que poco después alcanzó cierta popularidad en sucesivas apariciones televisivas, y cuya arrolladora exuberancia, no me llamaba la atención más allá de lo normal en cualquier macho hetero). No; mis miras, por el contrario, estaban en el hipnótico encanto de una de sus compañeras (bastante más delgada y de curvas más “sutiles”), que para mí, estaba mucho más buena.

Cada vez que empezaba el desfile, esperaba su aparición polla en mano, preso de superlativa excitación. En el instante en que la veía a lo lejos, esperando su turno (las modelos solían aguardar en lo alto de unos peldaños, al fondo del plató, la indicación para bajar y aproximarse hacia el frente del escenario, una vez se retirara la modelo o modelos que la habían precedido), la temperatura de mi verga subía varios grados.

No sé qué porcentaje era genética, qué otro ejercicio, y qué otro cuidados varios. Y aun cuando confluyeran en su “inigualable” físico, en menor o mayor medida estos factores; seguramente estaba operada de alguna (o más de una) parte de su cuerpo, porque el resultado era tan absolutamente increíble y espectacular, que difícilmente podía ser obra de la naturaleza.

Verla era para mí derretirme de deseo. Era una maestra de la seducción (¡Qué coño! ¡Era una calientapollas profesional!).

Si se hubiera dedicado al porno, no quiero pensar en lo que sería verla en pantalla realizando ciertas tórridas escenas sexuales.

Y si se hubiera dedicado a la prostitución; suponiendo que me hubiera enterado de ello, y de dónde y cuándo recibía, no quiero imaginarme la de polvazos que la habría echado. En poco tiempo me habría convertido en su arruinado ex-cliente fijo.

La espectacularidad de su increíble cuerpo podría resumirse en una frase: parecía salida de las viñetas de una heroína del cómic.

Se trataba de una extraordinaria belleza morena, cuyos profundos y radiantes ojos ¿negros, marrones? de pantera, exhibían una mirada taladrante.

Poseía unos sensuales y generosos labios (se le formaban hoyitos en las mejillas al sonreír).

Su preciosa carita redonda tenía una piel luminosa, y sus expresiones mirando de reojo, o de frente a la cámara, sonriendo o mostrando lascivos morritos a ésta, me volvían loco.

Tenía unos preciosos pechos redondos de tamaño ideal (hasta donde dejaba imaginar el sujetador de turno); una estrechísima cintura y un vientre insultantemente plano, junto a unas rotundas caderas y…. ¡Ay!...el culooo…

…sencillamente de infarto: uno de los de más redonditos, deseables y preciosos, que he visto en mi puta vida. Y unas piernas largas y delgadas.

Tenía las precisas (y preciosas) curvas, en la precisa cantidad, y en los precisos lugares. Un cuerpo “perfecto” diseñado con absoluta precisión (según mi ideal), para ser destrozado a polvos.

Os podéis imaginar los tremendos corridones, los torrenciales lecharazos de semen que le dediqué a semejante hembra de ensueño en esos días. Estaba enamorado de su sublime tipazo (y de su pillina y preciosa cara) hasta las mismísimas trancas. La abría acariciado, lamido, y sorbido hasta desgastarla; desde sus exquisitos pies, hasta la punta del último pelo de su esplendorosa cola de caballo. La habría penetrado, perforado y reventado una y otra vez, hasta quedarme seco.

Entonces no sabía su nombre, si bien, investigando años después, lo he averiguado. Viendo alguna foto reciente por internet (una de ellas de una portada del “interviú”), pienso que ha perdido. Su afán de más labios y ¿más pecho?; unido a la, inevitable con los años, pérdida de la frescura, espontaneidad y encanto, inherentes a su extrema juventud en aquella época (por más que hoy siga siendo joven), y a la ganancia, en su lugar, de “artificiosidad” han dado ese resultado. Pero en fin, son las impresiones de unas fotos.

Os invito a aquellos que la desconozcáis, o a los que conociéndola, deseéis recordarla, a echar un vistazo en You tube, a varios videos de sus apariciones en el mencionado “Noche de fiesta” (por fortuna colgados). Al volver a verla hoy en día, después de tantos años (por ser aquellas grabaciones mías, reutilizadas o perdidas), no puedo más que ratificarme palabra por palabra en todo lo antedicho, mi recuerdo no había sido magnificado por el tiempo: en mi memoria me parecía un cañonazo de hembra insuperable, y al ver hoy esas imágenes me lo sigue pareciendo.

Esta criatura, en aquellos días, era para mí el “summun” del deseo sexual, una fantasía hecha realidad, me ponía tanto como mi actriz porno favorita por aquella época: Laura Angel (ver mi relato “Obsesión checa”), lo cual es decir muchísimo.

Su nombre: Mónica Romero.

FIN
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Antiguo 26-09-2011, 13:56
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Muchísimas gracias, peka2 por tu aporte gráfico (no en esta ocasión, pero en otros posts he intentado subir fotos, y hay algo que hago mal) del actual aspecto de la moza. Buen complemento a los videos de youtube del pasado que menciono. Así como con la última foto me/nos has recordado su paso más reciente por el programa de la Tárrega.

SALUDOS Y GRACIAS.


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