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Antiguo 30-05-2017, 08:44
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Punto de no retorno


Ando buscando lo de siempre. Mas solo que nunca, alguna vez más. Tarde de mucho calor, unos niñatos, en bermudas y camisetas en la mano. Se han acercado a Ella para molestarla. No, eso no lo consiento, giro a la izquierda, aunque iba al frente para no pasar ante Ella. No, no quería pasar por su sitio. Pero me acerco. ¿Y si me necesita? ¿Y si la puedo ayudar? ¿Quien yo?
Paro y la pregunto con mi rudeza habitual:
¿Está todo bien, algún problema con estos?
-No, no si ya se van, no tienen otra cosa que hacer, gracias de todas formas.
Se van calle abajo, han entendido el mensaje, tengo cara de pocos amigos, como siempre.
Esa tarde se rompió el hielo, derretido días después por el sol del viernes más caluroso del año. Como un tonto pienso que sentirá calor, son las horas centrales del día, las peores. Me blindo por fuera. Casco, gafas oscuras que cubran los ojos, chaqueta de cordura y guantes negros. El resto también blindado en negro como el cielo y mi alma.
Me aproximo lo que puedo, con una bebida lo más fría posible que aplaque este fogoso calor. Se acerca sonriente como siempre. No tiene los ojos vivos, pero, preciosos como antes. Sin bajarme, alargo el brazo con el guante puesto, no quiero sentir ni el tacto de su dedo sobre mi mano. Su actitud, es afable una vez más. Si intentara un bibeso, le haría “la cobra”, como dicen ahora. El no rozamiento evita el aumento de temperatura, física pura.
- ¿Qué tal?
Bien. (Mentiroso, embustero, se ha notado en la respuesta rápida).
-Estas más delgado.
Un poco, no viene mal (solo han sido veintiséis kilos que se han llevado por delante los disgustos)
-Estas muy serio.
Como siempre. (No estoy serio. Sabes, que solo estoy muy triste)
-Quiero que estés como yo te decía siempre. Que estuvieses contento ¿Vale?
Vale, buen fin de semana. (Se nota mucho, no quiero hablar, el silencio que vaya matando recuerdos en agonía de cenizas)
-Igualmente, hasta luego, ¡gracias!
Siempre, gracias a Ti por todo. Decía mi Madre que “la gratitud es la memoria del corazón”.
No sé qué más me dice. El motor está parado. Presiono el embrague. Pulso botón rojo mientras miro por el espejo y el motor se enciende. No viene nadie: gas y en marcha, otra vez a la autopista.
¿Qué estoy sintiendo en la mirada? Ya sé, que es. La parte inferior y periférica de la vista se difumina mientras se humedecen los ojos y vuelve la visión borrosa con sensación de polvareda.
No lo tenía que haber hecho, se han activado algunos circuitos inactivos cuatro meses.
En una mesa casi a oscuras, le sigo dando vueltas. Las lágrimas son agua y van al agua. Se juntan y entre todas humedecen los recuerdos. Se ablandan hidratándose, y: ¿qué me traen a la mente?

Me traen, un 4 de junio de 2015. Fue festivo en Madrid.
Voy donde siempre. Todavía no ha llegado. No importa, la espero.
Aparece en su Peugeot azul oscuro, viene con su amiga.
-Hola guapo. ¿Qué haces?
Hola. ¡Esperarte!
-Aparco y ahora vengo.
Vale, no tengas prisa.
Viene con su minúsculo pantalón vaquero, camiseta blanca corta y chanclas. El bolso con sus herramientas de trabajo y una bolsa con los tacones que se ven desde fuera.
Vámonos.
No me importa, no te pongas los tacones. Te queda mucho día subida en ellos.
¿No tienes prisa? ¡Quédate un rato largo conmigo!
Pago de lo convenido por el tiempo. Servicio habitual, hasta ahí normal por un servicio poligonero.
Ahora, el extra: déjame apoyar la cabeza en tu regazo. Quiero sentirme como una persona, sentir la piel de una mujer muy cerca.
- ¿Me pongo la ropa?
Si claro.
Se pone el tanga y el pequeño pantalón.
Para llamarme. Palmea sus manos sobre los mulos. Me acerco como un perrillo a llamada de su amo sobre esas piernas, pequeñitas, torneadas de forma sublime por la naturaleza.
Sensación placentera. Como agarrado a un salva vidas. Mi brazo derecho rodea sus piernas bajo las rodillas flexionadas. La mano izquierda va recorriendo con caricias su pierna izquierda, solo con la yema de los dedos (el resto de mi mano, es áspera por los líquidos de automoción). Empiezo en la rodilla bajando hasta el pie, para tocar una a una las uñas bien arregladas y delicadamente pintadas de rojo. Desliza su mano derecha y entrelaza sus pequeños dedos con los míos. Mi mano izquierda, se para en su tobillo. Lo agarro con firmeza, pero sin fuerza. Tengo cuidado. Casi la triplico el peso y la puedo hacer daño. De repente, después de años una mano de mujer entrelazada por los dedos con los míos, el contacto de su muslo con mi mejilla a través de un finísimo bello rubio natural Valaquio. Me está electrizando. Siento a una mujer cerca. Recuerdo la sensación del contacto con una Madre. Todo se revuelve, se me altera el pulso. Se contraen muchos músculos. ¿Qué estoy sintiendo en la mirada? Ya sé, que es. La parte inferior y periférica de la vista se difumina mientras se humedecen los ojos y vuelve la visión borrosa con sensación de polvareda.
Me empieza a costar mantener el ritmo de la respiración. Clavaria mis uñas en su tobillo, pero no puedo hacer eso.
Respiro a trompicones, es el colapso respiratorio del llanto. Alargo la mano para coger un Kleenex y no mojarla con mis lágrimas. ¡Es acojonanante! puedo controlar la eyaculación, pero mis lagrimales han llegado al punto de no retorno. Me he roto y me vera llorar.
- ¿Qué te pasa?
La vida, déjame que me mueva para coger unas gafas de sol (quiero esconderme tras unas gafas)
Entonces, todavía me preocupaba que me vieran llorar.

Hoy, he vuelto a sentir esa sensación al salir de allí, sintiendo el frío de la soledad sin contacto bajo un sol abrasador que quema sin tocarme.
Suena en el portátil “Piano Man” de Billy Joel versioneado por Metallica. Siempre Rock.
“Yes, they're sharing a drink they call loneliness
But it's better than drinking alone”
Sí, ellos comparten un trago al que llaman soledad,
pero es mejor que beber solo.
Espero que ella haya tomado la bebida que la he llevado. Yo, si me bebo solo las lágrimas imposibles de acompañar, lo que a nadie puedo contar.
Me reflejo en la pantalla mientras escribo. Líneas en la pantalla, esas otras líneas en mi cara están haciéndose más claras, también en mi pelo, lo veo más blanco.
Lo que paso ya no existe. El pasado se ha ido. Ha sido adelantado, como el amanecer adelanta al anochecer.
No es ese el camino, todo el mundo tiene que pagar sus deudas en la vida.
No sé, sí sé, que nadie lo sabe. De donde viene y a donde va, sé que es el pecado de todos.
Hay que perder para aprender a no ganar.
Más música, otra versión de rock de la famosa página de videos. Una canción de Camilo Sexto
Decir te quiero
Decir amor
No significa nada...
Las palabras sinceras
Las que tienen valor
Son las que salen del alma.. (no salen ni de mi garganta)
En mi alma nacen
Solo palabras blancas -negras-
Preguntas sin respuesta (¿todas?)
-Vacías- Llenas de esperanza... (Llenas de amargura)
Ella vio llorar al salvaje, “cuando el vapor del alma fiera se disipa, queda el fiera económico, casi patético y cómico”
Aquel día, vio llorar a la bestia y la vio caer una y mil veces más. Quizá eso me impida saber, porque me despidió diciendo:
“No te pongas así; ¡solo somos putas!”.

Última edición por carretan; 30-05-2017 a las 15:56
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Antiguo 05-08-2017, 00:24
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Las espinas


Me digo a mi mismo; ¡tienes que avanzar! Y la verdad, es que no sé si lo hago. Avanzaré más el día que le cuente todo esto a alguien. ¿Pero a quien?
Me pido, no pensar, para desbloquear, me digo tienes que olvidarla, pero: “no te olvido”. La odio a veces, porque tiene todo lo que soy.
Estoy en el campo, cada vez, más asilvestrado. Veo moras silvestres de zarza, están muy negras. Pruebo una, la de la punta, siempre es la más dulce. Pero es natural y deja ese regusto agrio de los frutos silvestres al final de los laterales de la lengua.
Me viene a la mente, una de las muchas conversaciones que tuvimos. Me dijo: que la gustaban las moras silvestres. Faltan dos días para su cumpleaños treinta y… (Que importa). ¿Y si la llevo unas cuantas?
Estoy en el campo, pero vengo del despacho. La ropa no es la adecuada. Qué más da. Solo acabaré lleno de pinchazos y minúsculas heridas, esas, son sobre la piel y siempre me curan. Menos mi mente, lo demás, creo que está bastante sano.
Sabiendo que serán para ella, las escojo, una a una, solo las de la punta. Cuando recolectas con cariño, me parece como cocinar. Quieres que salga bien para deleitar con tus habilidades. Las voy poniendo en un recipiente para llevárselas bien presentadas y queden ordenadas sin que se aplasten.
Lo pensé muchas veces, ¿se las llevo? ¿No se las llevo? Está decidido: las llevo. Total, tengo los dedos hinchados de los pinchazos, los brazos arañados por las puntas de las ramas y me pica todo el cuerpo con el polvillo de las zarzas. Sufriré un poco más y se las daré. Un deseo en el alma. ¡Que la gusten! Y que no me las devuelva.
Fui a su lugar de trabajo, paré el motor para esperarla porque llegaba en ese momento. Sigue siendo linda. La recuerdo desnuda, entre mi tosco cuerpo y un espejo de la habitación de un hotel: “Mira, parecemos la Bella y la bestia” Si, eso parecíamos. (Pero eso ya pasó y no existe es solo un recuerdo).
Bajé del coche, con la cajita en la mano. Ella, la miraba de reojo, sabía qué fecha era. Supongo que pensó: este imbécil, trae un regalo como en años anteriores.
Iba muy frío y aguanté la pose. Me miró de arriba abajo. Sí, estoy un poco más delgado, treinta y tantos kilos, aún repartidos en dos metros, se notan.
Supongo que me hubiera dado dos besos entonces. Siempre fue muy simpática. Hasta conmigo. Pero no la respondía gestualmente y sabe lo que se hace.
Mi ropa, negra integral, no sé si intimida. Pero a mí, me ayuda a protegerme. Las gafas oscuras, evitaron que ella viera mis tristes y apenados ojos. Ahora, cuando me miro al espejo, los veo más cerrados. No sé, si son las tristezas o estas malditas gafas, me han costado un dineral y siempre las odié desde pequeño. Supongo, que tengo un castigo por no haber querido nunca llevar gafas.
-Tú, estás más delgado.
Ya sabes, los disgustos y que me acuerdo, más de ti que de comer.
-No empecemos.
Bueno, aunque nunca se sabe: Mañana, es tu cumpleaños y no creo que te vea.
-No mañana, no trabajo.
Lo sé.
Aunque por anticipado, vengo a felicitarte por tu cumpleaños. Nunca dejaré de agradecerte, lo que hiciste por mí.
-Muchas gracias. Te has acordado. (Si Tú supieras).
Toma, son silvestres de zarza. No de esas sintéticas de Mercadona. Una vez me dijiste, que te gustaban. Y no es un regalo, es una muestra de agradecimiento más hacia Ti
-¡Dame dos besos!
No, lo siento, besos no te voy a dar. Pura supervivencia y para que después no me escueza la piel de los recuerdos. (Lo siento, pero estoy muy mal herido) Y no creo que quieras besos de alguien como yo.
¿Si quieres chocarla? Al estilo motero.
-Que bruto eres. Tampoco es eso.
Chocamos las manos, como dos motoristas en la carretera, que sensación volver a tocar esa piel finísima. Al levantar el brazo pude ver el vello rubio de sus antebrazos que tantas veces me electrizo.
(Todo se complicaba y con los nervios, empezaba a descontrolarme, no podía permitirme perder el control, una vez más en mi vida. Ese control que tantas oportunidades me ha arrebatado)
Bueno, disfruta las moras y que seas muy feliz el día de tu cumpleaños.
-Gracias otra vez. Y cuando pases, salúdame.
Ya sabes que nunca me gustó molestar.
-No molestas.
Ya casi no hablo con nadie. Sabes que el día que falleció mi Padre, solo pude venir a contártelo a Ti
-Lo sé.
Vamos a dejarlo y recomiéndame alguna amiga tuya.
(No entendió muy bien y pensaba que preguntaba por ella)
-No, lo siento pero no.
No te pregunto por ti.
-Ya sabes, las de siempre.
¿Te vas a tu Danubio?
-Si muy pronto.
Chócala otra vez. Y, “hasta que la muerte nos una”
Me miró con cara extraña, mientras me alejé hacia el coche, con mi cojeo renqueante.
Tuve la sensación de arena en los ojos, pero ese día, no permití que se desbordaran los lagrimales. Aunque, si tuve que parar un buen rato en un área de servicio, para apretar alguna de esas espinas de mis dedos. Tan finas que están bajo la piel, crean un poco de pus, al oprimirlas salen sobre ese suero amarillento y en poco tiempo deja cerrar la herida y se cura con facilidad. ¡Ojala! pudiera apretarme el corazón y que saliera la metralla incrustada que sigue creando pus sin librarse de la infección que contamina mi alma.
Pero sigo sin comprender, como es posible que no me hagan reaccionar, aquellas palabras de su despedida del frío y lluvioso 1 de febrero de 2017. ¿Por qué no la hago caso? ¿Por qué no soy capaz?
“No te pongas así; ¡solo somos putas!”.
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