Tras la calma
Plantado tú frente a la vida, con los pies bien asentados ves el horizonte que a lo lejos se oscurece. Tras la calma, la tormenta se avecina cruel, con relámpagos se anuncia y con estruendos se aproxima.
No tienes miedo, pero sabes que te llevará por delante.
Hundiendo bien los pies en la arena de tus mejores recuerdos la esperas, te haces fuerte en el recuerdo, tan solo cuentas con tus fidelidades ganadas a fuerza de cariño y coraje
¿lo recuerdas?
Ya viene.... se acerca, te agachas para que el impacto sea lo menor posible y de pronto recibes en el pecho el primer embate .
Chillas de dolor y doblas las rodillas hasta tocar la arena y percibes claramente que tú vida te abandona. Y y ya respiras mal, te falta el aire de la justicia, ahora en manos de hombres miserables de vidas míseras.
La nausea se instala y cuando quieres replicar de nuevo, la tormenta estalla de nuevo. Y golpea con fiereza, ya tu cuerpo no siente. Saturado de dolor yaces moribundo.
Perdiste la batalla y cuando ya todo está perdido, en un susurro, gritas su nombre.
Hasta sus oídos llega el rumor de la palabra dicha con cariño, y llega a ti, se aproxima y te protege.
Tomando tu lugar en el campo de batalla, te es fiel, como lo son los amigos, con la sinrazón de la amistad, no pide nada y a cada golpe, ella te cubre y lentamente gana espacio a la tormenta, y esta se retira de nuevo al horizonte, te amenaza de nuevo pero no se atreve y permanece quieta.
Ya solo dos figuras quedan, una tendida herida de muerte, la otra, a su lado arrodillada sostiene su cabeza, entrega su consuelo a un amigo que se muere. Sus labios se juntan, ya apenas respira y las lágrimas resbalan, abriéndose camino hacia él terminando depositadas en su boca. Salado elixir que revivir pudiera al hombre allí postrado. Con la amargura de las viejas desesperanzas, ella se retira.
Y tú, mientras, tapado con su manto la sueñas en tu camino llevando la moneda para el barquero de Hades
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