Estas chicas cambian el número de móvil de vez en cuando, a alguna le he conocido varios números distintos. Después el número pasa a otra persona que no tienes ni idea de quién es ni tiene por qué tener ninguna relación con ella.
Yo tenía hasta hace poco en el móvil el número de una chica retirada y en paradero desconocido. Todavía me aparecía su foto de perfil de whatsapp, una guapísima rubia de ojos verdes que rondaba los veinte años, y se podía leer nuestra última conversación, que era una negociación para citarnos en una habitación de hotel.
Ella decía: es que tú aguantas toda la hora follando, duras mucho, y como la tienes tan grande me duele…
Me resistía a borrar este chat.
Hasta que un día en lugar de la foto de la rubia de ojos verdes, en el perfil de aquel chat apareció un cartel de un tal “profesor B*****, experto en vudú y magia africana, soluciona todo…”
Eliminé el chat y el contacto, y no volví a saber nada de Cristina rubita, como la llamábamos para distinguirla de Cris la condesa de Montejo, conocida morenaza que tenía preferencia en el nombre así como en muchas otras cosas.
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Señor, hazme casto, pero no todavía. (San Agustín)
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