Frantiska K. vigilaba todos los pasos de Nadezhda, una joven prostituta checa, a la que explotó durante años en Barcelona. Al tiempo escribió sus reflexiones en una libreta.
Nadezhda pasea por la comisaría su larga melena rubia, su metro ochenta de estatura y una minifalda ceñida. No atiende a lo que le dicen. Lo mismo se entretiene con un lápiz que corretea por los pasillos. Se ríe. Cree que tiene 25 años, pero en realidad suma 28 y pasa los días en una calle cuyo nombre ignora, la de Sant Ramón, corazón histórico de la prostitución callejera en Barcelona. Al inspector del Cuerpo Nacional de Policía que la interroga no sabe decirle qué día es. También ignora la fecha de cumpleaños de su hijo Radek, al que tuvo con un cliente cuando se prostituía en Praga. Solo se entristece un poco cuando recuerda que sus compañeros de clase se burlaban de ella porque era "de un nivel inferior". Pero dice que ahora es feliz y que su chulo, Anton B., y su controladora, Frantiska K., la tratan bien por más que él refunfuñe cuando lleva a casa poco dinero y que ella, a la que considera "como una madre", no la deje a sol ni a sombra....
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No es casualidad que el día de Navidad El País publique este artículo. A mi me reafirma en las convicciones que tengo sobre los temas que trata. Seguro que alguno de los que leais este post habeis estado con la chica de la que se habla en el periodico.
Sin palabras...
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