La costumbre de ir de putas

Acudir con relativa frecuencia a las casas de ‘vida alegre’ tiene multitud de ventajas, sexo asegurado al 99% lo que no está mal teniendo en cuenta mi porcentaje fuera de estos lugares. Sin embargo, ya sabéis que los hombres somos animales de costumbres y habituarse a este tipo de ‘hogares’ conlleva ciertos inconvenientes cuando suena la flauta y ligas fuera de ellos.
Estás tan hecho a su funcionamiento que no sabes comportarte de otra manera. Por ejemplo, después de una charla insignificante y una copa con una chica guapa –aunque esta vez no la he elegido por Internet- llega la hora de meterse en faena y claro, en esos casos no hay madame a la que decirle: “que me quedo con Sonia”. Por no hablar de la copa, que te soplan ocho pavos, más los ocho de la de ella, porque da por hecho que le invitas. En ese momento la chica ya comienza a notar ciertas rarezas en tu comportamiento, pero lo deja pasar.

Llega la hora de ir a casa. –“Vivo sólo, así que podemos ir a la mía”, se sugiere. Una vez allí, eres tú quien abre la puerta, lo que hace que se pierda la emoción de que te vas a encontrar al otro lado. No pasas inmediatamente a la habitación, qué va¡¡ Te toca hacer de anfitrión y le tienes que enseñar la casa –joder que estoy caliente como el puchero de una gitana, vamos a follar¡¡¡ Además, no sé que chip traen incorporados las chicas de hoy en día que lo primero que hacen es asomarse a la ventana del salón a ver que vistas tienes. “Pero si no te voy a dejar salir de la cama, qué más te da¡¡¡ -Joder que quiero follar, que se me pasa el tiempo-. Pero finalmente la conduces a la habitación. Después de una lucha cual perro ovejero achicando el resto de estancias de la casa llegas al dormitorio. Sí¡¡¡

Comienzan los besos, las caricias, los tocamientos… Buuuffff cómo está el ambiente. –“Una duchita¡¡¡”, propones con la cara desencajada y adivinando lo que viene después. –“Ahora¡¡??? Pero si así cortas todo el punto”, exclama entre sorprendida y escandalizada. –“No te preocupes, nos duchamos juntos”. Pero lo típico, ahora no encuentras una toalla limpia. (Joder y yo acostumbrado a que sea la chica la que entra con las toallas en la mano y si lleva unas zapatillas como las de los hoteles mejor, así no me encharca el pasillo). Le cojo el diminuto bolso -que no sé pa que lo llevan porque hace un rato te ha dado las llaves de su casa, el móvil, un paquete de tabaco y otro de kleenek. –“Es que no me cabe en el bolso”- y le pregunto –“no tendrás ahí un par de toallas limpias, verdad?? –“Cómo??”, responde sorprendida. Ahí sí que la chica en cuestión piensa que ha ligado con un verdadero friki, aunque prefiero que piense eso a que se va a acostar con un putero.

Accediendo a la ducha a regañadientes llega otro detalle que te delata. Lo primero que haces es abrir la puerta lentamente, sin hacer ruido, asomas la cabeza y dices “ahora que no hay nadie, pasa”. –“Pero si vives sólo¡¡¡”. Lo que me deja pensando y me digo para mí: “Joder con el subidón que da siempre el camino al baño, que si me encuentro con alguien, que si está ocupado, que si se escucha el abrir y cerrar de una puerta… y medio en pelotas echas tus pasos atrás”, los pequeños detalles que adornan una bonita historia puteril. Pero esa es otra, después en la ducha me pongo a buscar la esponja jabonosa y na de na.

Por fin el momento cama. Ella que se agacha, tú que miras al techo de la habitación –por cierto tengo que pintar-, tu mente danzando en el cielo con los ángeles y… a los 30 segundos ya está arriba. –“Pasa algo???”, pregunto. –“Es que no me gusta mucho lo de chupar”, me dice. –“Cómoooo¡¡¡¡?? Osea que eres capaz de zamparte un puto Big Mac, que vete a saber de que rata han sacado esa asquerosa, pringosa y blandengue carne, un par de cubatas del más puro y refinado garrafón y no soportas unos minutos de chupeteo por un duro miembro y que encima huele a agua de rosas, que me acabo de echar medio bote en los huevos y después de habérmelos afeitado para ti esto escuece que ni te imaginas¡¡¡¡¡¡ Bueno lo dejamos pasar y llega mi turno. –“Me indicas el camino??? Es que con tanto pelo no hay quien ahí encuentre algo”. Un poco de faena y otra fase pasada.

El condón. Este es otro de los cortapuntos. Yo no sé que tienen las profesionales de ésto que abren las gomas con sólo mirarlas. A mí me costó dios y ayuda, pero después de rasgarle las cuatro esquinas, morderlo por mil sitios y que los dos tirásemos cada uno de una punta, fuimos capaces de abrirlo. –“Me lo pones con la boca???”, suguieres. –“Qué dices??? Yo eso no sé hacerlo”. –Eso, tampoco-, pensé para mí. Bueno, tomadas las pertinentes medidas de seguridad vamos a lo que toca. –“Así no que me duele, así me canso, esa no me gusta…”. La hostia puta¡¡¡ Pero con quien cojones me he ido yo a la cama??? Y encontrada la postura en la que menos se queja, en pleno éxtasis, con aquello a punto de explotar… la preguntita de… –“ahora que me has llevado a la cama, qué va a ser de nosotros???”. Y claro, como la paciencia tiene un límite no te queda otra que contestar: “de nosotros no sé, pero tú te vas a casa y dame el teléfono porque yo me voy de putas”.

Así que viendo el éxito que he tenido, me temo que seguiré frecuentando ciertos pisos, ciertas agencias y ciertas casas donde lo de follar lo convierten en un arte y no te dan tantos quebraderos de cabeza. Un saludo.
Un naomista.