Raquel 635377622
 

Una rubia gorda que atiende en c/ Barrio San Juan. Se pinta la cara al más puro estilo picassiano, cualquier parecido con una mujer es pura casualidad. No voy a decir que sea fea, porque eso sería faltar a la verdad; esta más que fea es extraña. Contrahecha mórbida, cuerpo botijo, enana, desaguisada; joder, cuando se abrió la puerta del piso y tras pasar a la oscuridad del pasillo se cerró tras de mí, al posar mi mirada sobre lo que se agazapaba en la penumbra creía que era Quasimodo travestido, como una macabra broma del destino. ¿Qué cojones es esto? Me dije, ¿qué ser del averno es este?, ¿de qué circo se ha escapado esta alimaña?
Pero a pesar de que aquella criatura no era precisamente la diosa Afrodita, ni siquiera una de sus criadas, y por no parecer no parecía ni humana; a pesar de todo accedí a pasar a sus aposentos para probar suerte con semejante elemento. Porque la belleza no siempre está en el exterior, y yo, ya que estaba en aquella cueva lúgubre con aquel ser infernal, me dije, ¡qué coño, aquí se viene a jugar! que diría Joaquín Prat.
Hago de tripas corazón y empiezo los trámites para la transacción económica. Tiene la mirada huidiza, como un animal salvaje acorralado. Pero esto no me extraña porque lo achaco a las drogas, el alcohol o simplemente que es tan fea, y ella sea consciente, que para no ofender a la vista del que la contempla no le mire a los ojos.
Bueno, me dice que media hora son 25 euros. Se los doy, me desvisto en una habitación fría y diminuta, con un camastro sin almohada, una mesa de masajes y un espejo sostribado en la pared. Me limpia con una toallita húmeda mi diminuto miembro que entre la temperatura y el panorama lo tenía como un anacardo. Su cuerpo deforme casi no pude verlo, me era imposible mantener la vista sobre ella durante más de tres segundos seguidos. No sé si por miedo, asco, pena, o qué.
Me la empieza a chupar y milagrosamente se me puso dura. Me pone el condón y se me sube encima. Exhalaba un pérfido aliento a azufre como la novia de Satán. Creo que salí de allí con las pestañas y las cejas charruscadas.
Allí estuvo un rato encima de mí, no sé si se la había metido ya o simplemente se estaba frotando mi polla entres sus muslos. Le sobé un poco las tetas blandurrias y un leve pero intenso aroma a sudor rancio se me metió por la nariz hasta el estómago de donde quería salir en forma de arcada. Me contuve la arcada y dejé de tocarla las tetas para no tentar a la suerte. Al rato se quita porque dice que la nota floja, no me extraña, tener a ese ser maloliente encima es lo menos erótico que puede haber y para seguir con el sable en guardia hace falta ser un mercenario sediento de placer carnal.
Al final me la chupa y me corro, ni sé cómo.
Un masaje a regañadientes de 4 minutos y listo. Ni quince minutos estuve en la cueva de la bestia.
Pero bueno, a pesar de todo, se la veía que era buena gente. Le deseo lo mejor en la vida.


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No repetiré, tampoco la recomiendo, a no ser que haya algún valiente que no le tema al miedo.