Me encanta leerte todas tus palabras despiden sensibilidad un beso linda

Me sigue encantando tu forma de escribir.

Gracias :)

No me extraña, son muy reconfortantes tus abrazos.

Saludos

Y los tuyos, como para ser koalas
Besis besis

V. Sin lengua
Una tarde llamó mi novio del camping, ese fin de semana iba a ir y esperaba poder verme. Me puse muy nerviosa sólo con oírle, sólo me salían sonrisillas y frases tontas. Desee que pasaran pronto los días y volver a verle.
Desde mi parcela, que estaba muy pegada a la verja del río oí un buho, era nuestra señal y salí a todo correr.
Me dió un abrazo largo en el que creí estar en el cielo, notaba nuestros corazones ir rápido y nos apretábamos mucho.
Luego me cogió de los hombros, me miró de arriba a abajo y empezó a decirme lo guapísima que estaba, lo que le gustaban mis ojos, mi pelo, mis piernas, creo que levité. Se acercó lentamente, me besó despacito en los labios y, al entreabir las bocas, yo me quité y le dije: "Sin lengua".

No me gustaban los "muerdos". Mi primer beso de ese tipo fue repugnante.
Se supone que debe ser precioso y placentero pero el mío fue una desagradable sorpresa. Me tocó un beso con lengua con un amigo en pago de una prenda en un juego. Recuerdo que me pareció como tener una babosa paseando por mi boca, mejor no describo más, pero aún me parece sentir la aspereza de una lengua que yo había imaginado que sería suavecita. Salí corriendo al baño a lavarme la boca, a enjuagarme, a rasparme la lengua hasta dejar de sentir esa sensación.

Por eso rechacé ese beso del chico por el que me moría, pero él sonrió, me dijo: "Como tú quieras" y siguió besándome sólo con los labios, dulce y tranquilamente y acariciándome las zonas que yo le había dicho que estaban permitidas, y lo que era aún más emocionante, rozando sin llegar a las prohibidas.

Jugábamos a mil cosas, carreras de bicis, disparar a latas con la escopeta, cazar serpientes de río, al ténis...a todo y nos divertíamos mucho. Al llegar la noche nos encantaba estar abrazados y dedicarnos a nuestros besos y caricias puros, descubriéndonos, disfrutándonos pero sin que nada llegara a ser sexual... al menos para mí.
Si eso era el amor, era precioso, y a mí me parecía de lo más pleno.

Sniff.
Que bonito.

Saludos

Así poco a poco es como debe ser. No como esos adolescentes que van directamente al grano y se pierden esta fase semi inocente que es preciosa (por lo menos para mi lo fue).

VI. Hipnotizada

El primer mes de cada verano lo pasábamos en la ciudad donde mi padre estuviera entonces trabajando. Siempre me había gustado conocer sitios nuevos, sobre todo si tenían playa. Pero odié aquel junio.
Dejaba atrás las tardes de estudio, confidencias y miradas con mi compañero de clase con el que el sentimiento nunca se manifestó en forma de contacto físico que él repudiaba. Y perdía la oportunidad de tener a diario en el camping la emocionante aventura que era cada fin de semana con mi primer amor. Me impediría divertirnos juntos y seguir descubriéndonos.
El destino era Canarias y me quería morir al pensar en lo largo que iba a ser ese mes sin sus besos, sin su risa, tan lejos, en el fin el mundo.
Tampoco debió ser el mejor viaje de mi madre, con una hija preadolescente enfurruñada y quejándose por todo.
Me levantaba tarde, no quería salir de la urbanización, me traía al pairo la playa y la gente nueva, lo único que me emocionaba eran las cartas, muchas, que llegaban de mi amor diciéndome lo aburrido que era el camping sin la chica más guapa de todo Madrid.
Pero acabé saliendo e hice amigos.
Algunas veces jugábamos a hipnotizarnos. Muy serios, hacíamos una sesión en la que alguien era dormido y entonces su estado le obligaba a hacer todo lo que el hipnotizador le ordenara.
Normalmente eran tonterías como llamar a todos los telefonillos, tirarse vestido a la piscina o gritar: "Soy el más tonto del planeta".

Aquella noche el hipnotizador era el que yo pensé que debía ser el chico más guapo de la isla, con unos ojos azul oscuro como el océano que sólo podías dejar de mirar para disfrutar de su sonrisa amplia, seductora y tan pícara que hasta sonrojaba.
-"Te pesan los párpados...vas quedándote muy relajada...y muy dormida...cierra los ojos..." dejé de oír su voz y mis latidos atronaban por encima de las olas
-" Ve detrás de aquella roca y espérame"
Con los pasos de autómata de quien está en trance avancé hasta el lugar indicado y esperé durante lo que se me hizo un siglo.
Sentí una mano en la nuca, me giró hacia él y me besó en los labios mientras, sin mediar palabra, me sentaba en la arena.
Su voluntad me subyugaba, pensé que esa vez sí había funcionado la hipnosis.
Su lengua se hizo hueco entre mis labios e invadió mi boca, apreté los párpados pensando que otra vez me daría asco pero lo que sentí fue placentero, cálido, estimulante, agradable.
Abandonada, me dejaba llevar y nuestros labios se fundían, jugaban, se rozaban, él me lamía, succionaba, mordisqueaba...y todo iba siendo cada vez más embriagador.
Presionando suavemente me tumbó del todo, colocado sobre mí, sus brazos a los lados de mi cabeza, sus manos entre mi pelo, las mías enterradas en la arena sin saber dónde ponerse, sus piernas empujaron para situarse entre las mías...él estaba en bañador y yo llevaba una leve falda.
Notaba todo eso en segundo plano, junto con el rumor de las olas y las voces lejanas de la gente en el paseo marítimo; lo principal e intenso eran las sensaciones de nuestras bocas, de nuestras lenguas, un placer y un calor que fueron recorriendo mi cuello, mi espalda y creció en intensidad en "aquel lugar entre mis piernas".
De repente noté en ese mismo sitio una fuerte presión, una dureza, abrí los ojos y vi la expresión de su cara, de lujuria, de lascivia, de deseo, de algo que se describir ahora, entonces aún no. Pero el no saber nombrarlo no impidió que me pareciera impropio.
Desapareció el hipnotismo, se esfumó la magia. Le pedí que parara. Me miró asombrado, balbuceó un "pero". Giré la cara y empujé sus hombros para apartar la suya.
Se puso de rodillas y empezó a maldecir en arameo.
Me levanté y mientras me iba me gritó: "¡Niñata!, ¡calientapollas!".
Yo corría, cada vez más rápido y tenía muchas ganas de reír y llorar al mismo tiempo.

Qué idiota, si hubiera sido un poco más inteligente hubiera alcanzado la magia.

Ojos verdes, ojos azules, ojalá los ojos castaños sean los afortunados.

Con cada capítulo te superas a ti misma Laura !!. Es un gustazo leerte. Hay partes de tus relatos que me recuerdan a sensaciones vividas hace muchos años y otras con las que soñé con vivir y pasaron de largo...

Lo malo es que me estoy enganchando. Como cuando me enganché a "Dallas", y ya tengo mono de leer el siguiente capítulo. Date prisa por favor !!!

ufff. que nervios...¿será tu novio el primero que consiga consumar ese amor?, ¿será el misterioso chico de los ojos verdes?, ¿será el chuleta ligón de los ojos azul oscuro?...¿quizá alguno nuevo que está por aparecer?...joderrr, no aguanto mas....escribeeeeeeeeeeeee

Mil besos y mil graciassss

Muy bien escrito y también vivido. Que egoistas somos los hombres a veces. Egoistas y tontos.

Muchos besos y gracias por compartir tus vivencias.

Gracias por leerme. Vuestros ojos al otro lado de la pantalla son los que ahora me motivan.
Besitos

Escondidos en la intimidad de unas rocas solitarias, cuántas cosas nos quedaban todavía por aprender... Y lo mejor, las que aún nos quedan por conocer.

Según van avanzando las Crónicas Sensitivas de Laura voy siendo más consciente de algo que no me había planteado nunca. Me refiero a mi absoluta ignorancia acerca de los sentimientos reales de las chicas con las que trataba en esas edades preadolescentes.

Siempre que vuelvo a visitar una ciudad que conocí de niño o de adolescente, me doy cuenta de que para poder ver hay que saber mirar. A esas edades, es prácticamente imposible ponerte en el lugar de una chica, entender sus sentimientos. Vamos..., es que ni te lo planteas.

Ahora, con unos decenios de retraso, algunos nos estamos poniendo al día.

¡Muchas gracias, Laura!

Tantas...

Gracias a tí por planteartelo, nunca es tarde. Besitos

Interesantísima reflexión que comparto totalmente !!! :thumbleft:

Ahiii..si con 15 hubiese sabido sobre ellas la mitad de lo que se ahora (q tampoco es mucho...) ufffff, que manera de arrasar !!!!

Gracias Laura, da gusto lo q se aprende contigo...:love8:

También es bonito irse aprendiendo juntos :)
Besitos

Sigo tan contento y emocionado cuando veo que has puesto una nueva parte a tu historia. Sinceramente te sigo recomendando publicarlo.

A esas edades ni siquiera me planteaba entender los míos, ni sabía que los tenía. Menos mal que esos decenios (bueno decenio y medio para mi) no pasan en balde y algo voy aprendiendo. Y cuanto más me conozco y entiendo mis sentimientos y emociones, más me gusta compartirlos.

Laura, estas crónicas sensitivas son como los buenos platos, se cocinan a fuego muy lento. Millones de gracias.

Muchísimas gracias por seguirme y vuestros comentarios. Hacéis que el esfuerzo de recordar cosas tan íntimas y compartirlas merezca la pena.
Besos emocionados.

Que buen relato amigasintimas.
Enhorabuena. Salut.

Moltes graçies o como se escriba ;)

¿Seguirán tus crónicas?

No puedo decir nada más que gracias, por compartir y por hacerlo de una manera tan natural ..., (qué leches podrás pensar, le importa a este), pero ¿eres de letras?

Me tengo por buen lector, y la verdad, nme tienes asombrado.

Tengo pendiente un día de "hacer reuniones" para concocerte in person, y desde luego con este relato, aun con más ganas.

Con tu permiso: un beso.

__________________
...la verdad os hará libres.

Sip, pero es que "las musas han "pasao" de mí, andarán de vacaciones" :)

Jo, muchas gracias, lo cierto es que soy de Ciencias Mixtas, ya sabes, yo siempre haciendo a todo :p.
Me encanta sorprender a un amante sorpresivo.
Con tu permiso, espero que tengas pronto ese "día de reuniones"
Besitos

Peor para ellas, no descansarán a gusto.

Por fin volvimos al camping tras un largo mes en la isla. Ya había avisado a mi novio por carta del día que llegaría e imaginé que estaría en las escaleras de recepción esperándome. Pero como no fue así, me puse a toda prisa el bikini, cogí una toalla y corrí hasta la piscina, donde, por la hora que era, supuse que estaría. Estaban todos menos él.
El que mejor me conocía me dijo que no le había visto en toda la mañana, pero yo me hice la suficiente y les dije que había ido a verles a todos, de hecho no había preguntado por él y que iba a nadar un poco, que estaba muerta de calor. Se encogió de hombros con expresión de no creerse nada y me dijo: “Como quieras, pero hace un par de días que no le vemos el pelo”.
Antes de volver a mi parcela miré por si acaso en el bar y en la pista de baloncesto, pero nada.
Me sentía confusa, triste, abandonada, no entendía por qué no estaba si sabía que yo volvía ese día, ¿estaría enfadado por haberme ido?, pero si no había tenido más opción, ¿y si estaba con otra chica?
La voz de mi madre, entre dulce y burlona, interrumpió mis disertaciones y mi angustia: “Hay un “buhito” diurno que se va a quedar afónico de llamarte desde la verja del río”. ¿Cómo sabía mi madre lo de nuestra señal secreta? Bueno, daba igual, las madres lo saben todo y ahora no importaba nada más que ir a su encuentro, lo importante era que él me estaba esperando. El corazón se me salía hasta por las orejas.
Ya le veía, al fin le tenía delante, a unos pocos pasos, moreno, musculado, brillando bajo el sol, precioso y perfecto, en movimiento como siempre, lanzando piedras al río para hacerlas saltar, el mejor haciendo ranas, el único en mi corazón.
Di un silbido largo y agudo y dos cortitos. Se dio la vuelta, abrió los brazos en cruz y flexionó las rodillas mientras gritaba: “¡Loca!, ¡Sube!, ¿dón-de co-ño te has me-tido?”. Esta última frase la entrecortaron mis labios pegándose a los suyos, ya abrazada a él, con las piernas rodeando su cintura. Se puso a girar sobre sí mismo hasta que nos caímos y nos pusimos finos de arena. No parábamos de reír y de besarnos.
De repente se puso en pie de un salto, y me levantó tirando de mí mientras decía: “Vamos, tengo algo para ti”.
Me llevó de la mano durante un buen rato, cruzando partes del río más y menos profundas, montículos, cardos, juncos, árboles centenarios y pequeños meandros … me daba igual dónde me llevara, hubiera ido al fin del mundo con él.

¿Y no es el búho un ave nocturna? Un gato es para todo el día.

Hasta que sepamos dónde estaba el fin del mundo tendremos que repasar todas las crónicas anteriores. Tan amena como las otras.

Sip, quizá no elegimos el animal más idóneo,jejeje.
En un ratito continúo la entrega, que se han unido inspiración y tiempo.
Me alegra leerte de vuelta.
Un beso dulce

1. La cruz secreta [Sólo los usuarios registrados pueden ver los enlaces e imágenes. ]
2.Vaqueros y escaladas [Sólo los usuarios registrados pueden ver los enlaces e imágenes. ]
3. Salva sea la parte [Sólo los usuarios registrados pueden ver los enlaces e imágenes. ]
4. Besos, chicos y somos novios
1ª parte [Sólo los usuarios registrados pueden ver los enlaces e imágenes. ]
2ª parte [Sólo los usuarios registrados pueden ver los enlaces e imágenes. ]
5. Sin lengua [Sólo los usuarios registrados pueden ver los enlaces e imágenes. ]
6. Hipnotizada [Sólo los usuarios registrados pueden ver los enlaces e imágenes. ]
7. Reencuentro (1ª parte) [Sólo los usuarios registrados pueden ver los enlaces e imágenes. ]
Llegamos a una zona de tierra que se elevaba en el centro de una de las bifurcaciones del río. Era como una alta isla porque más abajo las dos lenguas de agua volvían a unirse.
No era fácil llegar allí, estaba en medio de nada, lejos de cualquier sitio habitado ni frecuentado por nadie. Era difícil acceder. Tuvimos que cruzar una poza donde el agua nos llegaba hasta la cintura, desde ahí trepar por una enorme raíz que había quedado al descubierto y pasar gateando bajo unas zarzas que él había enredado adrede bloqueando el camino, para que pareciera que por ahí no se podía pasar. De entre dos enormes árboles quitó una capa de helechos secos y dejó al descubierto la entrada a una preciosa cabaña que había construido con troncos, cuerdas, ramas y hojas.
Dentro se podía estar de pie y, aunque era pequeña nos movíamos cómodamente. Había colgado una diana. Dentro de un arcón de plástico había guardado toallas, un par de chaquetas, una baraja de cartas, un ajedrez, una navaja y otros accesorios, una pequeña nevera portátil con refrescos, cosas de picar y muchas nubes rosas, mi chuche preferida. En un rincón, apoyados contra uno de los troncos había una caña de pescar y una colchoneta hinchable.
En varios sitios había grabado en la madera nuestras iniciales con corazones y flechas entre ellos.
Le abracé emocionada y le di las gracias, me encantaba aquel lugar y que hubiera estado pensando en todo. Era nuestra particular isla desierta y estar solos, el paraíso.
Le miré sonriendo y me incliné sobre él mientras decía bajito:”Yo también tengo algo para ti”
Empezamos a darnos besitos suaves, piquitos donde sólo se rozaban nuestros labios pero, aquella vez, mi lengua rozó lentamente su boca. Paró un segundo, como si no estuviera seguro de lo que había sentido y siguió como antes, sin lengua, tal como yo le había pedido antes del verano. Pero de nuevo le lamí la boca y, esta vez, incluso entré un poquito.
Se separó unos centímetros, me miró medio sorprendido y me dijo: “¿Estás…?”
-“Sí” - le interrumpí y su preciosa sonrisa iluminó su cara.
Rodeó con sus manos mi cuello, sus pulgares acariciaban mis mejillas, me atrajo hacia él y me dio un beso delicioso y profundo, más de lo que esperaba, más de lo que imaginaba, mucho más de lo que recordaba.
Nuestras lenguas jugaban, se entendían, bailaban. Me encantaba sentir su humedad y su calor.
Estábamos tumbados, uno junto al otro, el de lado y yo boca arriba. Noté en el muslo su tensa excitación y me tumbé sobre él haciendo que nuestros sexos coincidieran y se apretaran uno contra el otro.
El suave y cadencioso ritmo de nuestros cuerpos rozándose se iba acelerando al ritmo de nuestra sangre. Se incorporó hasta sentarse, yo abrí las piernas y rodee con ellas su cintura. Me empujaba hacia él con las manos en mi culo, sin dejar por un instante de comernos a besos y yo comencé a cabalgar, a escalar la montaña del éxtasis, apretando mi sexo contra el suyo, moviéndome de arriba hacia abajo para recorrerlo, para disfrutar su grosor, su dureza, su palpitación. Los dos gemíamos, emitíamos sonidos guturales de placer y excitación. “Así, cariño, así” – le oía decir y eso aceleraba aún más mi ritmo e incrementaba mi excitación y mi fuerza.
Un placer inmenso estalló dentro de mí, como un terremoto sacudió todo mi cuerpo, subí la cabeza y un sonido agudo y prolongado como de animal herido, surgió de mi garganta mientras el placer seguía recorriendo cada centímetro de mi cuerpo. Un gemido ronco y un resoplido hicieron eco entre mis pechos, donde reposaba su cabeza mi amor. Cuando nuestra respiración se fue tranquilizando, los ojos cerrados, manteniendo la postura, abrazados, sin movernos, noté una humedad caliente entre mis piernas. Más abundante y consistente que cuando me tocaba yo sola.
-“Vamos al agua, que sino esto luego no hay quien lo quite”.
Al separarnos vi una gran mancha en su bañador negro ceñido. O sea, que él también se mojaba.
-“¿Es verdad que es como el pegamento de encolar?” – algo así me habían dicho.
-“¿Nunca has visto semen?”
-“Nunca”- admití, avergonzada.
-“ Da igual, no te pierdes nada bonito. Es un coñazo lo que pringa. ¡Venga vamos al agua!”
Metidos en el río nos salpicamos y jugamos un buen rato.
Mientras nos secábamos tumbados al sol me besó de nuevo y me dijo: “Ha sido alucinante, me ha gustado mogollón, muchas gracias. Te quiero”
Cerré los ojos y disfruté la plenitud de ese momento. Sol, pájaros, brisa, piel, placer compartido y ¡me quería!, no me hacía falta nada más. Desee vivir así, allí, con él, para siempre.

Me recuerda a la isla en la que Tom Sawyer y Huckleberry pasan parte de sus aventuras. Aunque no tan intensas.

__________________
...la verdad os hará libres.

[QUOTE=amigasintimas;471265]1. Estábamos tumbados, uno junto al otro, el de lado y yo boca arriba. Noté en el muslo su tensa excitación y me tumbé sobre él haciendo que nuestros sexos coincidieran y se apretaran uno contra el otro.

bien!!

[quote=Novicio74;492195]¡Sí! Tan bien que aún lo recuerdo con excitación.

Me gustan tus crónicas...

Todo esto esta muy parado. ¿Para cuando la próxima crónica?

Es que dejé a la parejita viviendo un momento tan feliz que me cuesta seguir y que eso cambie.

Pues sinceramente me gustaban mucho y hecho de menos una continuación. Podrías escribir una novela corta sobre lo que has escrito.

Muchas gracias. Creo que voy a animarme a continuar
Un beso

Pues animo, que seguro que hay más de uno esperando tu siguiente entrega.

No vop a hacerte la "pelota", pero leerte me relaja, entre otras cosas.

Qué bien me vendría que siguieses dándole a la pluma.

Desde que conocí este foro me he dedicado a leer todo tipo de comentarios y relatos, además de seguir a ciertas plumas que me envuelven y seducen...

Laura, siempre he creído que eras una mujer con una sensualidad fuera de lo común, pero ahora me sorprendo descubriendo tu sensibilidad y la calidad humana que proyectas a través de unas vivencias en las que estás consiguiendo que me sumerja lenta y suavemente, dejándome llevar por una nostalgia dulce de aquellos años en los que los besos siempre eran por amor, esos días en los que el calendario se configuraba en torno al siguiente abrazo y en los que la respiración se agitaba y el corazón se desbocaba con el solo recuerdo de una tarde pasada.

Me uno a la legión de seguidores que solicitan la continuación de estas crónicas.

Un besito muy agradecido

A quienes habéis pedido la continuación de estas crónicas os doy las gracias y os pido perdón.
Gracias por animarme a seguir y por hacerme saber que os gustan.
Perdón por haber tardado tanto en continuar.

Me he dado cuenta de lo que me había bloqueado:
Primero, como dije, que, según os lo cuento, revivo el momento, las sensaciones y la parte que vendría ahora es desagradable como un jarro de agua fría. Es el momento de la primera decepción, de la primera dolorosa fractura del corazón. La bofetada del rechazo, de que prefiriera a otra, más mayor y más liberada porque yo no quería sexo y eso los chicos lo necesitan. La guerra interna entre sucumbir a sus deseos – que también eran los míos, aunque sintiera que no podía, que no estaba bien – o continuar siendo coherente con mis principios.
Afortunadamente, decidí que si me dejaba por ese motivo, era que no me quería lo suficiente. Aunque aceptar eso fue tan doloroso que aún me crea un nudo en el estómago y una sensación de vacío, de vértigo, de que el amor incondicional no existe. Y eso, en la época en que las cosas te van pasando por primera vez descoloca y duele mucho.

La segunda razón es que me cuesta, en todos los aspectos de mi vida, seguir el orden preestablecido de las cosas. Y, aunque decidí llamarlas “Crónicas”, ahora me cuesta mantener una coherencia cronológica, los recuerdos que permanecen van aflorando sin respetar tiempos. Os pido por eso que me permitáis ir compartiéndolos sin tener que someterlos al riguroso orden temporal en que sucedieron.
Hace unos días, por ejemplo, en una tarde de tormenta y caricias mutuas, vino a mi mente lo siguiente:

Muchas noches, creo que todas, no me dejaba dormir un hormigueo de excitación por mi “salva sea la parte” entre las piernas.
Intentaba rezar para calmarme pero el deseo y la excitación eran más fuertes. Y, aunque sabía que estaba mal y que era pecado, no podía ignorar aquellos latidos que palpitaban en mi sexo y lo humedecían. Cuanto más intentaba evitarlo más ansiosa y agitada me ponía.
Por mucho que me esforzara en evitarlo - cosa que dejé de hacer después de un tiempo - terminaba tocándome y al fin llegó un momento en el que decidí dejarme llevar y disfrutar tranquilamente de ese placer íntimo, en la medida de lo posible.
Primero tenía que esperar a que la casa estuviera en silencio, asegurándome de que todos estaban durmiendo. Las primeras veces ni siquiera podía jadear, obligada a controlar la respiración porque compartía habitación con mi hermano, tres años menor que yo. Dormimos en camas contiguas, sólo separados por una mesilla, hasta que tuve 15 años.
Además de intentar respirar con normalidad, y de asegurarme de que la respiración de mi hermano era la de estar profundamente dormido, tenía que procurar no moverme mucho.
Las primeras veces no me bajaba el pijama ni las bragas por si mi madre entraba de repente o mi hermano encendía la luz y me pillaban.
Pero me fui haciendo más osada, mejor dicho, era mi deseo el que me hacía dar un paso más cada vez.
Con cuidado, metía la mano por debajo de mi ropa y la movía poquito, haciendo presión con toda la palma sobre mi sexo y rozándome contra ella. Daba placer pero no llegaba a satisfacerme del todo, me costaba mucho llegar al clímax y a veces me dormía antes de alcanzarlo.
Probando, descubrí un punto que se iba endureciendo si lo tocaba, que dolía si lo presionaba mucho, pero que daba un placer inmenso si lo estimulaba con caricias suaves. Pero eso, con las bragas y el pantalón apretando, era muy complicado.
Una noche decidí no ponerme el pantalón del pijama, dando la excusa de que pasaba calor y me molestaba para dormir.
Ya sólo con la braguita era más fácil acceder, también por los lados, junto a las ingles, pero seguía siendo incómodo.
Me armé de valor y me bajé las bragas hasta medio muslo, sólo el notar mi sexo liberado y accesible me hizo excitarme aún mucho más.
Busqué la bolita que tanto placer daba y la acaricié con un dedo. Si lo hacía estando seco dolía un poco, pero ya sabía que de un poquito más abajo salía un liquido denso que lubricaba todo y extenderlo para mojar toda la zona también resultaba placentero.
Quise abrir las piernas, pero las bragas hacían tope en mis muslos. Con cuidado para que no se notara mucho el movimiento, las bajé hasta las espinillas y así ya podía separar las rodillas cuanto quisiera. Notar mi sexo abierto, expuesto y desnudo me dio un gusto especial, con la emoción añadida de estar haciendo algo ilícito, prohibido. Cuando llegaba mi momento especial este ritual de ir bajándome las bragas me preparaba, excitándome a tope para masturbarme después. Una noche incluso me las quité del todo y estuve mucho tiempo sin tocarme, sólo abriendo a tope las piernas e imaginando que quien quisiera podría acercarse y hacerme lo que quisiera.
Mis manos ya con libertad de movimientos y sin obstáculos, cada noche iban explorando sensaciones y caricias que me hacían tener unos orgasmos que me dejaban exhausta.

Tras esa relajación física rezaba con falso arrepentimiento y total concupiscencia y me quedaba relajada y felizmente dormida.



* Dedicado a quien escuchó esta entrega en primicia, según me vino el recuerdo y fue su inspiración, provocando una situación muy parecida. Gracias por hacerme retomar el gusto por el tacto y la carga erótica de la ropa íntima.

Por si alguien nuevo quiere entrar, bienvenidos.
Esto es lo que ha pasado hasta ahora

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Una mujer armada con lencería, aumenta su valor y poder de atracción.

Me encanta que una mujer hable de la masturbación de una forma tan natural, ya que según recuerdo de mi adolescencia, parecía que los únicos que nos masturbábamos eramos los chicos.
Aprovecho la ocasión para preguntar una cosa en referencia a la lencería.
Tanto que se insiste en una lencería sexy, etc., si realmente la lencería solo se ve una vez ya empezado los preliminares. ¿ O una vez ya empezado el acercamiento, los primeros besos, caricias, etc. y luego si en lugar de ropa interior sexy, te encuentras con ropa interior normal, lo vas a dejar?
Por supuesto que una ropa interior limpia y en condiciones tanto como en la mujer como en el hombre.

A mí sí me produce una estimulación especial cierto tipo de ropa interior femenina. Cuando acaricio a una mujer a través de una prenda de encaje, disfruto de una sensación táctil incomparable. No está desnuda, pero ese tejido, tan fino y calado, no la cubre totalmente. Por otra parte, si introduzco la mano y la acaricio por dentro, puedo sentir simultáneamente su piel en la palma de la mano y la lencería en el dorso… ¡Uf! Voy a dejarlo aquí porque me estoy excitando. Creo que la foto que ha elegido Laura ilustra perfectamente ese momento aunque su prosa, siempre fluida y precisa, transmite mejor las sensaciones que cualquier imagen.